Rubén Héctor Martel, capitán de la Fuerza Aérea Argentina, murió el 1° de junio de 1982 cuando un misil británico impactó su avión Hércules C-130 cerca de la Isla Borbón, en Malvinas. Su hijo, Ezequiel, tenía solo 10 meses de vida.

Antes de la guerra, Rubén era un experto piloto de transporte que conocía como pocos la ruta a las islas: en los años 70, volaba los Fokker de LADE a Malvinas. Pero en 1982, su misión fue otra: integrar los "vuelos locos", operaciones de alto riesgo para detectar la flota inglesa.

Un diálogo inesperado: la conversación entre Ezequiel y el piloto británico que derribó a su padre
Rubén Héctor Martel

"Eran misiones suicidas", explicó Ezequiel. "Encendían el radar solo unos segundos para ubicar al enemigo, pero eso los delataba. Mi padre sabía que si algo salía mal, no volvería".

La última despedida 

En mayo de 1982, Rubén llegó a casa para el cumpleaños de su hija Pilar. "Mi mamá me contó que estaba exhausto, pero insistió en festejar. Sacó muchas fotos... y después se llevó la cámara a la guerra. Por eso no nos quedó ni una imagen de ese día", relató Ezequiel. Fue la última vez que lo vieron con vida.

Hablando con el hombre que derribó a su padre 

En 2011, Ezequiel hizo algo que pocos podrían imaginar: contactó al piloto británico David Ward, el hombre que disparó el misil que mató a Rubén. La conversación, en vivo por radio, fue muy respetuosa.

"Ward me dijo: 'Tu papá y yo éramos dos militares cumpliendo órdenes. Yo no lo elegí a él personalmente'".

“Me quedé sorprendido por el desarrollo de la charla: fue muy cordial y hubo mucho respeto. Creo que yo era tan parco como lo era él. Pude llevar la charla para el lado que yo quería, que era que él me respondiera todas las dudas que yo tenía, y que él se diera cuenta de todo lo que yo sabía de él. Eso le llamó mucho la atención. Habló de un montón de cosas”.

Un diálogo inesperado: la conversación entre Ezequiel y el piloto británico que derribó a su padre
Foto: CMDR Nigel "Sharkey" Ward

Algo que resaltó es que él no tenía un tema personal. Hacía hincapié en eso: “Tanto tu papá como yo éramos dos oficiales de carrera. Uno había elegido ser piloto de caza, el otro de transporte. Estábamos dentro de una guerra y cada uno cumplía su función. Y la mía era derribar su avión".

“Al día de hoy nos seguimos mandando mails. Tenía muchas ganas, porque durante mucho tiempo lo había estudiado, quería ver cómo reaccionaba él. Volvimos a hablar después. En un momento me enteré que su hijo, que se había convertido en piloto, se suicidó. Le escribí para darle mis condolencias.

“Esto no me hace feliz, no lo disfruto”, le dije. Yo estaba a un paso de viajar a conocerlos, pero cuando pasó eso, tiré palanca para atrás. No se dio el encuentro, pero Ward me contestó agradeciendo”.

El viaje a Malvinas: pisar el lugar donde cayó su padre 

En 2017, Ezequiel viajó a Borbón, el sitio exacto donde el Hércules se estrelló. Con la ayuda de un kelper, Ricky Evans, llegó a la costa y tocó los restos del avión. "Era un día soleado. Sentí que por fin estaba cerca de él", recordó.

Para Ezequiel, la guerra no es solo el 2 de abril: “Es todos los días. Mis hermanas lo recuerdan más que yo, pero el dolor es el mismo” Hoy, 43 años después, su historia es un homenaje a los 649 caídos y un mensaje claro: la memoria no tiene banderas.

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