Es una de las pioneras del activismo trans en la Patagonia, tiene una fuerte personalidad, una marcada convicción y una sonrisa que contagia a todos. Luján Acuña, fue la primera mujer trans en trabajar en un hospital público de Neuquén, lo que le trajo en sus primeros años de experiencia solo malos momentos marcados de maltrato, discriminación y violencia. A pesar de todas las adversidades que tuvo que atravesar desde pequeña, su deseo de salir adelante y tener una vida digna como los demás la llevó a no bajar los brazos, y convertirse hoy en una referente para sus compañeras y una mujer destacada en el área de salud.

Luján tiene 57 años, es enfermera hace 35. Actualmente trabaja en el Ministerio de Salud, en el centro de atención primaria que depende del Área de Promoción hace 9 años, y en el departamento de salud sexual y reproductiva hace dos años y medio. Comenzó a trabajar en el hospital Castro Rendón hace casi 18 años,  allí vivió todo tipo de discriminación, acoso y maltrato "me terminaron sacando porque yo no quería ser un chico convencional como todos, sino una mujer, pero eso no estaba contemplado dentro del sistema, yo no podía ir vestida de mujer. Me llamaban por mi nombre de varón que me pusieron mis padres, no podía maquillarme ni tener el pelo largo, por eso siempre buscaba algo que tuviera que ver con lo intermedio, en ese momento me decían Baby algunas compañeras de trabajo, pero para todas las demás el nombre del documento", recordó en diálogo con ADNSUR.

Y contó que empezó su familia se empezó a dar cuenta de que no era un chico convencional en la adolescencia, cuando comenzó a escaparse de su casa para juntarse con chicos, pero ella reconoce que desde muy pequeña se sintió mujer. Fue criada por sus abuelos, sus papás no estaban presentes, su mamá la tuvo a los 15 años "fue en ese tiempo como una revolución, mi papá era el típico machirulo con mujeres. jodas y bueno ellos nunca se casaron y por una u otra razón terminamos quedando con mis abuelos, mi hermano y yo".

A los 10 años se enteró que quien creía era su madre, realmente era su abuela paterna. "Cuando tuve que hacer unos trámites para empezar secundaria descubrí que mi mamá era una señora que me venía a ver a veces y yo pensaba que mi abuela era mi mamá".

"ME CORRÍAN A PIEDRAZOS POR MARIQUITA"

El paso por la escuela primaria fue caótico con mucho maltrato "mis compañeros me corrían a piedrazos porque era mariquita, yo la pasaba muy mal pero a la vez en mi entorno familiar crecí como una niña. Recuerdo que todo lo masculino estaba destinado a mi hermano, y yo estaba para ayudar a mi abuela a limpiar y ordenar, cosas más relacionadas a lo de ama de casa fui como preparada para ser una ama de casa y a mí me encantaba. Toda mi vida siempre estuvo relacionado a lo femenino, yo recuerdo que quería que Papa Noel me traiga muñecas, una cocinita y me traía soldaditos de plomo", relató.

Luján admite que siempre sintió que era una niña "con el tiempo fui descubriendo que no lo era, la discriminación en el barrio fue muy fuerte a los 8, 9 años dejaron de invitarme a los cumpleaños de los vecinos, pero sí invitaban a mi hermano y yo solamente tenía amigas mujeres, y eran muy pocas familias me dejaban ya entrar a su casa".

La escuela secundaria fue mucho más complicada, aunque recuerda que siempre fue buena alumna "cuando comencé primer año enseguida me detecta la preceptora y yo no podía ir al baño cuando era el momento del recreo, yo me tenía que quedar parada en la puerta para que entraran todos los alumnos de la escuela y yo recién iba al baño. Y recuerdo que hasta una profesora me preguntó para qué estudiaba si las personas como yo no lográbamos ni llegábamos a nada y que mi lugar era otro, con el tiempo entendí que el lugar al que ella se refería era estar parado en una esquina, prostituyéndome". 

