COMODORO RIVADAVIA (ADNSUR) - Nació en Buenos Aires pero cuando se casó se vino a vivir a Comodoro Rivadavia, y luego que rindió las cinco materias que le quedaban ingresó al Hospital Regional, donde se quedó para siempre. Este martes es el Día del Pediatra en Argentina, y en Comodoro si hablamos de la especialidad es imposible no recordar a Mara Márquez, una defensora de la salud pública que ha atendido a por lo menos tres generaciones de infantes.

Su historia se remonta al 82, cuando se vino de Buenos Aires, recién casada, con solo 24 años. Su marido de chico había vivido en esta ciudad y Comodoro apareció en su búsqueda de nuevos aires para escapar de la gran ciudad. Por eso, ella a modo de chiste dice que es una porteña arrepentida.  

“Soy una porteña arrepentida, me vine a vivir acá porque no me gustaba Buenos Aires, entonces cuando me case elegimos venir. Yo vine acá con él y me encantó, porque era formar nuestro hogar. Cuando me vine debía cinco materias y estaba embarazada. Las materias ya las había cursado y en ese momento Aerolíneas Argentinas no era tan caro, entonces iba, rendía y me volvía hasta que me recibí, embarazada de seis meses”, recordó en una charla con ADNSUR.

El 25 de septiembre de 1982 Mara Márquez se recibió de médica, carrera que estudió por herencia de sus padres. Es que ella quería ser psiquiatra, como ellos. Sin embargo, en el camino cambió de planes y se abocó a los niños. “En mi casa solo se hablaba de psiquiatría, entonces empecé medicina para ser psiquiatra como mis viejos y dos de mis hermanas, pero cuando cursé pediatría en Casa Cuna me encantó. Dije ‘esto es lo mío’, porque tiene algo que ver en acompañar a la familia, decodificar algunos funcionamientos familiares y algunas cuestiones del desarrollo. Es hermoso”.

Mara cuenta que cuando quiso hacer la residencia de pediatría en el Hospital Regional, el jefe del departamento no la autorizó porque estaba embarazada, y le dijo: ‘No la acepto, porque va a ser una madre mediocre y una médica mediocre”, pero le permitió asistir como concurrente. 

Mientras hacía la concurrencia, que no impone la obligación de hacer guardias médicas y es más extensa que una residencia, quedó embarazada de su segundo hijo, quien en los últimos días ingresó al Hospital Regional como neurólogo infantil y especialista en epilepsia, todo un orgullo para la madre. 

En su larga trayectoria ella fue jefa del servicio en dos oportunidades. Primero desde 1991 a 1997 y luego desde los últimos años de la década del 2000 hasta 2018, cuando renunció al cargo como una forma de empezar a dejar la actividad. También trabajó en el Centro de Promoción Barrial del San Cayetano y otros barrios.

Al ser consultada sobre qué cambió en la pediatría desde que se inició en la especialidad no duda. Dice que por un lado el avance de las vacunas, pero lo más importante la perspectiva de género, el gran desafío que queda por delante. 

“Cambiaron las vacunas y hay enfermedades nuevas que los pediatras nuevos nunca van a ver, pero lo importante es que cambió la perspectiva de género, esa cuestión de las infancias y abrir nuestra cabeza a la elección de la sexualidad de cada niño. Antes era algo impensado un chico chiquito transgenero, y en eso la que me hizo evolucionar fue mi hija mayor, que es bioquímica y hace toda la parte de armonización en personas trans. Entonces, este es el desafío para nosotros los pediatras: abrir las cabezas a las nuevas familias, acompañarlas como hayan querido ser. Yo por suerte la pude abrir”, dice con orgullo.

Por supuesto, su otro gran orgullo es el ingreso de su hijo a la salud pública de Comodoro, una suerte de herencia en el Hospital Regional. 

“El empezó a atender a los pacientes neurológicos por teléfono. Cada vez que venía a casa me decía ‘vieja, o te arreglo las cosas de la casa o te atiendo los pacientes’ y yo le decía ‘prefiero que atiendas los pacientes’ y así se fue enganchando con el servicio y ahora entró como médico de viajero; va a venir una vez por mes durante una semana. Eso me llena de orgullo porque una vez al mes lo voy a tener en casa, y a la vez porque significa el crecimiento del servicio de pediatría, tener un neurólogo infantil y dejar de esperar que vengan de Buenos Aires. Entonces tenemos hematóloga infantil, infectólogo, neumólogo, y el placer que me da es que está creciendo el servicio”.

Por supuesto que su orgullo atraviesa más allá de la parte profesional y la lleva a su propia historia, a aquellos años en que el sacrificio también lo hicieron sus hijos. “Uno le ha sacado muchas horas de la vida a los hijos. Mamá que no estaba porque estaba de guardia, que venía nerviosa porque estaba de guardia, y que a pesar de eso un hijo mío apueste a la salud pública y a querer venir acá para que esto crezca es un orgullo, porque a mi me jubilan, pero yo dejó un hijo con el que yo hacía guardia embarazada de él”, sentencia. 

Por estos días Mara esta abocada a la atención Covid, asistiendo a familias de chicos que se contagiaron del virus. Para ella es la mejor forma de ayudar en este momento. “Es una tarea que me encanta porque sentís que podés acompañar también desde otro lugar. Yo los llamó por teléfono, le preguntó qué le pasa al chico, pero me encanta involucrarme en qué le pasa a toda la familia, no solamente en el chico. Entonces es el granito de arena que uno pone porque siente que tiene que hacer algo por esta pandemia. Si yo no tuviera la edad que tengo ya estaría en los barrios o hisopando, porque uno tiene una función que tiene que ayudar en algo, pero también me doy cuenta que ya soy grande”, afirma. 

En este Día del Pediatra que mejor que homenajear a Mara Márquez, una defensora de la salud pública, que ha atendiendo a varias generaciones, cosechando amor y cariño en la ciudad que eligió como propia.

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