“Los alfajores son mi golosina preferida”, dice Ana Gristan (40) y el entusiasmo de su voz y su sonrisa en el rostro explican de alguna forma el por qué de emprender con una marca de este tipo.

La mujer que hace 20 años llegó a Comodoro desde Buenos Aires siendo una adolescente y el último verano decidió crear una marca de alfajores artesanales que crece paso a paso con un sabor que los hace únicos y un sello distintivo, su lugar de origen. "Alfajores Artesanales La Rada" es el primer producto de este tipo de la villa balnearia. El emprendimiento comenzó apenas hace unos meses. Sin embargo, Ana ya se anima a soñar y se proyecta para competir en el Mundial de los Alfajores que cada año se realiza en Buenos Aires.

Es que como ella dice, “hay como todo un mundo de alfajores, todo un boom en Argentina”, de un rubro que crece a pasos agigantados con un estilo nacional que los hace únicos.

Los alfajores "La Rada" se consiguen en dos negocios de Comodoro, en ferias y también por Instagram.

En enero de este año, Ana comenzó con su emprendimiento buscando un empleo que le permita cuidar a sus hijas y continuar estudiando. “Estaba buscando algo estable acorde a mis necesidades”, cuenta a ADNSUR. “Tengo dos hijas, el tiempo un poco más reducido y estoy terminando la carrera de licenciatura en Gestión Ambiental. Estoy terminando la tesis, que es una de mis prioridades, y necesitaba un trabajo que también me permita cuidar a mis hijas que son chiquitas, y como siempre me gustaron los alfajores dije ‘bueno, ¿por qué no hago alfajores?’. Empecé en mi casa a ver cómo me salían, porque en realidad no había hecho nunca para vender, y los primeros me gustaron y empecé”.

Ana viene de familia pastelera. Es de ascendencia judía y aún se saborea cuando recuerda aquellas galletas que hacía su abuela. “En mi familia hay una tradición de comidas muy fuerte. Mis abuelas hacían unas tortas, unas tartas y unos postres impresionantes. Yo me acuerdo que mi abuela hacia esos scones, unas masitas riquísimas. Tengo la receta, pero no me salían igual, pero creo que viene de ahí porque siempre me gustó la pastelería”.

Mientras habla, la mujer deja caer palabras que explican el por qué de este emprendimiento y este gusto por esta nueva economía que elige como medio de vida. Sin dudar, admite que “los emprendimientos personales ayudan un montón al crecimiento personal y a la economía”, y en "momentos de crisis te pueden ayudar a salir adelante”. Por eso sabe que más allá de que se reciba va a continuar con los alfajores.

Lo cierto es que Ana alguna vez ya emprendió como pastelera de forma más casera. Por entonces, vivía en la gamela de la Universidad y necesitaba su propio sustento. Así, con Matías, su novio que luego se convirtió en su marido, comenzó a hacer budines que vendía por el centro de Comodoro.

“Éramos franqueros de un local que funcionaba acá”, cuenta mientras toma con sus manos un exprimido de naranja en Blue. “Éramos franqueros de Balcarce. Vivía en la gamela, no tenía un mango y vivía un poco de lo que me daba mi mamá, de una ayuda universitaria y laburando mientras estudiaba. Me acuerdo que mi suegra nos invitó de vacaciones a Córdoba y ninguno de los dos tenía un peso. Entonces dijimos ‘hagamos algo’ y empezamos con los budines. Compré moldecitos de papel y me puse a hacer budines. Por ahí estábamos toda la noche cocinando y salíamos a la mañana con una canasta a vender budines por el Centro. La gente me compraba. Así junté la plata para irme de vacaciones y después seguí haciendo budines hasta que me nació Ema”.

La llegada de Ema, que hoy tiene 11 años, cambió los planes de la pareja, pero Ana nunca dejó la pastelería, al contrario. En 2014 hizo un curso de decoración de tortas en la Calesita, luego llegarían otras capacitaciones, pero siempre quedaba latente la posibilidad de emprender, hasta que el último verano encontró la idea que tanto buscaba.

En solo 8 meses, Ana pasó de elaborar alfajores en su casa a trabajar en la Sala de Elaboración de Comodoro Conocimiento. Para ella fue un camino de ida, la invitación a sumarse al registro de elaboradores y comenzar a vender en comercios. Así se empezaron a abrir puertas, tanto en locales comerciales como en ferias de productores.

“Conocí a Yoli, que dirige la Agrupación de Artesanos y Productores de Saavedra y tuve la posibilidad de comenzar a presentarme en ferias y la gente me empezó a conocer. Eso me ayudó a empezar a expandirme, todavía me falta un montón de camino, pero ahí vamos”.

Ana tiene 10 sabores en stock. Alfokinder, Intenso de frutos rojos con chocolate semiamargo, Dulce de leche, Crema Bon o Bon, Crema frutos rojos, Nuez, Choco y cerveza, entre otros.

Admite que no da abasto con la producción. Sin embargo, su producto terminó convirtiéndose en un emprendimiento familiar. “Estamos todos con esto. Mi marido me ayuda a hacer las tapas y  mi hija me ayuda a cortar las etiquetas. Eso me ayuda un montón porque mientras él hace las tapas yo hago los rellenos y cuando estén listos, esperamos un tiempito que se quede el alfajor, los baño y salen más rápido. La producción es un tema, porque empecé sin tener ninguno de los elementos adecuados, pero empecé con 200 alfajores por semana. Entonces a veces estoy todo el día trabajando”.

A las horas de producción se suma también el tiempo de ventas en su stand o a través de las redes sociales, y la búsqueda de nuevos sabores, porque como dice, estos tienen de bueno los alfajores: “son muy versátiles, vos podes crear, usar un montón de rellenos, distintos gustos de tapas y eso te permite crear, idear, tener un montón de opciones”.

Ahora Ana se encuentra probando un nuevo alfajor de pulpa de damasco. Los mismos fueron cosechados en una quinta de Laprida y pronto saldrán al mercado. 

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Del Instagram de laradaalfajores

La mujer está contenta por el crecimiento que está teniendo su emprendimiento. También agradecida a todos aquellos que le dieron una mano y la ayudaron a abrir puertas que hoy le permiten expandirse. Sin embargo, ya sueña con más. “No pensaba cuando empecé que iba a tener esta capacidad de crecimiento y que gusten tanto. Recién estoy empezando, pero me gustaría que se conozcan en Argentina por eso quiero participar el año que viene del Mundial del Alfajor. Es algo a lo que apunto, que me re gustaría y que estoy proyectando y por qué no en algún momento tener una alfajorería con una sala de elaboración".

Cuando lo dice, otra vez la luz vuelve a su rostro. Ana se entusiasma, lo transmite y lo imagina. Es que, como dijo al principio, los alfajores le encantan, son su golosina preferida y hoy su emprendimiento, aquel que le permitió encontrar un trabajo que se amolde a sus necesidades de madre, estudiante y emprendedora, un camino dulce y con mucho sabor.

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