En medio del acoso y discriminación en la escuela, repitió de año y desesperada por tratar de ayudarla, su mamá la llevó a un psiquiatra y hasta una curandera "ella le dice que existíamos personas como yo y que tenía dos opciones o acompañarme y cargar con lo que significaba una persona como yo en la casa, o dejarme ir y que si moría por ahí en algún lugar a lo mejor no volvía a verme ni iba a poder velarme". Ese fue un momento bisagra en la vida de Luján "ella desesperada venía manejando,  angustiada, en un momento nos perdimos, frena el auto y se pone a llorar desconsoladamente y me dice solo te voy a pedir  que estudies algo, miramos a nuestro costado y  justo había frenado afuera de la Escuela de Enfermería, entonces digo bueno estudio eso, era algo que tenía que suceder", afirma.

LOS ABUSOS Y EL HIV

Luján comenzó a estudiar enfermería, que en ese entonces funcionaba como una escuela secundaria. En plena adolescencia empezaron los problemas con la policía "me cortaban el pelo, fui abusada por ellos varias veces y no me podían llevar presa porque era menor de edad, aparte mi papá era como conocido, por eso me llevaban y me cortaban el pelo horrible. En ese momento ya nos habíamos empezado a reunir en las noches con maricas grandes y como nosotros éramos pendejas, ellas terminaban corriéndonos las travestis teníamos muchísimos problemas, y acá las chicas eran bravas, me quisieron apuñalar, en esa época Neuquén era de cuchillera".

A los 17 años comenzó a trabajar en el sector de traumatología del hospital y en el medio aparece el HIV "la discriminación se volvió más fuerte porque en ese momento era la enfermedad de los maricones y ya se daba por hecho de que yo tenía sida y que iba a morir de eso, la pasé heavy. Fue muy duro, me apartaban los cubiertos, no querían compartir nada conmigo, tampoco me podía cambiar en el baño. Y terminé haciendo rotaciones por distintos lugares. Además yo quería aprender de todo, quería saber de pediatría, terapia, es distintas facetas que tenía enfermería, pero mis compañeros me trataban mal. Un día estuve horas llorando y en ese momento decido no volver nunca más al hospital, no entendía por qué tanto odio hacia mí, era inexplicable".

Luján afirma que era una chica de pueblo en aquel entonces, que vivía la inocencia y no sabía quizás dónde ir a buscar ayuda o a quién preguntarle qué era lo que se estaba pasando. "Desde muy temprana edad la persona que me cuidaba abusaba de mí, yo en mi mente pensaba que me gustaba, para mí era mi novio. Mucho tiempo después entendí lo que significaba el abuso, lo que era el abuso, las cosas que me provocó eso lo entendí de grande. Fue todo muy duro, cuando era niña me hicieron daño y hay recuerdos que se me borraron de mi vida".

LA LLEGADA DEL AMOR

Fue en ese momento que dejó el trabajo y la única opción era ir a la ruta, ya tenía amigas que eran travestis, y comenzó a trabajar en la calle. En medio de esos duros momentos, cuando todo se veía negro conoció a un chico que se convirtió en su pareja "él me dice yo me vengo a vivir con vos pero lo único que te pido es que dejes la calle,  eso hice y llevo con él conviviendo 35 años hasta el día de hoy. Eso evitó que yo me prostituyera toda mi vida", afirmó.

Ya en pareja, comenzó a trabajar como cuidadora, atendía a pacientes con HIV, algunos abuelitos del barrio que le permitían que entrara a su casa, y así sobrevivía; también limpiaba casas de gente amiga, cuidaba niños y muy lentamente fue mejorando el tema de la aceptación.

