De consumir harina agroecológica a producirla: la historia de la familia Simcic que creó un emprendimiento con sello propio
¿Cómo un profesor de educación física y un guía de montaña terminaron encabezando un emprendimiento de harina agroecológica que va por su tercera cosecha? La respuesta la tiene la familia Simcic, que pasó de consumir harina de la Comarca Andina a producir. Su objetivo es realizar un producto natural que compita con las harinas procesadas. Una historia de campo, cosecha y molinos en el noroeste de Chubut.
Son las siete de la tarde. Francisco está terminando de hacer un pedido para completar la última actividad del día y continuar con la vida en familia. Frente a una computadora, ultima detalles; sabe que en unos minutos será el turno de contar de qué se trata su emprendimiento. Francisco está nervioso, lo admite. Lo suyo no son los micrófonos, sino la educación física y, desde hace un tiempo, la cosecha, gracias a aquel emprendimiento familiar que los llevó a una vida de trigo, molinos y campo.
Simcis es uno de los dueños de Harina del Sol, un emprendimiento familiar que surgió en El Hoyo, hace unos quince años, pero que hace tres años administra junto a su familia.
El creador fue Horacio Drago, un hombre que, junto a dos socios, tuvo la idea de crear su propio molino y elaborar harina con trigo de la Comarca Andina de Chubut. Francisco y su familia eran clientes. Sin embargo, un día, la historia cambió y se convirtieron en propietarios.
Pero para entender esta historia hace falta retroceder mucho más en el tiempo, a aquella época en que Miguel y Moira, los padres de Francisco, llegaron a Chubut desde San Andrés de Giles, provincia de Buenos Aires.
Era mediados de la década del 80 y los docentes, luego de unas vacaciones en la provincia, decidieron probar suerte en aquella zona que tanto les había gustado. Para hacerlo, eligieron El Maitén, el pequeño pueblito de La Trochita, donde se radicaron y vivieron unos años.
Precisamente, allí nació Francisco, quien se sumó a Pedro y Catalina. Más tarde llegaría Elena, una vez que se radicaron en El Hoyo.
Lo cierto es que Miguel y Moira dedicaron su vida a la docencia, y en paralelo, a pulmón y con esfuerzo, trabajaron la tierra, construyendo su propia chacra, donde plantaron de todo. Así, los chicos crecieron cerca de la naturaleza y las bondades de la cosecha propia.
Francisco admite que siempre llevaron una vida saludable, comiendo alimentos naturales y siendo conscientes de los procesos que tienen los productos más comerciales. Así, conocieron “Harina del Sol”, el emprendimiento de Horacio, y se hicieron consumidores.
“Nosotros éramos consumidores de esa harina”, cuenta el emprendedor con orgullo. “La comíamos en casa pero también la comprábamos para hacer pan que le dábamos en el almuerzo a la gente que hacía travesías en kayak con nosotros. Siempre le comprábamos a Horacio y me acuerdo que una vez nos comentó que estaba cansado, que no quería trabajar más con la harina y a mi viejo se le ocurrió comprar el emprendimiento. Así empezó todo.”
Horacio les enseñó a hacer harina y usar las máquinas que él mismo había creado. Pero, a diferencia de él, que compraba el trigo, ellos eligieron tener su propia siembra para poder hacer el producto en su totalidad.
“Lo que buscamos es hacer harina agroecológica. Nosotros tenemos 7 hectáreas propias, de las cuales cultivables son 5, y quisimos tener el molino y también sembrar el trigo, porque es mucho más rentable. El primer año sembramos 5 hectáreas y sacamos un promedio de 900 kilos por hectárea. Es muy poquito, porque por hectárea se cosecha de 3 a 5 mil kilos. No fue un buen año, justo hubo sequía, pero el año pasado sembramos de vuelta 7 hectáreas y cosechamos 14 mil kilos. Ese es el trigo que estamos usando hoy.”
Por estos días, los hermanos Simcic ya preparan la tierra para su tercera siembra, la cual dará sus frutos en febrero, con el objetivo de que cada vez más gente consuma harina agroecológica.
“Es algo natural, agroecológico. Nuestra alimentación es casi toda de la huerta, una huerta ecológica, sin químicos, sin nada, y la harina es parte de eso. Si uno compara las dos harinas, son dos mundos distintos. La harina ultraprocesada es cualquier cosa, y acá lo único que le ponemos es abono. Entonces buscamos competir con las harinas industriales. Por ahí va nuestro camino: trabajar con el ambiente, cuidar la tierra, dar una buena alimentación, que no sea un alimento ultraprocesado. Por eso hacemos dos moliendas. Una harina más gruesa, como se consumía antes, y otra un poco más fina. Después depende mucho de la cuestión climática. El primer año no llovió nada y tuvimos una cosecha floja. El segundo año mejoró mucho la cuestión climática y tuvimos una mejor cosecha. Dependemos mucho de eso, pero vamos aprendiendo también porque hace tres años recién que estamos con el trigo.”
Francisco lo dice, están aprendiendo, pero dependen de sí mismos, más que de la cosecha de otros productores. El círculo se completa con la distribución, llegando a El Hoyo, Lago Puelo, Bariloche y también algunos lugares del interior del país. Es que han recibido pedidos de Córdoba y Buenos Aires, de gente que quiere probar este producto natural. “El círculo está completo y poder mostrarlo es algo muy lindo. Creemos que es importante que sea un producto accesible para todo el mundo, y a la gente le gusta. Es bueno el camino por el que vamos, así que estamos contentos por cómo venimos laburando y de mantener la línea de lo agroecológico. Tenemos grandes expectativas porque yo creo que la salud cada vez va llevando más a consumir alimentos más saludables. Cada vez se consumen menos ultraprocesados y también el hecho de consumir alimentos de la zona, porque esta zona es muy productiva”, sentencia Francisco, el emprendedor que junto a su familia terminó creando su propia harina, un producto regional y 100% natural.