Volver al pasado: crió renacuajos para tener ranas en su vivero como alguna vez hubo en Comodoro
Nadia García es de Comodoro y día a día trabaja para que la ciudad sea más sustentable y amigable con el medioambiente. Hace tiempo, la paisajista y técnica en floricultura venía buscando criar su propia rana para reinsertar este anfibio en el ecosistema de su vivero, y la última semana después de mucho tiempo lo logró: “Son excelentes controladores de plaga”, dijo a ADNSUR.
Un comentario de su padre, quien alguna vez le dijo que en el pasado en Comodoro se podían encontrar ranas por diferentes lugares, fue suficiente para despertar su curiosidad. Sabía que esos anfibios podrían ser útiles para la vida dentro de su vivero, aquel lugar donde cría verduras, plantas y flores que luego llegan a diferentes familias de la comunidad. Así comenzó su búsqueda hace 10 años y la última semana finalmente tuvo su resultado: nacieron tres ranas de un pelotón de renacuajos que encontró hace cuatro meses atrás.
Nadia García, la paisajista y técnica en floricultura que está detrás de este curioso experimento sustentable, no oculta su emoción por el nacimiento de sus bebés, aquellos pequeños anfibios de apenas dos centímetros que ya deambulan en el terrario donde otros renacuajos luchan por hacer su propia metamorfosis. Es que, para quien no lo sabe, la rana pasa por varias etapas previas a su nacimiento: primero es huevo, luego embrión y más tarde un renacuajo con cola que se mueve en el agua. Luego recién se convertirá en rana y modificará su sistema respiratorio de branquias a pulmones.
“Estamos felices, no esperaba buenos resultados”, dice Nadia a ADNSUR. “Fue como decir ‘vamos a ver si salen’, pero al ser animales silvestres es muy difícil, porque uno al no entender las interacciones que hay en su sistema a veces no sabe qué camino tomar. Pero me miré todos los videos habidos y por haber y, después de cuatro meses, cuando pensaba que algo faltaba comenzaron a transformarse. Ahora están ahí en su terrario con agua y tierra para que se puedan enterrar, y una vez que sean ranas van a poder reproducirse, volver a colonizar y estar en el lugar que siempre tendrían que haber estado”, dice con orgullo.
Nadia cuenta que su papá alguna vez le dijo que en la zona había ranas por todos lados. “En Palazzo, en Rada Tilly, hasta en el Pueyrredón, me contó pero de pronto empezaron a desaparecer y nunca más vi en ningún lado. En el vivero, nosotros hacemos cultivo orgánico y uno de los principales controles biológicos de las plantas es la rana o el sapito. Entonces yo la buscaba desesperadamente, porque se supone que cuando no hay tanto daño ambiental la ranita puede aparecer nuevamente, pero hace 10 años que la busco y nada”.
Pero su suerte cambió hace cuatro meses cuando encontró varios renacuajos en una laguna. “Buscando, buscando encontramos en la zona de Sarmiento algunos renacuajos. A la gente mucho no le interesa y hay muchos depredadores y tienden a desaparecer. Entonces me los traje para Comodoro y les hicimos un terrario con materia orgánica, algas y agua de un estanque que tengo. La idea era intentar que se convirtieran en ranitas y finalmente pasó”.
El terrario de 1 metro por 50 centímetros tiene agua con piedras, tierra y una contención para delimitar el espacio para el momento en que los renacuajos hagan la metamorfosis a rana. En ese espacio las ranitas deambulan, entrando y saliendo, mientras otros renacuajos esperan su propio momento de cambio.
Nadia espera que las ranas puedan hacer su propia colonia dentro del vivero y ser parte del ecosistema. Quiere que sigan apareciendo cada vez más ranas e incluso invita a donar renacuajos a aquellas personas que los encuentren. “Ahora que aprendimos a ser niñeras, adoptamos a todos los que anden dando vuelta y no los quieran. Serán bien recibidos”, dice con orgullo.
Es que su trabajo apunta a la sustentabilidad. Por esa razón, hace cinco años realiza Ecocanje, una iniciativa que apunta a incentivar el reciclaje de residuos orgánicos. A cambio, quien lleva sus residuos recibe una plantita para que cuide o plante en su jardín, para tener una flor o un árbol que aporte oxígeno.
“Hace cinco años empezamos con esta iniciativa que tiene como un doble mensaje. Por un lado, identificar que generamos muchos kilos de basura y si lo separamos lo convertimos en recurso, y por otro lado, que la gente identifique que el ambiente lo hacemos entre todos; no estamos de paso en Comodoro, estamos para tener una vida más linda, entonces hay que llenarnos de árboles, de vida”.
CONVERTIR BASURA EN ORO VERDE
Para ejemplificar lo que dice, Nadia cuenta que el 50% de los residuos domiciliarios que se generan son orgánicos; es decir, que se pueden convertir en compost, que luego será utilizado como alimento para plantas y flores.
“Esto es ideal para un lugar como el nuestro que le cuesta tanto crecer. Darle ese alimento es muy bueno porque permite que crezca con más fuerza y más rápido. Ahora que es otoño estamos buscando que nos traigan todas las hojas secas, que muchos creen que es basura, pero en realidad eso se convierte de nuevo en tierra de vida a través del compostaje”.
Para la paisajista se trata del oro verde, el proceso orgánico que hace la naturaleza de forma natural en un periodo de tres a seis meses. “Es algo sencillo, vamos haciendo como si fuese una lasaña. Una capa húmeda de residuos orgánicos y una capa seca de hojas secas. Dependiendo la época del año la regás más o menos, y eso es todo, la naturaleza es mágica y va a trabajar por sí sola hasta que esté el compostaje listo para usarlo”.
Como dice Nadia, la iniciativa tiene un doble propósito, que la gente se acerque al vivero a dejar sus residuos pero que también aprenda el proceso y lo replique en su casa. El que pueda hacerlo, lo implementa como hábito de vida, y el que no, puede seguir llevando los residuos al vivero para que ella haga el compostaje, tal como hacen muchos vecinos de la zona.
Para ella “es un orgullo y una felicidad muy grande”, asegura, porque así suma su granito de arena para tener una ciudad más sustentable y más amigable con el medioambiente, una práctica que se debe enseñar desde chicos, tal como hizo su padre, cuando le enseñó el valor que tenían las ranas en el ecosistema.