Se formó en Francia, el destino la trajo Patagonia y ayuda a mujeres que tuvieron cáncer de mamá a recuperar el autoestima
Soledad Smith es especialista en micropigmentación: técnica que permite, a través de la coloración, embellecer, corregir o mejorar determinados rasgos de la anatomía corporal. En su caso, trabaja con cejas, labios, pero también areolas, aquel círculo que rodea el pezón y que muchas mujeres pierden luego de pasar por una cirugía de mama. Historia de una joven que ayuda a mujeres a recuperar su autoestima.
“Estas mujeres ya pasaron por todo, por eso me gusta ayudarlas”; dice Soledad Smith cuando cuenta por qué comenzó a realizar micropigmentación a mujeres que pasaron por un tratamiento de cáncer mamario.
La joven lo hace en forma solidaria, como una forma de ayudarlas a recuperar esa autoestima que la enfermedad en algún momento les pudo haber quitado. En este caso, no se trata de algo que vea todo el mundo, sino algo íntimo, más personal, que puede ayudar mucho a las personas que atravesaron un cáncer.
Soledad es especialista en micropigmentación, esta moderna técnica que permite, a través de la coloración, embellecer, corregir o mejorar determinados rasgos de la anatomía corporal. En muchos casos, se utiliza para mejorar el rasgo de las cejas o los labios, pero en otros para mejorar diferentes rasgos o por razones más sensibles, como sucede con las areolas mamarias.
Soledad aprendió la técnica en Barcelona, en aquella época en que estuvo en Europa. Es que, a los 20 años, decidió irse a Francia para aprender el idioma y, entre trabajo, estudio y capacitaciones, conoció la micropigmentación de cejas, descubriendo todo un mundo dentro de la estética.
“Comencé con micropigmentación, pero eso me llevó al microblading, que era una técnica súper nueva, pelito por pelito, muy realista, que me llevó a labios y delineado. Estuve 9 años viviendo en Europa, volví a Francia y hace 9 años vine a Comodoro Rivadavia".
Sole llegó a la Patagonia por motivos familiares. Una desgracia sacudió a su familia y decidió venirse al lugar donde estaba su hermano y su madre. Pero de alguna forma siempre quedó conectada al otro continente. Así cada vez que podía viajaba para poder capacitarse y seguir aprendiendo.
Precisamente fue en un viaje a Roma conoció la técnica de la areola y la atrapó.
“Viviendo acá me iba una vez al año, trabajaba uno o dos meses y me volvía. Era más rentable y cada vez que viajaba trataba de formarme en algo o perfeccionarme en lo que hago. Esa vez fuimos con mi hijo a Roma y decidí perfeccionarme en eso. Yo tuve seis operaciones en los pechos con tumores benignos y conocí mucha gente que sí lo necesitaba y cuando escuché sobre la técnica dije ‘yo quiero hacer eso, lo necesito’ y fue muy lindo desde el momento en que tomamos el curso, porque la modelo era una persona que lo necesitaba, no tenía en ninguno de los dos lados y necesitaba eso. Fue muy emocionante”.
Sol cuenta que en Buenos Aires conoció a Virginia, quien se dedica a la misma técnica y ella la ayudó a perfeccionarse y saldar todas las dudas que tenía al respecto. Así empezó a hacer sus propias intervenciones, principalmente a través del boca a boca entre mujeres.
¿Pero de qué se trata la técnica? “Nosotros trabajamos con pigmento mineral, que no es vegetal como usan los tatuadores. Trabajamos a otra profundidad, porque trabajamos en la segunda capa de la piel, cuando el tatuaje pasa la tercera, pero en la areola sí estamos pasando la tercera etapa porque necesitamos que eso se quede”.
“Los tatuadores creen que es re difícil, pero yo digo que ser tatuador es difícil porque es arte, dibujar, yo sé hacer el realismo porque lo aprendí, usando siempre más de cuatro colores, nunca menos, porque hay que hacer las partes oscuras, las sombras, la luz, tengo todos los colores habidos y por haber”.
El procedimiento es sencillo, dura alrededor de dos horas y no provoca dolor. “Si la persona tiene mucha sensibilidad se puede tardar dos horas y media como mucho, pero en general no sienten casi nada, solo un cosquilleo. Es rápido y va con anestesia tópica. El único requisito es que tienen que pasar 6 meses de la última quimio y una vez que el médico las autoriza ahí recién pueden hacerlo”.
Sol cuenta que las consultas son principalmente de mujeres de entre 34 y 45 años, quienes necesitan recuperar aquello que el cáncer les quitó.
“Muchas vienen con miedo, porque no saben cómo les va a quedar. Son mujeres que ya pasaron por todo. Hace poco me estaban pidiendo un turno y la chica me dijo: ‘ya no quiero verme más así’ y me mandó un audio donde me decía que no aguantaba más. También me pasó que hay mujeres que no quieren. Entonces en un caso tuve que hacer florcitas, toda una rama de cerezos en el pecho y en otro caso, otra chica no quería un pezón, quería un corazón, así que hice un pezoncito con forma de corazón, pero es algo muy lindo, porque cuando termino le pregunto: ‘¿te gustó?’ Y me miran y se largan a llorar, se miran al espejo y te dicen ‘ahora voy a llegar a casa y le voy a mostrar a mi marido’, o ‘me voy a mirar al espejo después de bañarme’”.
Lo cierto es que lejos de ver un lucro, Sol decidió hacer la intervención en forma solidaria, así quien está a dispuesta a pagar la abona y quien no puede no lo hace. “Lo primero que le pregunto es por qué lo necesita. Si tuvo cáncer o si es otro tema. Si es por enfermedad no lo cobro. Les digo, ‘no lo cobro, pero si lo querés pagar, buenísimo’. Y me paso que hay gente que me dice ‘sí, yo puedo’, aunque sea para los materiales, y también gente que me ha dicho que no puede y me trae algún regalito, te consienten un poquito y eso es lindo”.
La micropigmentadora, propietaria de Sol Lash & Brow, asegura que le gusta mucho lo que hace, no solo la intervención de areola, sino también otros tratamientos, porque en todos los casos sirven para mejorar la autoestima de la gente. “Hay personas que vienen con los labios negros porque son morochas y quieren tener un color más rosita o hay quienes vienen con los labios pálidos y tenés que llegar a un color natural. Después tenés gente con vitiligo o labio leporino, que después de una cirugía quedó mal y todo se mejora, o gente que se quedó sin cejas por la quimioterapia. A ellos también los ayudo. Yo amo todo lo que hago, me hace feliz todo esto, y siento que así pongo mi granito de arena para devolver la autoestima, porque yo no estoy ayudando en nada, pero sí estoy devolviendo algo que les quitaron”, dice, orgullosa de este trabajo que le permite recuperar la seguridad a muchas mujeres.