La historia del músico venezolano que llegó a Comodoro para dirigir una orquesta
Luis Miguel Acosta Rodríguez tiene 30 años y desde 2017 dirige la orquesta de la Universidad Nacional de la Patagonia San Juan Bosco, un conjunto de docentes y no docentes apasionados por la música que le dan vida a esa experiencia. Historia de un inmigrante venezolano que se perfecciona en Europa y sueña con que la semilla que se sembró termine en una carrera de arte para la ciudad.
COMODORO RIVADAVIA (ADNSUR) - Luis Miguel Acosta Rodríguez en 2006 asistió al Encuentro de Coros “Canta Pueblo”, en Mendoza. Le gustó tanto la ciudad que volvía al menos dos veces por año hasta que en 2010 le ofrecieron la dirección de un coro y su vida cambió para siempre.
En poco tiempo se cumple una década de que Luis llegó a Argentina. Cambió las montañas de Mendoza por la aridez de los cerros patagónicos y el mar de la zona sur de Chubut. Lo que no modificó es su pasión por la música que lo llevó a ser director de orquesta en la cordillera andina, la remota y alejada Las Heras (Santa Cruz) y en Comodoro Rivadavia, ciudad en la que vive hace dos años y donde comenzó un gran proyecto: la creación de la primera sinfónica de la Universidad Nacional de la Patagonia San Juan Bosco.
Esta es la segunda experiencia de este tipo en la ciudad luego de que en la década del 80 el músico Pablo Kusselman creó una formación que presentó La Zarzuela y la Quinta Sinfonía de Beethoven en el Teatro Español.
Luis cuenta que la orquesta surgió gracias a un grupo de músicos aficionados que se reunía todos los sábados.. De a poco Luis comenzó a involucrarse con el proyecto y la dirección por sugerencia del maestro Carmelo Vera, a quien conoció en Las Heras, donde aún continúa trabajando.
A finales de ese año, el proyecto se formalizó y Luis, quien estudió en la Escuela de Dirección de Francisco Navarro Lara, fue designado al frente de la orquesta.
Finalmente el 10 de junio de 2017 llegó el primer concierto inaugural en el Aula Magna de la Universidad.
EN BUSCA DE SUS SUEÑOS
A diferencia de los cientos de venezolanos que en los últimos años se radicaron en Comodoro Rivadavia, Luis no escapó de la crisis social y económica que vive su país. Cuando él decidió migrar las cosas no estaban tan mal en Venezuela.
Su decisión tuvo más que ver con un crecimiento personal y la posibilidad de dirigir con solo 20 años.
“Fue una decisión que tomé y casi no pensé. Fue una decisión completamente personal que no tienen nada que ver con la situación de Venezuela que comenzó a deteriorarse enserio año y medio o dos años después, porque entonces comenzaba a quebrantarse un poco pero era llevable. Lo mío tuvo que ver con un crecimiento personal”, indicó en una entrevista con ADNSUR.
Más allá de la distancia, el músico a diario está en contacto con su país. Allí aún viven sus padres quienes tratan de “sobrevivir” a la difícil situación que sufre la república.
Luis cuenta que su papá ya está jubilado y pasa por una buena situación económica al haberse retirado en una buena empresa. Mientras que a su madre le cuesta un poco más y cuando puede le envía plata para comida o medicamentos, bienes difíciles de adquirir en ese país.
En Venezuela también está su hermana menor. Mientras que las otras dos viven en Córdoba y en Santiago de Chile.
En Comodoro, en tanto, Luis suele tener ocasional contacto con sus compatriotas. Aunque admite que tiene más vínculo con otros venezolanos que están radicados en Córdoba o Buenos Aires. Lo que no corta es su relación con las tradiciones, por eso sabe bien donde puede conseguir la harina para hacer arepa, algo fundamental para los venezolanos radicados en la Patagonia.
El último mes Luis viajó a España, donde estudia la licenciatura en dirección orquestal en el Conservatorio Internacional de Huelva. Allí participó de master class y dirigió a la orquesta internacional de directores de orquestas, una experiencia única para él.
Su próximo su objetivo es rendir el año que viene su trabajo final. Sin embargo, antes es posible que viaje a Viena a un concurso al que fue invitado y que le podría abrir otras puertas.
