Miles de riogalleguenses se encuentran a diario con las mujeres de los Carritos que limpian las calles de la ciudad con overoles azules con cintas reflectivas de color naranja.

Ellas empujan los carros y juntan la basura de lunes a lunes, divididas en tres turnos, cubriendo 21 de las 24 horas del día. 

Al menos medio centenar se conoce hace más de 20 años, ya que antes de ser personal municipal integraban una cooperativa que se ocupaba del reciclaje en el Vaciadero, según informó La Opinión Austral.

Estela Huenul (54), una de las mujeres que trabajó en la cooperativa y hoy es empleada municipal detalló que en el turno de la mañana hay dos grupos: uno sale a limpiar las calles y otro a mantener la limpieza de los cordones. "Salimos a levantar la basura, mantener el orden de la ciudad", comenta en diálogo con La Opinión Austral. 

"Está la gente que nos da una botellita de agua o nos regala una bolsita de pan o un bizcochito, que nos pasa a hablar o alguno que nos felicita. Lo desagradable es limpiar donde están los gitanos, porque salen a insultar y a exigirte que les des bolsas",  confiesa y agrega que están quienes "reclaman cosas que no están al alcance nuestro. Es así, somos nosotros los que ponemos la cara".

Los Carritos trabajaron incluso en 2020, durante la pandemia por Covid-19. "En lo fuerte de la pandemia trabajábamos día por medio. Era un alivio volver porque entrabas a las 08:00, ya te tenían tu carro desinfectado y veías que estaban todos tus compañeros. Terminábamos, dejábamos las herramientas y nos íbamos a la casa, no sabíamos nada de los otros, pero al otro día cuando volvíamos era mirarnos y estábamos todos de vuelta. Al principio era muy difícil asumir lo que pasaba", recuerda la mujer. 

Según dicen, el problema son los humanos, no las mascotas: "Cada vez son más mugrientos", comenta otra de las mujeres. "Estamos mal acostumbrados, nos creemos pillos. En una ocasión había terminado de barrer y un vecino me tira el paquete de cigarros y le digo : 'Pará macho, recién terminé de barrer' y dice: 'Para algo te pagan'. 'Tenés razón', le dije y levanté el paquete", recuerda.

La mujer explica que "nos creemos más que otros, es eso. Cuando empezaron a levantar chatarra en los barrios se corrigió un poco, pero cuando el municipio se deja un poquito... Somos hijos del rigor, nos gusta que nos estén marcando las cosas ahí".

"Uno sabe dónde tiene que ir. Sabés que en el árbol vas a tener vasos. Siempre le digo a una compañera que están re convencidos de que tirar la cerveza en el árbol les va a dar un árbol de cerveza", comenta entre risas.

Las mujeres de los Carritos dependen de la Dirección de Saneamiento Ambiental. Fotos: La Opinión Austral

Pese a todo, Estela resalta: “Siempre me gustó mi trabajo, desde que estaba en el Vaciadero. Me encanta mi trabajo, me fascina porque sos libre; por ahí no conocés a todos y no sabés cómo se llaman, pero todos te saludan. Charlás con medio mundo, a veces sos psicólogo de algunos porque no te conocen y te cuentan cosas, se desahogan y les regalás una sonrisa. Es impagable. Andar en la calle es impagable”, resume orgullosa de sus tareas. 

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