COMODORO RIVADAVIA (ADNSUR) – Los primeros síntomas comenzaron en las manos. Se hinchaban, dolían y Gabriela Córdoba, la protagonista de esta esperanzadora historia, no sabía qué era lo que pasaba.

De a poco las molestias se fueron agravando, llegando a la cara y estirando la piel hasta romperla. A Gabriela primero le dijeron que era una alergia, en ese mundo de posibilidades los médicos comenzaron a buscar respuestas. Sin embargo, luego de muchos tratamientos, una posible cirugía, y conversaciones sobre trasplante, le diagnosticaron Angioedema Hereditario tipo 3, una enfermedad que afecta a uno de cada 10 mil habitantes.

“Esta enfermedad se me diagnosticó en 2012 cuando mi hija más chica tenía 3 y la más grande 6, aproximadamente”, contó a ADNSUR. “Los años previos fueron años en que se manifestaban diferentes síntomas. Por ejemplo, se me hinchaban los dedos de las manos, se me hinchaban los dedos de los pies, me salían como pelotas y no podía pisar”, recuerda sobre esa dolorosa etapa.

Gabriela cuenta que la primera ayuda la buscó en la guardia de una clínica. Recuerda que le cortaron los anillos y que pensaron que era una alergia. Así comenzó el calvario y la búsqueda de una cura. En el camino le inyectaron todo tipo de medicación, a veces funcionaba y a veces no. Fueron tiempos de mucha búsqueda, “de ensayo y error”. Mientras tanto los “episodios”, como ella llama a la aparición de los síntomas, se agudizaban cada vez más.

En esa época Gabriela comenzó a viajar a Buenos Aires para el control de su hija, y encontró al doctor José Fabiani, fundador del Instituto Argentino de Alergias, toda una inminencia en la materia, quien luego sería decisivo en su diagnóstico.

Gabriela recuerda esos días como si fueran hoy. “De siete días a la semana capaz estaba cinco internada. En la clínica me venían llegar y me dejaban pasar porque a veces ni siquiera podía hablar porque la lengua se me hinchaba. Fueron épocas difíciles, años difíciles”, reconoce.  

Sufre una enfermedad que afecta a una de cada 10 mil personas y cumplió su sueño de nadar en Malvinas

EL PRINCIPIO DE FIN

Todo comenzó a cambiar cuando tuvo otro grave episodio y acudió a una clínica. Allí la atendió el doctor Rubén Sanna, que recientemente había llegado a Comodoro. Él le advirtió qué algo pasaba; la había visto tres veces en una semana con un cuadro similar a gastroenteritis que la llegaba a desmayar y decidió hacerle diferentes estudios.

Los resultados arrojaron que Gabriela tenía un riñón en herradura, con ambos riñones compartiendo arteria, y dos  tumores. Inmediatamente fue derivada a un especialista, quien le advirtió que “era urgente una intervención y que había poco tiempo”.

Gabriela tuvo que organizarse. El pos operatorio obligaba a esperar un trasplante, y fue derivada a Buenos Aires sin saber cuando volvía. “Fue tristísimo, mis hijas eran chiquitas y tuve avisar que no iba a trabajar. Fue muy triste”.

En Buenos Aires le hicieron estudios durante casi tres semanas, hasta que el día en que el equipo médico que la iba a operar tuvo su reunión final sucedió algo inesperado. “En ese ateneo había nefrólogos, urólogos, especialistas y enfermeros. Me llamaron y me dicen venite para el hospital. Ahí se decidía mi futuro, pero cuando llegó el urólogo me empieza a abrazar y empieza a emocionarse. Me dice: ‘Gaby tus riñones están bien, los tumores son benignos, anda a tu casa, control y vida normal, pero te aconsejamos que te quedes para saber que más es”.

Gabriela luego de toda la angustia vivida decidió volver a Comodoro. A fin de cuentas ella podía vivir con las alergias pero no con ese diagnóstico.  Pero los episodios volvieron y todo terminó el 7 de abril 2012, cuando los síntomas fueron durísimos.

