Con 105 años, y dando una entrevista por Zoom. Miguel Pascual Fenolle ya pasó hace rato el siglo de vida y no le teme a la tecnología, pese a que cuando él nació la radio daba sus primeros pasos. 

Miguel, el abuelo centenario de Comodoro Rivadavia que hoy cumple 105 años, vio el nacimiento de la televisión, el surgimiento de las computadoras, la aparición de internet y ahora es testigo del crecimiento de tecnologías remotas, aunque en el fondo, quizás poco entienda cómo funcionan; total eso ahora es lo de menos.

Por estos días de pandemia, Miguel sigue disfrutando de la vida y lo demostró en la charla que mantuvo con ADNSUR vía Zoom. Se lo vio vital, con ganas, desbordando alegría y dejando lugar a la picardía que lleva dentro. Recordó su infancia, su adolescencia y su llegada a la ciudad del viento, y contó el gran secreto para superar la barrera de los 100 años: “Hay que mirar adelante y no olvidar lo que ha pasado atrás, se entiende? O sea, siempre mirar para adelante y no olvidar lo que dejaste atrás”, dice con orgullo.

DE LA GUERRA CIVIL A LA PATAGONIA 

Miguel nació en Ejea de los Caballeros, Zaragoza, España, en 1916. Tuvo una infancia feliz, criando ovejas con su abuelo. Sin embargo, la Guerra Civil Española cambió todo en su vida. 

Tenía 18 años cuando se sumó al ejército republicano y no la pasó nada bien. Durante la guerra cayó prisionero dos veces, hasta que pudo escapar a Francia, tras recorrer 900 kilómetros a pie. 

En tierras francesas, Miguel trabajó en el campo. Y allí, en Marsella, conoció a Milagros Julia Ollovarren Echarri, el amor de su vida, con quien se casó y tuvo sus tres hijos.

Con Alicia, la enfermera que lo cuida a diario.

En 1950, un tío que vivía en la ciudad de Colón, provincia de Buenos Aires, lo motivó a que migren a Argentina. Allí tenía trabajo pero no casa, y el llamado de otro pariente lo trajo a la Patagonia, tal como recordó en la entrevista ADNSUR.

“Me iba a quedar en Colón, cerca de Pergamino, en Buenos Aires. Trabajo tenía en el pueblo de sepulturero, pero no teníamos vivienda. Entonces había un pariente de Comodoro que nos dijo ‘vení para acá, trabajo no te va a faltar, casa nos vamos arreglar’. Dicho y hecho, agarré y me vine para acá”.

Miguel y su familia vivieron dos meses en un garaje de kilómetro 8 que estaba cerca de la playa. Con un techo en la cabeza pudo entrar a la Compañía Ferrocarrilera de Petróleo, que luego pasó a ser Petroquímica. Eran tiempos distintos y la misma empresa le dio un techo para su familia. 

“Dónde está el aeropuerto Petroquímica tenía en aquella época un barrio y me dieron casa allá", recuerda. Viví cuatro años, pero después Petroquímica hizo el barrio este y yo pedí cambiarme y venirme acá, al 8. No me daban casa acá porque tenían una sola habitación, pero arreglamos para los chicos un lugar, pusimos dos camas chicas y ahí dormían. Después la empresa me hizo una pieza más”, dice con nostalgia.

En 1980 Miguel se jubiló en esa empresa, y desde entonces se dedicó a disfrutar la vida. Así, pasó tardes enteras pescando o pulpeando, buscando almejas y mejillones. Le gustaba tanto su hobby que luego integró la comisión directiva del Club de Pesca el Pique y fue miembro del Centro de Jubilados del barrio. 

En la actualidad Miguel sigue viviendo en Kilómetro 8. Todos los días, cuando el sol ya casi pega en la cabeza, se levanta a tomar café con leche con facturas o galletitas dulces. Y Alicia, su enfermera, es cuidadora y acompañante en cada jornada en la que no puede faltar el diario y algún chocolate o bombón.

Su nieta Daiana asegura que es fanático de lo dulce. Y por supuesto, la siesta es sagrada. Luego de un buen descanso, Miguel pasa tiempo con Alberto, su hijo, con quien comparte los partidos de su querido Boca Juniors, club del que es simpatizante.

En la charla con este medio, Miguel no puede evitar sonar con el acento de sus raíces, también influenciado por la televisión española que tanto le gusta mirar. 

Al reflexionar sobre su vida, lo hace con gracia y detalle, demostrando que el cuerpo puede envejecer, pero la mente está intacta. “Mi vida ha sido buena y mala, porque en España fue la Guerra Civil y eso a ninguno le hace gracias por lo triste que es; sobre todo una guerra civil entre hermanos, padres e hijos. Estuve tres años en eso, pero lo puedo contar porque todavía estoy acá. Como dice el dicho: ‘estoy vivito y coleando’, hasta que San Pedro me diga vente para acá, que tengo lugar acá. Pero me siento bien, satisfecho y contento, porque no todos llegan a esta edad”, concluyó el hombre que cumplió 105 años y vive para contarlo.  

ADNSUR está certificado por CMD Certification para la norma CWA 17493 de JTI, octubre 2024-2026. Ver más
¿Querés mantenerte informado?
¡Suscribite a nuestros Newsletters!
¡Sumate acá 👇🔗!
Recibí alertas y la info más importante en tu celular

El boletín diario de noticias y la data urgente que tenés que conocer