La historia de la icónica casa de la década del 30 que da inicio a la calle Huergo en Comodoro Rivadavia
Data de la década de 1930 y tuvo al menos tres dueños y varios inquilinos. La historia de la icónica casa del cerro en el centro de Comodoro Rivadavia es un emblema que han visto al menos tres generaciones y que fue construida por un checoslovaco que soñó con tener a Comodoro a sus pies.
“Anótate esto, me lo contó mi mamá: él quería tener Comodoro a sus pies”, dijo hace cuatro años a ADNSUR, Horacio, el nieto de Wenceslao Dustir, el hombre que construyó la histórica casa que en la actualidad da inicio a la calle Huergo de Comodoro Rivadavia.
La vivienda de dos plantas se puede ver desde la calle Mitre y es un ícono de la ciudad. Horacio, uno de los 9 nietos que tuvo Wenceslao, explicó que su abuelo construyó la casa en la década del 30, y al señalar los motivos no dudó. “Era un excéntrico, un personaje. Es más, las hijas le decían el sargento mala cara, era chinchudo, de carácter muy fuerte. Él decía que quería tener Comodoro a sus pies y comenzó a construir ahí”.
Horacio asegura que su abuelo llegó a Comodoro en la década de 1920, tras la Revolución Rusa. Lo hizo acompañado por su esposa y las tres hijas de un matrimonio anterior, entre ellas su madre. Luego, ya en Argentina, tendría una hija más.
Wenceslao era técnico industrial, pero con un carácter especial. Primero vivió en San Martín al 300, donde estuvo la histórica panadería “La Ideal”, y luego decidió mirar Comodoro Rivadavia desde las alturas y se fue al cerro.
Con la ayuda de sus hijas, este inmigrante construyó los cimientos de esa fuerte casa que, casi un siglo después, sigue en pie. “Él se hizo la casa, unas piezas y alquilaba. Después se hizo su gallinero y tenía su propia quinta. Tenía frutas, verduras, grosellas, los mejores damascos de Comodoro, y todo lo hizo a pico y pala. Es más, él hizo la famosa escalera.”
Horacio recuerda aquellas tardes de barro en que iba a visitar a su abuelo y llegaba con los zapatos como si fuera un buzo. En su mente aún guarda la imagen de cuando subía la escalera de madera y llegaba a la casa de Wenceslao. “Desde que nací iba. A mí me encanta ir para allá, subir al cerro Chenque. Mi abuela me hacía medialunas caseras, era el ahijado de mi tía más chica, así que me atendían como en el cielo. La pasé muy bien en ese lugar.”
En la década de los 60, Wenceslao falleció a causa de una neumonía. Su esposa se quedó un tiempo en la vivienda, pero luego, por las dificultades que significaba ir hasta el lugar, se mudó a la casa de Horacio. Más tarde, se iría a Buenos Aires.
Finalmente, la familia vendió la vivienda, y según cuenta Horacio “la vendieron por dos pesos... nunca le dieron el título de propiedad, la vendieron por dos mangos”.
A la distancia, Horacio admite que de vez en cuando pasa por la calle San Martín. En Mitre mira hacia el cerro y piensa: "Nadie que haya cruzado por ahí ha dejado de mirar hacia arriba y ver la casa". Es algo muy especial y fue hecho por mi abuelo y sus hijas; no contrató a nadie, fue a sudor y pala.
La casa, además de los Dustir, ha sido hogar de muchas personas, entre ellas la familia Almirón. Viviana, quien fue concejal, secretaria de Cultura de la Municipalidad y es conocida por sus interpretaciones de tango, asegura que cuando nació, su familia vivía en ese lugar e incluso fue clave para dar con el nieto del constructor, pariente a su vez de Majo Abeijón, secretaria de Cultura de Rada Tilly.
Según contó Almirón a ADNSUR, su familia vivió un tiempo en ese lugar, pero cuando ella cumplió un año, en 1965, se mudó. “La casita era muy chiquita. Nosotros vivimos en la que tiene el balcón; tenía una habitación, la cocina y el baño. En la planta baja viven mis tíos, Esther Contegrand y Aravena, y al lado Domingo Herrero, pero es una casa histórica. Es más, cuando fui secretaria de Cultura, una vez vino un muchacho francés que quería hacer una exposición de la Patagonia y cuando me mostró su book de fotos, la primera era la casa del cerro. Fue como un golpe al corazón, una emoción violenta, una emoción tremenda”, recuerda.
Para la familia Almirón fue tan importante esa vivienda que la hija de Mariano, uno de los hermanos de Viviana, le pidió a la artista plástica Dolores Morón que pintara un cuadro de la casa; todo un símbolo de lo que representa.
EN PIE EN PLENO SIGLO XXI
En la actualidad, la morada principal es habitada por Carlos Roda (66), un cordobés padre de dos mujeres y un varón que emigró de joven a la Patagonia y dedicó su vida a la soldadura bajo presión. La segunda es habitada por una inmigrante chilena (85) que llegó a los 35 años a la ciudad y nunca más se fue.
Ambos son dueños, pero de diferentes generaciones. Ella vivió gran parte de su vida con la antigua dueña como vecina, y Carlos llegó hace más de 30 años a alquilar y finalmente compró la vivienda a la mujer que ya no está.
Al ser consultado por la historia de la casa, Carlos no duda en destacar que “es una de las casas más antiguas de Comodoro Rivadavia. Es muy firme, hay que hacerle algunos arreglos, pero la estructura está intacta. Soportó el movimiento cuando se corrió el cerro para el mar, la lluvia de hace unos años, pero aquí nunca pasó nada.”
Según cuenta, y tal como dijeron Horacio y Viviana, el predio pasó por varios dueños y, en la actualidad, es propiedad suya, ya que llegó a un acuerdo con su actual vecina.
En el sitio ya no está la histórica escalera que siempre adornó el paisaje de la calle Mitre y, en su lugar, se ve un fuerte paredón de concreto que funciona como muro de contención. Además, la calle está pavimentada. Ya no hay las dificultades de tránsito de aquellos tiempos de ripio.
“La escalera la hizo la primera gente que vivió acá, pero hubo un arreglo de quienes comenzaron a construir la obra de acá abajo y destruyeron la escalera. Para nosotros era una escalera pública. Con los vecinos hicimos una nota y la presentamos a la Municipalidad, estaba Buzzi de intendente. Nos dijeron que habían hecho un acuerdo con obras públicas, pero nunca más aparecieron”, lamenta Carlos.
La casa aún tiene sus instalaciones originales. Es más, Carlos asegura que hace poco tiempo, cuando tuvo que reparar la instalación de uno de los baños, sacaron un caño de hierro de 60 pulgadas, y alguna vez, al levantar el piso, pudo ver las varillas de bombeo que soportan la estructura. Las ventanas de ángulo también son las originales, mientras que el techo se divide entre loza y chapa.
Por el momento, según se pudo confirmar, la casa no forma parte de los bienes que integran la lista de Patrimonio Histórico de la ciudad, algo que podría cambiar teniendo en cuenta que en unos años cumplirá un siglo de vida; toda una historia de esta icónica vivienda que construyó un checoslovaco que decidió tener a Comodoro a sus pies.