En la guardia tuvieron que inyectarle tres ampollas de adrenalina. Gabriela casi no podía respirar y se desmayó. Los médicos aceptaron que no podía hacer nada por ella y decidieron comunicarse con su médico de cabecera. Eran las dos de la mañana cuando el doctor Fabiani atendió, la tranquilizó y se hizo cargo.

Ante esa situación, el equipo médico decidió hacer una transfusión de plasma y esperar el resultado. Así descubrieron que se trataba de Angioedema Hereditario nivel 3.

Por su característica hormonal a Gabriela le sacaron los parches anticonceptivos y luego iniciaron una desintoxicación de la sangre. El diagnostico ya estaba hecho.

Sufre una enfermedad que afecta a una de cada 10 mil personas y cumplió su sueño de nadar en Malvinas

VOLVER EL PRIMER AMOR

Con la enfermedad controlada a través de la medicación adecuada, Gabriela decidió recuperar su vida y darle respuesta a esa pregunta que se hacía mientras se trataba ¿Qué haría yo si todo esto pasa?

Así volvió a su viejo amor, el mar. Primero comenzó a hacer pileta, para recuperar el aire y la técnica. “Empecé de a poco, pero cada vez tenía más ganas de nadar hasta que un Día de la Madre me regalaron el traje de neopreno pero había que meterse con alguien y mis compañeros no se metían”.

Gabriela cuenta que el temporal de 2017 sin querer la terminó sumergiendo en el océano. Ella junto a sus compañeros de su escuela y el grupo de las camionetas 4x4 comenzaron a entregar viandas a los afectados.

“Íbamos en dos camionetas y compartimos tanto tiempo juntos que comenzamos a interactuar y descubrimos que todos teníamos traje de neopreno pero ninguno se animaba a meterse al mar. Entonces una vez que pasó la tormenta nos metimos al mar”, recuerda.

Mientras todo esto pasaba, “la Peque” nunca dejó de pensar en Malvinas, aquel lugar del que escuchó por primera vez durante la guerra, cuando aún vivía en Río Grande. Estaba “monotemática”, pero ella no se daba cuenta. Su familia y sus amigos sí y juntos decidieron regalarle un pasaje para que vaya a nadar a las islas, que hoy se encuentran bajo dominio ingles. 

Así este último verano llegó a las islas. Las primeras sensaciones fueron confusas. Bajó del avión que despegó de Río Gallegos y comenzó a sacar fotos, pero en Mount Pleasant, la base militar que funciona de aeropuerto, le pidieron el celular para borrar las imágenes. Así empezó su estadía en Malvinas.

En esos siete días el clima en las islas no fue el mejor: el cielo estuvo nublado y había viento. Gabriela veía pasar los días mientras disfrutaba del lugar y algunas experiencias inolvidables, como presenciar el encuentro entre un piloto inglés y dos argentinos que participaron del conflicto. Aunque en el fondo tenía miedo de no poner cumplir una parte de su sueño.

Era jueves cuando fue a visitar el museo y llovía a cantaros. Sin embargo, cuando salió, luego de cuatro horas, el sol resplandecía. La mujer que la hospedaba, Arlette, le dijo “Gaby, me voy al supermercado, te dejo en la playa, nadás y te voy a buscar. Es ahora o nunca”. "La Peque" aceptó el desafío y se fue Surf Bay, el lugar que había elegido para cumplir su sueño.

“Habré nadado 2 kilómetros hasta que el viento cambió. De los nervios me olvide las antiparras. La verdad no lo podía creer, porque por todo lo que yo había pasado antes fue como vencer al angioedema, y demostrarle a mis hijas y mis alumnos que hasta de enfermedades complicadas se puede salir, sentenció.

Así Gabriela cumplió su sueño, nadó en las islas, disfrutó cada brazada y cada sonido. Hoy lo puede contar y vivir: venció al angioedema, ganó una batalla y volvió a su primer amor, el mar.

Gabriela y sus hijas junto al doctor Fabiani.
Gabriela y sus hijas junto al doctor Fabiani.
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