Quedarse sin trabajo: las historias de los que viven la crisis en Comodoro
Cuando se cierra una persiana cae una pequeña pyme o grande, según el caso y queda un local vacío. Cuando cierra un comercio también queda una persona sin trabajo, a veces un padre, a veces un joven con sueños que debe tratar de volver a remontar el barrilete. Este domingo, te contamos las historias detrás del cierre de cada comercio en Comodoro Rivadavia, una realidad que asusta y que no es nueva.
COMODORO RIVADAVIA (ADNSUR) - Caminar por el Centro de Comodoro Rivadavia duele por estos días del otoño del 2021. Transitar por los barrios también. Cada semáforo se ha convertido en una especie de shopping ambulante, y mientras antes podías comprar churros y alfajores, hoy es posible llevarse desde barriletes hasta portacelulares, pasando por sándwiches, pan, bolsas de basura, y pañuelitos descartables.
El efecto de la crisis, que comenzó en el gobierno de Mauricio Macri y aceleró la pandemia, se hace sentir con una fuerza que aterra. Cada vez hay más persianas bajas y eso se traduce en gente sin trabajo y sin ingreso al hogar en medio de un vivir caro, y mucho más en Comodoro, la “capital del petróleo”.
Pero como decimos, esto no es nuevo, sino basta con preguntarle a Angel Morales (31) quien trabajó en Hipertehuelche y por estos días se dedica a hacer changas. “Hace casi un año y medio que me quedé sin trabajo. La situación está difícil, no conseguís trabajo en ningún lado, muchos te quieren tomar solo durante el periodo de prueba y después queda en la nada”, dice a ADNSUR.
Ángelfue uno de los más de 60 trabajadores de la empresa de Eduardo Costa que se quedó sin trabajo ante el cierre de la principal sucursal que tenía en Comodoro, sobre la avenida Hipolito Yrigoyen.
En su caso decidió apostar a un retiro voluntario, en vez de esperar que sucedía de la firma. Es que ejemplo sobran de que a veces esos son los primeros indicios de la crisis, sino basta ver lo que sucedió con diario El Patagónico en estos últimos cinco años, que iniciaron con retiros voluntarios, falta de pago y una empresa a la deriva, con sueldos congelados y pago a cuenta gotas.
“En nuestro caso teníamos la opción de irnos o quedarnos y ver que pasaba. La mayoría optamos por irnos porque la otra sucursal de Kilómetro 3 no podía tener a los casi 60 empleados que éramos. Entonces, nos fuimos con el retiro y la promesa de que en Maxiconsumo, (la nueva firma que trabaja en ese local) podamos tener una oportunidad, pero no pasó nada”, lamenta.
A la falta de trabajo en la zona por el cierre de varias empresas, se sumó el efecto de la pandemia. Angel había entrado a otro corralón de materiales cuando la cuarentena frenó todo y cambió los planes para él. “Entre a Easy, estuve los tres meses de prueba, pero como pasó lo de la pandemia nos mandaron a la casa. Entramos primero dos y después entraron 11 chicos más, pero quedamos todos afuera”.
LA CRISIS EN EL SENO FAMILIAR
Cuando el trabajo se va, y la estabilidad se pierde, duele hacer frente a la realidad. Más cuando se tiene hijos cómo en el caso de Angel, que tiene dos chicos 7 y 8 años, y alquila. “Es bastante difícil. Mi señora también es empleada de comercio y con eso nos estamos arreglando, pero encima alquilamos, así que imaginate que toda la sobrecarga familiar cae en ella y lo que uno puede sacar haciendo changas, pero a veces pueden salir uno o dos trabajos”, dice este joven que sabe hacer desde soldadura a electricidad, y fontaneria (02974366008).
El caso de Ángel no es aislado. Su viejo también está en la misma situación. Hace dos años se quedó sin trabajo en una petrolera y desde entonces no puede reinsertarse al rubro. La pandemia también tuvo su efecto en él, ya que había entrado a una empresa pero el párate económico frenó todo.
