Sandra Barria, la médica de Comodoro que celebra la vida
Siempre quiso ser médica, desde chica. En su mente aún recuerda aquellos días en que iba al Hospital Regional y le pedía al médico una paleta para poder jugar a ser doctora. Cuando creció sabía cuál era su destino y eligió medicina en Rosario. Tiempo después el “elefante blanco” de Comodoro fue su casa de estudios para hacer la residencia en pediatría, y el Hospital Garrahan el lugar donde se especializó en neumología infantil y conoció esa faceta de celebrar la vida, tal como lo catalogó su hija. Hoy te contamos la historia de Sandra Barría, una médica que marca un camino en el Regional y que este 2020 no podrá realizar su tradicional brindis de fin de año.
COMODORO RIVADAVIA (ADNSUR) - “Siempre quise ser médica y siempre quise volver a mi ciudad, al hospital”, dice Sandra Barría (54), la médica protagonista de esta historia que hace 20 años celebra la vida junto a sus pacientes; aquellos niños, muchos de ellos hoy adultos, que llegaron a su consultorio por alguna patología crónica que los afectaba.
Era el 2000 cuando ella comenzó a celebrar la vida en el Hospital Regional, como una forma de cerrar el año lleno de felicidad, luego de muchos duros y algunos gratos momentos.
Una primera celebración en el consultorio fue el inicio de una tradición que este año no se podrá realizar por culpa de esta pandemia que nos quitó demasiado; desde la vida hasta el encuentro con nuestros seres más queridos. Aunque Sandra no se da por vencida. “Estoy pensando qué puedo hacer. Este año es imposible juntarnos por la pandemia, pero toda la vida traté que mis pacientes se llevarán algo: un pan dulce chiquito o un budín. En los últimos años me lo hizo una mamá de un paciente, así que este año quería hacerlos igual y entregarlos, porque quiero estar presente para estar con ellos”, contó Sandra a ADNSUR.
Y admitió con los ojos brillosos: “La verdad que extraño terriblemente a mis pacientes; el contacto físico, el abrazarlos. Los veo lejos, trato de cuidarlos, es una de las cosas que me costó. Este año me di cuenta que era importante el contacto físico con ellos”.
CUANDO ELLA ERA LA PACIENTE
Como dice Sandra eso tienen “los pediatras”, la necesidad de estar en contacto con sus pacientes, el cara a cara. En su caso es 100% vocación. Así lo refleja en cada segundo de la entrevista que este martes realizamos en su consultorio Hospital Regional.
Cuenta la neumóloga que siempre quiso ser médica, desde que era pequeña y la paciente de pediatría. “Cuando era chica yo venía al Hospital y recuerdo sentarme en esos banquitos de mármol y ver a los médicos pasar con sus guardapolvos. Yo siempre pensaba: ‘yo quiero ser como ellos’ y siempre que iba al consultorio les pedía una paletita; era la nena más feliz del mundo porque con esas paletitas yo jugaba a que era doctora”.
Esa vocación que Sandra encontró en su vida la llevó a estudiar Medicina una vez que terminó la secundaria en el Colegio María Auxiliadora, donde también hizo la Primaria tras su paso por el jardín El Trencito.
Tenía 17 años y junto a su hermana, la fonoaudióloga María Barría, partieron a esa ciudad que nunca estuvo cerca de Comodoro. Allí se enamoró de su carrera, pero no olvidó el deseo de volver a su ciudad y trabajar en el hospital donde se atendía de niña.
Por eso, una vez que volvió, Sandra hizo la residencia de Pediatría en el Regional, y no conforme con ello luego decidió especializarse en Neumología Infantil para trabajar en su ciudad.
SU ETAPA EN EL GARRAHAN
El Hospital Garrahan fue la cuarta escuela de Sandra, el lugar donde selló para siempre su amor con la profesión, y el nosocomio donde por primera vez vio a una médica celebrar la vida. Ella lo recuerda como si fuese hoy.
