Aquello de lo que no se habla, una realidad siniestra y perversa que está ocurriendo ahí fuera donde el silencio hace un ruido ensordecedor, la atmósfera se vuelve opresiva y exasperante, y lo que no se dice cobra la forma de algo terrible que está por pasar.  

De eso habla un informe del Poder Judicial que muestra que en 2022 hubo un rebrote de casos de violencia familiar y de género en Comodoro Rivadavia, que lidera las estadísticas en esa materia, y también revela que la realidad no es muy distinta en Puerto Madryn y Trelew.

En enero de este año, Comodoro Rivadavia volvió a alcanzar niveles de casos que no registraba desde el 2018. 

Puerto Madryn, entre finales del 2021 y comienzos de este año, rompió un nuevo récord de causas y hoy cierra con niveles altos. 

Trelew, si bien la curva es más dispar, mantiene los mismos picos que venía registrando desde hace un lustro.

El informe muestra una parte de la historia: hay casos registrados en la comisarías que no llegan a plasmarse en una causa judicial, porque supuestamente no son “delitos”.

Tampoco figuran al parecer los casos de violencia laboral, que siguen proliferando en la medida que cada vez más mujeres dicen ¡BASTA!

Los fríos números pueden ser opinables o discutibles, pero la experiencia muestra que la violencia sigue estando, se transfigura, adopta diversas máscaras y no discrimina.

“Están cansadas, no aguantan más, lo dejaron pasar una vez, dos veces, pensaron que iba a a cambiar pero no, sienten agobio e impotencia, enojo, están hartas”, confió una funcionaria judicial.

El otro dato que arrojan las estadísticas de las causas ingresadas en la Justicia, es que la inmensa mayoría de los conflictos (90 %) comienzan con agresiones verbales, van in crescendo y terminan explotando con violencia física (58%).

De estos casos, la mitad son relaciones de pareja que se rompieron pero aún siguen atrapadas en una espiral de violencia en todas sus formas: económica, verbal, psicológica, silenciosa y hasta física, que puede terminar de la peor manera.

“Me pidió perdón 50 veces, me dijo que no iba a volver a suceder. Estas mujeres los quieren, son sus parejas, los padres de sus hijos…”, revela una trabajadora que ayuda a las víctimas a seguir adelante con sus vidas.

Otra especialista reconoce que “no hay un perfil de abusador” sino más bien todo lo contrario: un violento puede ser “un vecino ejemplar”, “un trabajador noble” o un “buen esposo”. 

En general ellos muestran arrepentimiento: “me saltó la térmica”, "me pasé de mambo", tratan de justificarse. Los hijos también son víctimas de esta situación horrorosa que los empuja a ver cómo el padre le pega a la madre.

DE VIDAS AJENAS

Las mediciones relativizan la creencia asentada que los casos de violencia de género están vinculados con la marginalidad, la delincuencia, la falta de escolarización, el desempleo, el alcoholismo y la drogadicción.

Las mujeres afectadas integran una franja etárea de la población activa, de entre 20 y 40 años, que pasó por el sistema educativo y que trabaja. 

Hay indicadores que permiten pensar que la violencia de género atraviesa a todas las clases sociales: el 29.4 % terminó el colegio secundario, un 30% empezó pero no terminó y el 8% siguió estudios terciarios y universitarios.

La diferencia está en que las mujeres que tienen carencias económicas requieren la asistencia del estado porque no tienen medios para salir del círculo de violencia, mientras que aquellas que están en una mejor posición pueden arreglárselas.

Por lo general, dijo una fuente, en los hogares más vulnerables es más frecuente que “les abran las puertas” a las asistentes sociales mientras que en los barrios acomodados les contestan que antes de hablar “van a consultar a un abogado”.

Aún así cada vez más mujeres de clase media denuncian estos casos que antes solían verlos como asuntos de pareja que debían arreglarse “puertas adentro”.

Esto no significa que el acceso al empleo no siga teniendo un peso considerable en el abordaje de la problemática de la violencia. Cuando una mujer empieza a valerse por sí misma recupera una libertad que hasta ese momento había perdido.

De acuerdo con las estadísticas judiciales, el 18% de los hombres denunciados no tiene trabajo y el 10% de las mujeres víctimas son amas de casa. Pero salta a la vista que casi la mitad de ellas está empleada y tiene ingresos propios.

DETRÁS DEL DISFRAZ

Una fuente dijo que los casos de violencia en todo el país se dispararon durante la pandemia cuando los hombres se quedaron encerrados en sus casas.

Hay quienes aseguran que los casos de violencia se dan mayormente por conflictos de exparejas que tras romper libran una “batalla estratégica” en la que los hijos son las piezas que quedan en el medio.

Desde esta visión, que relativiza las perspectiva de género, aseguran que la mujer incluso puede llegar a injuriar y calumniar a la expareja con tal de que no vea a sus hijos. 

Según esta mirada, los conflictos entre padres y madres separados a menudo se incrementan durante las vacaciones de invierno y las fiestas de fin de año.

Por lo general, señaló una fuente, estos conflictos quedan en exposiciones policiales y no llegan a la Justicia, aunque en muchos casos son delitos que deberían ser denunciados.

Otras miradas entienden que el “patriarcado", que es una construcción social, sigue manifestándose de las formas más sutiles -y no por eso menos peligrosas- que hay que desenmascarar.

Tampoco es menos cierto que desde la irrupción del Ni Una Menos la violencia contra la mujer cobró una visibilidad tal que muchas veces supera la capacidad del estado de dar respuesta a un flagelo que sigue creciendo.

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