Marcelo Romero está en la misma situación. Hace dos años se quedó sin trabajo y desde entonces se las rebusca con changas. “Yo trabajaba en Coca Cola y me quede sin trabajo hace dos años. Fue por reducción de personal. Ya antes de que me echen a mi y a un compañero venían echando de dos, de a tres de uno. Así estábamos. Después de eso estuve trabajando con un contratista, pero fueron seis meses, se terminó el trabajo y otra vez quedás afuera. Ahora estoy haciendo changas con un señor que te paga por día y a la noche hago delivery para hacer un mango más”, contó ADNSUR.
Marcelo tiene 42 años, vive en el barrio San Cayetano, y a diferencia de Ángel, sus hijos son grandes. Ellos están en la universidad buscando un mejor futuro que les evite pasar por estos malos tragos, aunque nadie está exento.
“Yo quiero conseguir algo bueno para que los chicos puedan seguir estudiando. Con estos trabajitos así ya no los podés ayudar. Mi señora da clases de manualidades y por ahí ganas unos pesos, y encima todo aumenta. Estamos pagando 11 mil pesos de luz porque no tenemos gas, nos tienen a la vuelta y todo consumo es electricidad o garrafa para la cocina”, lamenta al contar cómo es su nueva realidad.
Los vaivenes del día entre la changa fija y el desempleo hace que a veces sea imposible salir a buscar trabajo. Sin embargo, asegura que cuando lo hacía era complicado también encontrar algo. “Andaba por todos lados entregando curriculum. Donde dejaba curriculum volvía a los dos o tres días, pero nada, no te toman. También fui al sindicato petrolero, hable con Ávila que me iban a tener en cuenta, pero nada” (2976241571).
LA PANDEMIA QUE AGRAVÓ TODO
En tiempos de pandemia, la situación se agravó. El reflejo es lo que le sucedió a Angel y Marcelo cuando los tomaron pero no alcanzaron a superar el periodo de prueba y cayó la cuarentena. Pero también lo que le sucede a Leonel Mansilla, quien este mes fue suspendido junto a otros compañeros, por la situación que dice atravesar Garbarino. “Me suspendieron este mes, trabaje todo el mes de marzo, por lo que me deberían pagar el 100 por ciento de mi sueldo, pero estamos 16 y no me pagan todavía, cero peso y no se cuanto voy a cobrar el mes que viene”, dice a este medio.
Leonel en su caso vive solo, no tiene hijos, pero sí un alquiler que pagar, con todo lo que ello implica, y los gastos diarios, algo que tampoco cubrir por estos días. “En mi caso vivo solo en el Centro, pero este mes ya no pude pagar el alquiler, ni comprar comida tampoco. No tengo para la nafta ni para imprimir un curriculum. Mis compañeros están trabajando pocas horas y le pagaron el 25 por ciento del sueldo. Pero no soy el único, tengo un compañero de depósito que va a ser papá este mes y lo suspendieron igual que yo y no le pagaron nada, una compañera cajera suspendida y está de licencia por maternidad”.
Como dice Leonel la situación es compleja para todos. Cada uno tiene sus propias obligaciones y un contexto diferente que asumir.
Lo que le sucede a ellos es una problemática a nivel nacional. La empresa afirma que está afectada por la crisis. Sin embargo, los empleados denuncian que ni siquiera están pagando los aportes patronales y tampoco la obra social, algo que le preocupa a Mariana (33), la cajera que mencionó Leonel y que cursa su cuarto mes de embarazo. “Hoy es todo una incertidumbre. Yo trabajo hace cinco años y medio. Cuando comenzó la pandemia empezaron los problemas, pero somos 4500 empleados reclamando lo mismo”, dijo la joven.
El temor de los trabajadores es cómo continuará esta situación, ya que como le pasó a Angel y Marcelo, y también a los empleados de El Patagónico, estas situaciones muchas veces derivan en despidos, congelamientos de sueldos y deudas, aunque casi siempre para unos pocos, los más débiles de rubros,, ya que algunos utilizan la crisis para achicar y especular, una monena corriente que no escapa a estos tiempos.