“El Garrahan fue algo increíble. Ahí me di cuenta lo bien que nos formábamos en el Regional, porque cuando fui ví que tenía una buena formación de pediatría. Es terrible todo lo que aprendí en ese hospital escuela por las cosas que ví y que pasé. Cada vez me gustaba más la especialidad y había una parte dentro del servicio de neumología donde veían a los pacientes con enfermedad pulmonar obstructiva crónica viral; los pacientes con secuelas respiratorias de un virus que en ese momento predominaba y que hoy lo tenemos pero no produce las secuelas que tenía en ese momento. Teníamos chicos que no se podían recuperar del todo y se tenían que ir a la casa con oxígeno. Esto lo manejaba la doctora Gabriela Bauer, que ahora es la directora nacional de Maternidad e Infancia. Estuve mucho tiempo con ella, y lo que hacía a fin de año era juntar a sus pacientes y hacer un festejo. Esto es lo que a mi me quedó, y vine acá y lo replique”, recuerda.
Sandra asegura que le pareció maravillosa esa iniciativa, “porque compartís tantas cosas con esos pacientes tan graves y culminás el año con un festejo. Eso fue lo que me impulsó a desarrollarlo acá”.
EL PRINCIPIO EN EL REGIONAL
Aún faltaban un par de años para comenzar con el festejo. Los inicios en el Regional no fueron sencillos para Sandra. Durante tres años ella trabajó ad honorem hasta que un grupo de padres pidió públicamente su contratación.
“Cuando regresé de Buenos Aires encontré este tipo de pacientes donde tuve que mandar por primera vez a la casa a un nene con oxígeno, donde los sistemas de oxígeno no eran los de ahora, eran tubos, re peligrosos y toda una novedad. Tuve mi primer grupo de pacientes graves y empecé a trabajar con ellos. Fue toda una novedad y fue difícil, sobre todo porque no estaba nombrada en el Hospital, pero los papás empezaron a pedir mi nombramiento. Ellos tomaron cartas en el asunto, hicieron una nota, la mandaron a todos lados; al intendente, no se si al Concejo, a la televisión y las radios. Y Canal 9 los llamó y les hicieron una entrevista. Me acuerdo que me llamó una de mis pacientes y me dice ‘doctora mire la televisión esta noche’, veo el informativo y salen ellos. Casi me muero de la emoción. Ellos reclamaban que querían que me nombren porque era una persona muy importante para sus hijos”.
CELEBRAR LA VIDA
Hace casi 21 años Sandra organizó la primera celebración de fin de año con sus pacientes, pero nunca imaginó que esos brindis iban a tener la repercusión que tienen en la actualidad, con artistas culturales que se convocan y la participación de todo el servicio de pediatría.
“Al principio lo hacía en el consultorio porque éramos poquitos, después en el hall de recepción que era un poquito más grande porque ya éramos muchos, y así fue creciendo y pasando el tiempo. Muchos de los que inicialmente empezaron no se querían ir y venían y me ayudaban. Algunos hasta el día de hoy me acompañan. Algunos tienen hijos, es una emoción tan increíble. Son míos”, dice con la emoción a cuestas.
Para Sandra cada paciente es alguien especial. Durante la entrevista recuerda a algunos, como Micaela Coria, quien nació con 600 gramos, hoy está en la universidad y junto a su familia asisten a los festejos. O un atleta con el que comparte agrupación. “El mejor ejemplo de que se puede mejorar”, dice ella. También dos gemelos que actualmente estudian medicina e ingeniería, o la propia Antonella, quien fue madre, algo que la emociona.
“Es increíble, te da muchas satisfacciones esta profesión. Muchos quieren jubilarse pero yo no sé si podría irme del hospital, para mi es muy importante entrar, ver a un paciente, lo disfruto. El cariño que tenés de los pacientes es terrible, son muy afectuosos. Esa es la satisfacción que te da esto. Es dura la profesión porque tenés que enfrentarte a situaciones graves muchas veces, situaciones muy dolorosas. El perder a un pacientes es terrible, aún recuerdo y lloro a una chica que perdí que tenía fibrosis quística, se te va una parte. La realidad es que a veces uno puede no curarlos, pero lo acompañás y eso ya es muy importante”, sentencia esta médica que decide celebrar la vida como otra forma de curar.