CÓRDOBA - "Romper con el estereotipo de que las personas con discapacidad no podemos me resulta inspirador”, dice Nicolás Martínez, quien con 26 años obtuvo su título universitario tras ocho años de estudio, y fue galardonado por su excelencia, talento y la dedicación.

Entre septiembre y diciembre de 2020, la vida de Nicolás se convirtió en una especie de montaña rusa. Según cuenta a Infobae, tuvo picos de alegría y felicidad, como cuando se recibió de abogado y fue galardonado como uno de los jóvenes del año; pero también momentos de miedo e incertidumbre: "Me contagié de COVID-19 y pasé doce días internado con una neumonía", recuerda.

A una semana de comenzar el 2021, después del “sacudón” que le dejó el año anterior, el joven de la ciudad de Bell Ville (Córdoba) se dispone a conversar para hacer un repaso de lo vivido y, además, para dejar un mensaje.

Hijo de Marisa Astudillo y Omar Martínez y hermano menor de Gabriela, Nicolás nació el 6 de mayo 1994. Nació -cuenta su mamá, que se suma a la entrevista- a los siete meses de gestación. “Era tan chiquitito que pasó un mes en Neonatología. Cuatro o cinco meses más tarde nos dimos cuenta de que no veía”, relata Marisa acerca del trastorno ocular de su hijo, conocido como “retinopatía del prematuro”.

Por sugerencia de los médicos, los Martínez viajaron a Córdoba Capital con la idea de colocarle un implante a su bebé para “salvarle” el ojo izquierdo. “Le hicieron una cirugía, pero no dio resultado”, apunta Marisaque, tras el cimbronazo, decidió aprender a leer y a escribir en Braille para cuando tuviera que ayudar a su hijo con la tarea. Mientras tanto, Nicolás crecía y daba sus primeros pasos con ayuda de un bastón con una rueda. “Siempre fue muy independiente”, rescata su mamá.

El colegio, cuenta la madre de Nicolás, lo hizo en una escuela común. En el Primario fue primer escolta y, en el Secundario, abanderado. Además, formó parte de la Asociación de Ajedrecistas Ciegos de Argentina.

“Desde muy chico, el ajedrez se convirtió en mi deporte de cabecera. Frente a un tablero somos todos iguales: no importa si ves o no ves. Se juega con la cabeza”, dice el joven que además de consagrarse campeón a nivel municipal, fue subcampeón a nivel provincial y nacional.

Antes de empezar a estudiar Derecho en la Universidad Siglo 21, gracias a una beca de la Fundación Sudecor, Nicolás se interesó por la Matemática y el Periodismo. “Al final, me incliné por lo legal. Quería conocer y familiarizarme con los derechos, sobre todo los vinculados a la discapacidad”, asegura el bellvillense y pone énfasis en la necesidad de difundir esos derechos, como por ejemplo el del cupo laboral que, más de una vez, no se cumple.

Acerca de la cursada, que siempre fue a distancia y asistiendo una vez por semana a la sede que la Facultad tiene en Bell Ville, Nicolás cuenta que pudo realizarla gracias a la instalación de un software, que funciona como un lector de pantalla. “Hice toda la carrera bajo esta modalidad que ya estaba instaurada en la facultad. De un tiempo a esta parte, producir libros en Braille es muy costoso. Tres hojas en en ese sistema equivalen a media carilla de escritura convencional”, explica el joven que, además, se define como un gran lector de novelas.

Sobre sus compañeros, cuenta que siempre lo incluyeron en los trabajos y grupos de estudio. “Es más, como a mí me gusta mucho hablar, me mandaban al frente para que expusiera en voz alta. Los docentes también: durante toda mi cursada estuvieron abiertos a adaptar las consignas o formas de evaluar”, dice.

A fines de 2018, después de un proyecto de tesis que se le frustró, Nicolás arrancó con un segundo proyecto que defendió el martes 1 de septiembre de 2020. El eje central fue el Programa Médico Obligatorio (PMO). El joven se preguntó si PMO es el límite o la base para que las obras sociales brinden cobertura a personas con discapacidad. “Llegué a la conclusión de que es la base desde las cuales tienen que partir, porque las personas con discapacidad estamos protegidas por derechos garantizados por convenciones internacionales”, explica.

