“Toda la vida me gustó esto”, dice Agustina Gelvez, cuando explica cómo fue su búsqueda para encontrar su oficio. Intentó con arquitectura, también con administración de empresas y cosmetología, pero la respuesta estaba en aquellos dibujos que hacía de niña. Lo suyo era el arte.

Agus tiene 33 años y hace seis meses volvió a Chubut, luego de cuatro años entre Buenos Aires y Mendoza. Está contenta, volvió a conectar con las playas de su lugar en el mundo, lo que le permitió dar un toque muy especial a su emprendimiento. 

Ella es la creadora de “Agus Pinta”, un emprendimiento de buzos pintados a mano, pequeñas obras de arte, que quedan estampadas en buzos que luego puede lucir uno mismo. Pero vamos al principio.

Agus es la creadora de "Agus Pinta", un emprendimiento de buzos pintados a mano.
Agus es la creadora de "Agus Pinta", un emprendimiento de buzos pintados a mano.

Agus nació en Trelew, pero creció en Playa Unión, la villa balnearia vecina a la capital de Chubut. Precisamente, en esa ciudad estudió, primero en la Escuela María Auxiliadora y luego en el Colegio Don Bosco.

Como dice, toda la vida le gustó el dibujo y aún recuerda, en su infancia, aquellos días en que pintaba dibujos animados o aquellas clases de plástica que tanto le gustaban.

“Mi primer recuerdo es de chiquita”, recuerda en su charla con ADNSUR. “Recuerdo mis primeros trazos, dibujando personajes de Disney. Después, ya de grande, me gustaba mucho el grafismo y dibujar distintas fuentes de letras, entonces escribía mi nombre de distintas formas o distintos colores, pero fue como que siempre me gustó la parte de diseño”.

La emprendedora confiesa que en la primera ya le fascinaba todo lo relacionado al dibujo. “La única materia que me interesaba era plástica”, dice entre risas, mientras cuenta cómo “esperaba, siempre, esa horita semanal” que tenía junto a Cristina, su profesora de plástica.

A la distancia, reconoce que aquella fue una gran influencia. “Me encantaba su clase, llevaba muchos artistas nuevos, muchos argentinos; ahí conocí a Benito Quinquela Martín, fueron mis primeros pasos, me encantaba, y a ella le encantaba y creo que se daba cuenta de que me gustaba. Era mi mundo.”

Cuando terminó la secundaria, Agustina sabía que lo suyo iba relacionado a algo vinculado al diseño. Pensó en arquitectura, y San Juan, la tierra de su abuelo, fue el destino para continuar sus estudios universitarios. Pero no era lo que pensaba y un año y medio después regresó.

Intentó con Administración, Cosmetología, pero no era lo que finalmente quería, hasta que un día supo que una conocida estaba estudiando Artes Visuales. “No encontraba lo que era lo mío. Uno piensa que a los 18 tiene claro qué es lo que quiere, pero no fue mi caso. Y en 2016, Magali, una amiga de mi hermana, estudiaba Artes Visuales y comencé a averiguar del instituto. Sabía que no era una licenciatura, sino una profesora. Yo iba a ser docente, pero me encanta la docencia, mi mamá es maestra, mi abuela es maestra. Comencé a interiorizarme del plan de estudio. El primer día que fui, que era como un curso nivelatorio, me encantó. Hice un grupo de pertenencia ese mismo día, gente muy talentosa, profesores con mucha pasión, mucha vocación y dije esto es lo mío.”

Así, Agustina comenzó a formarse técnicamente. Tenía talleres intensivos de pintura, escultura, grabado, dibujo y pasaba horas creando y dibujando.

Cada buzo es pintado a mano, de forma netamente artesanal.
Cada buzo es pintado a mano, de forma netamente artesanal.

Fue en esa etapa en que conoció a Sebastián Giovini, jugador de Guillermo Brown. Se conocieron en la ciudad de las ballenas, y cuando al arquero le ofrecieron sumarse a Defensores de Belgrano, no dudaron y decidieron juntarse. Así, los últimos cuatro años, la pareja vivió entre Buenos Aires y Mendoza.

En esa etapa, Agus intentó conectar con la pintura, pero la pandemia y la maternidad lo  postergaron, hasta que hace un año y medio, decidió que era momento de volver al lienzo, pero esta vez con un emprendimiento propio y pintando buzos, tal como hacía una artista mendocina.

Las primeras pruebas, cuenta, fueron con un buzo viejo de su cuñada. Fueron tiempos de muchas consultas y videos. Es que, como cuenta, es muy diferente pintar en lienzo que pintar sobre algodón. 

“No es lo mismo piintar sobre lienzo. Yo pintaba con óleo o sobre acrílico, pero para pintar sobre telas tenés que usar pinturas especiales, que son para tela. No podés pintar en cualquier tela, tienen que ser de algodón y ahí empecé a interiorizar sobre materiales. Le pregunté a un amigo que diseñaba indumentaria y me explicó cómo funcionaba el tema de las telas y los pigmentos, y así empecé”.

Los primeros buzos fueron pintados con obras de grandes artistas que había conocido y estudiado a lo largo de su carrera, pequeños collages que le daban un toque único a cada pieza, y en marzo, cuando volvió a Chubut, decidió que era momento de pintar fauna autóctona de la Patagonia.

“Cuando me mudé acá fue como reconectar con el lugar después de estar tantos años en otros lugares. Levantarme a la mañana e ir a la playa, la gente, el clima, la familia. Entonces tenía ganas de hacer algo de acá, algo que sea bien nuestro, toda esta fauna patagónica que amo y que la gente también ama. He pintado de todo, pero lo que más gusta es la ballena y también hice uno con una orca que gustó un montón. Yo pensaba que esos animales les llamaban más la atención al turista, pero la gente de acá también los ama.” 

Del Instagram de aguspinta.textil

Todos los diseños de Agustina son únicos. Cada buzo, remera o bolso es una pequeña obra de arte que lleva una composición distinta. Se trata de un trabajo netamente artesanal que demanda entre cinco días y una semana. 

“La verdad es que cuando empiezo sé que quiero pintar pero no sé dónde va a terminar, en el camino pasan cosas", dice entre risas. "Entonces hago un boceto rápido y después va mutando, la idea, los colores, la morfología. Todo lo hago en el taller que armé en mi casa y cada prensa me lleva entre cinco días y una semana, porque tengo que esperar a que se seque para pintar del otro lado, y una vez que termino de pintarlos, los lavo y después les saco fotos”.

Agus junto a su familia, su sostén para llevar adelante el emprendimiento.
Agus junto a su familia, su sostén para llevar adelante el emprendimiento.

Con orgullo, cuenta que “son pequeñas obras de arte”, que la gente puede vestir y no tenerlas simplemente colgadas en una pared. Admite que emprender a veces es difícil, y que en estos tiempos el mercado puede ser muy duro. Sin embargo, de algo está segura: es lo que le apasiona. “Más allá de que es un trabajo, lo amo, es una parte de mi vida y una parte fundamental para estar sana, porque es mi propia terapia. Y qué mejor que hacerlo con animales de mi provincia. Me encanta, soy muy fanática, amo mucho mi provincia, me parece que es maravillosa”, dice la emprendedora que hace arte con animales patagónicos en buzos que se pueden lucir.

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