La pregunta es obligada mientras Luis toma un café. ¿Su sueño es dirigir en Europa? y él tiene la respuesta bien clara. “Europa es una parada obligatoria para cualquiera que se dedica profesionalmente a la música académica. Hoy importa mucho el talento de América y si bien no estoy tan interesado en ser una importación sí estoy interesado en tener buenas relaciones y buenos contactos en Europa. Acá hay mucho por hacer: hemos sembrado un proyecto y necesita acompañamiento. Entonces en todo lo que pueda ofrecerle para que crezca y se convierta en un elenco profesional o el germen de una escuela de música de la universidad lo voy a hacer”, indicó.
EL QUE LLEVA LA BATUTA
A diferencias de otras profesiones, la dirección de orquesta puede ser un misterio para quienes no conocen en profundidad el conocimiento de una formación de este tipo. Es que el espectador solo entiende que ese hombre parado frente a un conjunto de músicos es quien lleva la batuta.
Luis lo define con un ejemplo, como el conductor de un colectivo. “Es un mito que los directores de orquesta tocan todos los instrumentos. Lo más importante para un director es tener criterio. Su función ha ido mutando y hoy es el encargado de modificar el subtexto de una obra y hacer que la orquesta lo transmita. Entonces debe saber qué es lo apropiado en el momento apropiado. Es el conductor, es un chofer que tiene que llevar la orquesta de un punto A a un punto B y en el camino va a haber subidas, bajadas y curvas, y ahí la experiencia del conductor y saber cuándo acelerar, cuándo ceder el paso o adelantar. Por eso lo fundamental que tiene que saber es leer y escuchar música de oído, redactar como quien redacta un texto, leer como quien lee un texto. Es leer y escribir, y luego escuchar mucha música, principalmente lo que no te gusta”.
UNA ORQUESTA QUE SIGNIFICA MÁS QUE MÚSICA
A dos años del inicio de esta experiencia, en la casa de altos estudios aúnan esfuerzos para el crecimiento de la orquesta. Y Con un repertorio variado que incluye música de películas, obras del clasicismo y romanticismo, de a poco la formación conquista a los comodorenses, un público sin tradición orquestal.
En el proyecto no solo trabaja la comisión directiva de la formación, sino también la Secretaría de Extensión, la Dirección de Cultura y el Programa Educación y Cultura.
“Es un trabajo interdisciplinario si se quiere porque además muchos de los músicos y los representantes de la comisión directiva son empleados de la universidad: docentes, jefes de proyecto, jefes de equipo de investigación que se dedican en forma aficionada a la música”, contó Luis a ADNSUR.
En la actualidad son 35 los integrantes de la orquesta, músicos aficionados que encontraron en cada ensayo algo más que acordes. Por ejemplo, Juan Carlos Smith, el asesor legal de la universidad, es el único oboísta de Chubut, y hasta Río Gallegos. En su caso la orquesta significó la posibilidad de volver a encontrar un espacio para tocar su instrumento luego de 25 años, y hoy es uno de los que más lucha para que la formación siga creciendo.
La bióloga Silvia Miscoria toca el clarinete, mientras que la docente de Música Susana Bustos es la única fagotista, y el geólogo Gabriel Casal toca flauta traversa. Todos trabajadores de la educación que tienen la misma pasión.
Por esa razón, Luis asegura que la orquesta es mucho más que un conjunto musical. “Para muchos esto es un sueño. Hay muchos músicos que cuando terminamos de tocar lloran de emoción porque este espacio no existía y lo estamos construyendo para las generaciones futuras. A futuro se va a convertir en un espacio profesional y quizás termine en una carrera de Arte para la Universidad, lo que sería grandioso, pero el presente no nos deja de sorprender para bien. Así que estamos felices de esta posibilidad que se da”, admitió con una sonrisa de satisfacción en el rostro.
Por lo pronto, Luis busca que más músicos se suban a ese colectivo que conduce. Espera que siga rondando con mucha mayor solidez y dinamismo, sabiendo que puede ser el camino para algo más grande, quizás el germen de una futura carrera de música que alimente la cultura de la ciudad.
“Queremos que esto crezca. Cumplimos con la función de la universidad, educar a la gente en forma libre y gratuita y ofrecer entretenimiento en una época donde las industrias creativas son la tercera o cuarta economía mundial. Buscamos que la gente se divierta, lo disfrute, que pueda aprender y que fundamentalmente le quede ganas de volver a escuchar”, dice este joven inmigrante que sueña con dejar su huella en la ciudad.