El día que defendió su tesis frente a un tribunal por videoconferencia, Nicolás estaba en una de las habitaciones de la casa de sus papás. En el living, sus padres, su hermana, su sobrino y su novia esperaban ansiosos la nota para celebrar todos juntos.

“Para mí fue cumplir un sueño. Romper con el estereotipo de que las personas con discapacidad no podemos, resulta inspirador. Fue uno de los días más felices de mi vida”, dice.

"Me recibí de abogado", dice el cartel en letra imprenta y en braille, que armaron los padres de Nicolás el día que defendió su proyecto de tesis. “Mi marido. Él recortó los redondeles y yo los pegué”, cuenta la mamá de Nicolás.

Las cosas por su nombre

En 2016, cuenta Nicolás, se puso de novio con Gabriela. Se conocieron en el Instituto Especial Maria Montessori de Bell Ville y, desde hace tres años y medio, conviven en un departamento junto a sus tres perros. “Ella también es discapacitada visual”, dice Nicolás. Hace una pausa y pide hacer una aclaración. “Se dice ciego o persona con discapacidad visual. No videntes somos todos, salvo que puedas ver el futuro”, afirma entre risas.

“Muchos me preguntan por mi ceguera. ‘¿Cómo podés vivir sin la vista?’, me dicen. La realidad es que yo no tengo esa sensación de pérdida, porque es algo que nunca tuve. Mi vida siempre giró en torno a otras formas: me oriento por los sonidos, el tono de voz de las personas y los espacios. Esas son mis referencias. Lógicamente, soy consciente de que hay cosas que no puedo hacer, pero gracias al avance de la tecnología cada vez son menos”, apunta el joven.

A modo de ejemplo, explica que puede seguir las series que mira todo el mundo “porque las grandes productoras, como Netflix le agregan audio descripciones a cada capítulo. De hecho, entre mis grupos de WhatsApp hay uno que comparto con amigos ciegos de distintos países y uno de los temas de los que siempre hablamos es de cine y series”, dice.

Por lo general, explica Nicolás, se enfrenta más a barreras de actitudes que físicas. “Está la idea vieja de que la persona con discapacidad no puede o necesita asistencia. Es lo que más cuesta modificar y me gusta corregir desde el respeto. El mensaje de la persona con discapacidad como sujeto de caridad y asistencia, y no como sujeto de derecho, viene de hace mucho, no es que las personas lo hagan con mala voluntad”, reflexionó en un reportaje que le realizaron.

Trabajar por la inclusión

En la actualidad Nicolás tiene dos empleos. Uno en la sede que la Universidad Siglo 21 tiene en Bell Ville, la Fundación para la Enseñanza Universitaria, donde se desempeña como Asesor de Carreras. Su otro puesto es en un estudio jurídico. Allí, un mes después de obtener su título de abogado, el joven de 26 años contrajo COVID-19.

“Me contagió una compañera con la que compartimos computadora. A su vez, yo contagié a mi pareja, pero ella lo transitó de manera leve y en casa. Lo mío fue más complicado”, cuenta.

Cuando Nicolás dice complicado, no exagera: pasó doce días internado en la Clínica de Especialidades Villa María. “Me trataron con ibuprofeno inhalado porque tenía una neumonía que se podía agravar”, recapitula. “Lo peor fue la soledad que sentí. Porque es así: estás solo. Las enfermeras entraban contadas veces y con el equipo de protección. Aunque trataba de ser optimista, por momentos tuve miedo”, agrega.

Tras su recuperación de coronavirus, Nicolás Martínez recibió la noticia de que había sido seleccionado, por la Bolsa de Comercio de Córdoba, como uno de los “Diez jóvenes sobresalientes de 2020”.

De saco y corbata, el jueves 17 de diciembre del 2020, fue a recibir su estatuilla al estrado que se montó en el Hotel Quórum, al norte de la Capital de Córdoba.

Galardón en mano, Nicolás agradeció a todas las personas que lo acompañaron en su camino, entre ellas, sus docentes, su familia y su novia. “Mi gran sueño es que llegue el día en que no tengamos que trabajar más por la inclusión. Que el mundo esté hecho para todos y todos tengamos un lugar”.

Fuente: Infobae

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