Qiu Zong Ming, un hombre originario de Taiwán, convirtió su rutina diaria de salud en un atractivo para la comunidad de Rada Tilly, donde cada día camina seis kilómetros en un lapso de tres horas. Con su característico gorro de arpilla y un bastón de madera que le ayuda en su andar, su presencia se volvió un símbolo de perseverancia y bienestar, inspirando a los vecinos a adoptar hábitos saludables en su vida cotidiana.

En el corazón de Rada Tilly, Qiu se encuentra al frente de la rotisería ubicada sobre avenida Seguí, donde atiende a los clientes con dedicación y esmero. A pesar de la ajetreada jornada, se toma un momento para disculparse por la espera, ya que estaba ocupado en la preparación de una bandeja de ensalada rusa. Con 14 años de historia detrás de su negocio, fundado por su esposa, Qiu destaca que este es el periodo de mayor atención en su trabajo, un reflejo del compromiso que tiene con su emprendimiento y con la comunidad que lo respalda.

Qiu, el taiwanés que trajo el sushi a Rada Tilly cuando no era una moda

Enseguida entra un cliente, y él grita algo que repetirá al menos tres veces en nuestro encuentro: “¿Hola, usted ya pidió?” Y luego, mediante otro grito, por la distancia y la edad, le avisa a su esposa.

Qiu tiene 86 años y su esposa, Xu Ren Ying, 74. Cuando fui por primera vez a buscarlo para la entrevista, me atendió ella. Dijo que no hablaba bien español y que su esposo estaba caminando, que siempre suele hacerlo unas tres horas.

Él, por su atuendo, es casi parte de la postal de Rada Tilly, alguien que todo el mundo alguna vez vio, pero de quien no se sabe mucho. Por eso fuimos a buscarlo.

Qiu, el taiwanés que trajo el sushi a Rada Tilly cuando no era una moda

Qiu nació en Taiwán, pero cuando era joven emigró a China. Asegura que estudió medicina, pero no terminó y decidió irse a vivir al gigante asiático. Allí conoció a su esposa. Él tenía 50 años.

El protagonista de esta historia asegura que en ese país estuvo preso por intentar escapar hacia Corea del Sur, “como muchos cubanos que quieren escapar”. Por eso, admite que no dejó cualquier país.

Fue recién en 1987 cuando se fue de China gracias a la ayuda de su hermano, que vivía en Buenos Aires. Primero vino solo y luego viajó su esposa y su hija: la compositora Haien Qiu, quien por entonces tenía solo 3 años.

Qiu y su familia estuvieron tres años en Buenos Aires. Luego decidieron continuar su vida en el sur. Puerto Deseado fue su hogar durante cinco años. Allí trabajó en una pesquera de un japonés hasta que su jefe se fue de la zona. Fueron años buenos e incluso pudo comprar una casa, pero cuando el trabajo terminó, decidió buscar nuevos aires.

Comodoro Rivadavia, la capital del petróleo y tierras de inmigrantes, fue el lugar que eligieron. Aquí se dedicó a vender maní dulce y brotes de soja por las calles de la ciudad. “Con eso mantengo a la familia, pero solo sobrevivo”, dice a la distancia.

Qiu, el taiwanés que trajo el sushi a Rada Tilly cuando no era una moda

Hace 14 años, Qiu y Xun dejaron Comodoro Rivadavia y se vinieron a Rada Tilly, donde abrieron “Os Shanghai-Tokio”, una rotisería de comida oriental. El menú tiene de todo, desde pan chino al vapor, gyoza, chop suey, chow mein, hasta yo tofu con algas kombu, platos exóticos que invitan a adentrarse en esa cultura.

Por supuesto, no faltan los adornos de ese país, y a un costado también está el carro de Qiu, aquel que le sirve para apoyarse en sus caminatas diarias. Es que perdió un ojo y con el otro ve poco, lo que explica de alguna forma las antiparras que suele llevar para cuidarse de la tierra y la arena que el viento hace revolotear en la costanera.

Qiu asegura que fue uno de los primeros que vendió sushi en la rada, pero esos tiempos no eran los de ahora. “Antes no prosperaba, ahora sí”, dice, y cuenta que ahora lo prepara una vez por semana, ya que lleva mucho trabajo y está muy cansado.

Por su edad, ya no cocina tanto como antes, y su esposa está encima de la rotisería. Él se encarga de la receta. A su actividad todos los días le suma la caminata, aunque cada vez es más difícil. “Son casi seis kilómetros, de punta a punta, pero a veces, cuando hay viento, yo tengo miedo y no camino”.

Otra vez entra un cliente a la rotisería: una mujer con una niña pequeña. Qiu pregunta lo mismo: “Hola, ¿usted ya pidió?” Ella le contesta que sí. Xu le trae su pedido y le invita a un pequeño bocadito. Ella elige llevárselo.

La charla llega a su fin, les pido una foto y, antes de irme, XU me pide que tome uno de los bocados. Lo pruebo; es de verdura, frito en aceite, una delicia. Me da una bandeja, la acepto por respeto y agradecimiento por haber conocido un poco del mundo de Qiu, este hombre que es parte de la historia urbana de Rada Tilly.

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