EL ACTIVISMO Y LA LUCHA POR UNA VEJEZ DIGNA

"Fue siempre complicado, pero cuando conozco el activismo por una hermana de la vida, porque nosostras siempre decimos que somos familias, ahí empiezo a ver que todo el mundo hablaba de hoy, del ahora que necesitamos trabajo, necesitamos mejorar nuestra calidad de vida, eso empieza antes de la Ley de Identidad de Género y lo que descubro es que todo el mundo hablaba de vejez y plata, pero yo siendo enfermera, yo veía la vejez desde el punto de salud desde el punto de vista, de que no hay un geriátrico que nos acepte, no hay una en un geriátrico una vieja travesti internada", manifestó. 

"Si no tenés que te cuide, qué es lo que vas a hacer, ahí me convierto en referente y empiezo a hablar de la vejez, pero desde ese lugar, de tener un espacio para que nos atiendan.  La mayoría de las chicas que yo conocí fallecieron, décadas atrás no tenían expectativas de vida, no se pensaba en eso tampoco y el patrón se seguía repitiendo hasta el día de hoy, morimos de la miseria, en la soledad absoluta".

Luján fue la primera mujer trans en recibir su nuevo DNI en Neuquén, allá por el 2012 cuando se estableció la Ley de Identidad de Género. "Lo que pensé ese día es que no voy a morir como varón.  En Neuquén éramos 35 mariquitas, quedábamos solo cinco. Yo tuve una revancha con la vida, enterré a muchas amigas, compañeras, hermanas y yo no quería eso para mí".

Con la llegada de la ley, Luján volvió a estudiar en un terciario público para cuidadora domiciliaria y asistente gerontológico y asegura que eso le cambió la vida "nunca me imaginé que me iba a pasar,  el paso por ahí fue totalmente distinto yo era una más, pude tener mi título, fui totalmente feliz, me llamaban por mi nombre de elección, me sentía una compañera más, habían algunas cositas fue un año maravilloso, la vida me brindó excelentes compañeros que hoy son mis amigos".

En ese momento llegó una gran sorpresa, con el ofrecimiento para trabajar en el Ministerio de Salud "siempre les digo a los compañeros viejos que han quedado, que ahí ingresó una travesti y el día que me vaya de este lugar se va a ir una gran dama, ha sido muchísimo aprendizaje. Ellos siempre hablan de que hubo un intercambio, que aprendieron a ver la vida de otra manera pero creo que hasta el día de hoy no entienden lo que significó y significa para mí tener este lugar preponderante".

"Empecé a hablar de la transexualidad primero y hoy en día hace dos años nos recorrimos toda la provincia hablando de la vejez trans. Es impresionante la cantidad de mujeres que tenemos que no llegan a los 60 años, viste y la vejez no está, a mí me gustaría morir acá en el porche de mi casa donde viví toda mi vida, me gustaría morir acá tranquila con mi esposo, que alguien me cuide y lucho, para eso, para modificar la realidad de mis viejas. Muchas no han logrado la estabilidad, pero con el activismo aprendimos que teníamos derecho, que podíamos tener espacio en lugares que nos pertenecían de los cuales, habíamos sido expulsadas, rechazadas y que era necesario que volviéramos a ocuparlos".

Por último, Luján admitió que pese a los cambios de estos tiempos, ella se define como travesti porque es lo que fui durante muchos años, yo creo que la mayoría lo toma como algo con una connotación negativa, la palabra tal vez es muy peyorativa, pero es lo que soy, lo que me define. Yo no soy una careta, soy así, la vida ha sido muy dura conmigo, pero hoy no podría no agradecer todo lo que he vivido, han sido más los momentos de plenitud, aunque ha habido momentos negros, pero siempre he sido feliz.

"Me hicieron tanto daño que lo único que no pudieron sacarme es mi sonrisa, solo sé que puedo levantarme todos los días feliz porque tengo que ir a trabajar. Y luchar incansablemente para que se reconozca que nosotras somos personas, estamos acá ocupando un espacio y que si Dios nos hizo estar acá es por algo, porque por años me preguntaba para qué mierda Dios me había traído a este mundo, si solo lo único que tenía era sufrimiento, pero después lo entendí y se convirtió en un placer estar acá al servicio de la persona que lo necesite.
 

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