“Unas risas tenía, estaba muy contento, más cuando le llegaron a bailar la cueca”, dice Fresia mientras mira a su padre. Daniel Saldivia una semana atrás cumplió 100 años y su familia lo sorprendió con una fiesta, algo que el hombre no esperaba, tal como cuenta en una charla que luego mantuvo con ADNSUR. “No sabía, me sorprendí”. La pasamos lindo, bastante bien, vino un matrimonio de Chile, mi sobrino”.

Daniel cumplió 100 años y su familia lo sorprendió con una fiesta en su honor.

Daniel es uno de los pocos comodorenses que llegó a los 100 años y puede contarlo. Su DNI dice que nació el 28 de mayo de 1923 en Quellón, en la Isla de Chiloé. Sin embargo, su familia cree que por lo menos tiene unos tres años más. Es que en esa época, los hijos solían registrarse cuando la familia bajaba al pueblo, algo poco habitual en tiempos de campo, distancia largas y escasas formas de movilizarse.

Daniel se crió en una zona conocida como La Candelería. Su infancia y su adolescencia fue en el campo hasta que a los 18 años se fue a Punta Arenas para hacer el servicio militar obligatorio. 

Daniel recuerda esa época y una anécdota que le quedó para toda la vida. “Estábamos en campaña cuando llegó el presidente de la República y me tocó recibirlo. Fui su escolta”, dice con orgullo. 

Daniel habla de Antonio Ríos, un abogado y diplomático que fue presidente de Chile en tres oportunidades, entre 1942 y 1946, año en que cuando falleció. 

El hombre, con sus 100 años a cuestas, recuerda más momentos como ese. La época de Pinochet y también la noche que murió Evita, el 26 de Julio de 1952, cuando ya vivía en Comodoro Rivadavia. “Esa noche estaba en un baile en el centro y cuando nos enteramos de la noticia se terminó todo y nos tuvimos que ir”.

Daniel junto a su esposa en su juventud.

El hombre llegó a Argentina unos años después de que hizo el servicio militar. Cuando dejó Punta Arenas volvió a sus pagos y trabajó en la pesca artesanal, hasta que decidió probar suerte en Comodoro, aquella ciudad a la que llegaban muchos paisanos para hacer la diferencia.

“Me vine acá y empecé a trabajar en el barrio 13 de Diciembre con una empresa y ahí fui creciendo. Trabajé en construcción todo el tiempo”, cuenta con tranquilidad. “Primero comencé pasando la cal que venía en tambores, pero le pedí que me cambien de trabajo porque me estaba confundiendo la vista. Mi jefe me escuchó tanto que dijo, ‘bueno, vas a aprender a trabajar de albañil’. Me compraron herramientas y así empecé”.

Daniel aprendió el oficio y lo hizo su sostén de vida. Trabajó mucho tiempo en la empresa y luego por su cuenta. “Trabajé tanto… por todos lados. En el 8 trabajé mucho, también en Rada Tilly y también en el campo, en una estancia en Río Chico. Ahí fui con otro muchacho que llegó de Calbuco”.

EL PROGRESO DEL INMIGRANTE

Como muchos inmigrantes, la vida era trabajo, pensar en la casa propia y en formar una familia. 

Daniel en estos pagos conoció a Julia María Velázquez, con quien tuvo tres hijos: Fresia, Pedro y una hermana que falleció.

Primero vivieron en la calle Alem y luego decidieron volver a Chile. En Puerto Aguirre vivieron 11 años, hasta que Daniel enfermó y su madre decidió llevarlo a Aysén, su último destino en el vecino país, previo regresar a Comodoro.

En el regreso a la Patagonia Argentina se instalaron en un ranchito en la zona del Cementerio, allí donde Daniel vive en la actualidad. 

Con orgullo cuenta que era trabajar para comprar bloques y construir su casa con sus propias manos. Es que su vida fue trabajo y regresar a sus pagos, cada año, para celebrar La Candelaria. 

“Él visitaba todos los años su sector porque allí tenía a sus hermanas. Él iba el 20 de enero porque el 2 de febrero se celebra el Día de la Candelaria. Después de la fiesta patronal se quedaba una semana y se regresaba. Era todos los años hasta que llegó la pandemia y ya no lo dejaron pasar solo”, cuenta Marta Saldivia Mansilla, una de las invitadas a la fiesta que llegó desde Chile para celebrar su siglo de vida.

La mujer conoce bien a Daniel. Es la esposa de José, su sobrino, a quien crió como si fuese un hijo. El hombre fue su invitado especial en esta fecha, una visita que esperaba hace tiempo. 

“Mi marido es sobrino legítimo y el año pasado lo llamó y le dijo: ‘el año que viene, cuando cumpla 100 años voy a ir a su casa’. Él le dijo, ‘entonces falta poco porque es un año más nomás’”.

Así Daniel y José se reencontraron después de cinco años. Es que previo a la pandemia, el protagonista de esta historia, viajó por última vez a Chile, luego no pudo volver a hacerlo, ya que por su edad no puede pasar solo, o por lo menos eso le dijeron en la frontera, cuando casi no lo dejaron cruzar el límite entre ambos países. 

Daniel junto a José, su sobrino que crió como un hijo, y su esposa Marta. Ambos llegaron desde Chile para acompañarlo en su fiesta.

El día de su fiesta, Daniel lo vivió con mucha alegría, sorpresa y risas. El Centro de Residentes Chilenos le bailó una cueca frente a sus ojos y unos parientes, que tienen un grupo de música, le cantaron un par de canciones.

Para él fue el reencuentro con sus familiares y la celebración de sus 100 años junto a sus nietos y bisnietos. 

¿Pero cuál es el secreto para llegar a esta edad?, su hija lo dice: “Nunca se hizo problema de nada y es lo mejor”. Mientras tanto, Daniel ríe y escucha, recordando quizás aquellos años en todo era distinto. 

¡Así celebró Daniel sus 100 años!
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