Son las 6 de la tarde en Comodoro Rivadavia y en Kassel, Alemania, Patricia Pinto se prepara para descansar luego de una maratónica jornada en la Documenta, la exposición de arte contemporáneo que por estos días se realiza en esa ciudad. Se trata de la 15° edición de este gran evento que desde 1955 se realiza cada cinco años, y que junto a la Bienal de Venecia es considerada una de las exposiciones más importantes del mundo.

Patricia admite que en la Documenta “todo es tremendo, todo es mucho”. “Este es el décimo día que estamos acá y la verdad que todo es mucho, porque es mucho el espacio gráfico, el material para visitar, las muestras, es todo mega gigante de extensión, y seguimos investigando, discutiendo, poniendo en discusión todo lo que vemos, así que estamos agotadísimos, pero felices. Todo muy interesantísimo”.

Patricia en la sede central de la Documenta.

Patricia llegó hace 15 días a Alemania y mañana emprenderá viaje de regreso, sabiendo que la exposición continuará hasta el 25 de septiembre, cuando complete los 100 días de actividades. 
Allí, no solo recorre las obras gracias a la beca que ganó de la fundación Bomba de Miel, sino que también realiza su propio proyecto acompañada por Fabio di Camuzzi, su amigo director de la entidad que la premió por la trayectoria expandida. 

Al respecto, Patricia explica a ADNSUR. “Vengo con un proyecto en el cual propongo generar puentes más allá de los 100 días de la Documenta como también lo plantean ellos. Mi proyecto está pensando en cartas que ya empecé a escribir en junio, dirigida a los integrantes del ruangrupa (organización de arte contemporáneo fundada en 2000 por un grupo de diez artistas en Jakarta que estuvo abocado a la curatoria de la exposición), personas del ámbito institucional de la Documenta y otras personas. Son en total 100 cartas que empecé a contar desde mi partida desde Comodoro - Rada Tilly hacia la Documenta, contando cómo fue mi experiencia previa y cómo es la experiencia como artista y como persona. La idea es que esas cartas sean parte de un libro, así como también una bitácoras”.

Las cartas de Patricia incluyen correspondencia que fue enviada a Joseph Beuys (fallecido en 1986), el artista que en 1982 decidió plantar 7000 árboles de roble frente a la fachada del museo Fridericianum, como una obra de arte que apuntaba a tener un carácter social y ecológico.

Es que su idea es poder sumar al objetivo que este año se propuso la Documenta, que pensó la exposición bajo el concepto “Lumbung”, que se traduce como "granero de arroz", y pretende ser una olla o sistema colectivo de acumulación, donde los cultivos producidos por una comunidad se almacenan como un futuro recurso común compartido.

¿Pero cómo llegó una comodorense que trabajó toda su vida en el Poder Judicial a una de las exposiciones más importantes del mundo? La respuesta está en el proceso.

Patricia está acompañada por Fabio di Camuzzi, su amigo director de la entidad que la premió por la trayectoria expandida. 

Patricia es comodorense nativa, hija de inmigrantes portugueses. Cuenta que todo comenzó en mayo, cuando fue notificada de que había sido premiada con una beca que otorga Fabio di Camuzzi. Lejos de ser un hecho aislado, asegura que forma parte de un proceso que inició hace muchos años, cuando comenzó a sumergirse en el mundo del arte y que se profundizó en las últimas décadas. 

Es que a Patricia siempre le gustó el arte, esa actividad que descubrió gracias a Marina Freile de Franklanger, su vecina y docente de la Escuela de Arte, a quien visitaba frecuentemente cuando era chica.

A la distancia, la artista aún siente “el olor a trementina, los cuadros, los canva, los óleos” que sentía y veía cada vez que iba a la casa de quien fue una de las pioneras de la Escuela de Bellas Artes. 

“Ahí nació todo, en la adolescencia, cuando tenía 12 o 13 años”, dice con nostalgia, y admite que a pesar de que quería estudiar en esa escuela, sus padres no la dejaron y tuvo que volcarse a la educación tradicional.

Sin embargo, no estaba dispuesta a darse por vencida y, en segundo año de la Secundaria, decidió ingresar a escondidas a la Escuela de Arte, que por entonces funcionaba en el ex Hotel de Turismo.

“Estuve un tiempo haciéndolo a escondidas hasta que me descubrieron porque estuve un mes entero sin aparecer en casa hasta las 7 de la tarde. Cuando mis papás me descubrieron, dejaron que siga yendo, pero con ciertas reglas: si me atrasaba, si me llevaba materias, no me dejaban ir más. Y continué hasta cuarto, cuando casi me llevé dos materias y tuve que dejar”. 

A pesar de que dejó la Escuela de Arte, Patricia nunca dejó de formarse haciendo talleres libres y produciendo obras. Sin embargo, admite que el matrimonio, los hijos y la carrera universitaria, pusieron de alguna forma un parate a su desarrollo artístico. Es que en paralelo continuó su formación tradicional, graduándose como licenciada en Ciencias de la Educación, especialista en políticas públicas y más tarde estudiando psicología social y psicología forense.

Lejos del arte, Patricia abocó su vida a su trabajo en el Poder Judicial, actividad que comenzó a los 17 años y continuó por 41 años hasta que decidió jubilarse luego de la pandemia. 

Desde entonces, su vida está abocada 100% a la disciplina que conoció siendo una adolescente y que retomó con fuerza en 2000, cuando comenzó a descubrir el arte contemporáneo. Por ese entonces, ya había dejado de dar clases en las universidades Nacional de la Patagonia San Juan Bosco y de la Patagonia Austral. 

En los últimos años, previo a su retiro del Poder Judicial, Patricia se abocó al mundo del arte. En 2014 empezó a dar clínicas y, tres años después, fundó su propio estudio, “Patricia Pinto”, donde da clínicas a artistas de diferentes ramas. 

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Del Instagram de patriciapinto.studio

Patricia asegura que hace más de 15 años viene haciendo obras de modo sostenido, incluido sus dos libros: “Patricia Pinto Artista” y “Mi hermano Oscar”. Por eso entiende que su participación en esta Documenta tiene más que ver con un proceso que con un logro personal. 

“No puedo decir que es mi mayor o menor logro, porque vengo de un proceso de crecimiento y cada paso es un logro. Estar 15 días acá con el estudio previo, durante, y con el nivel de producción que va a terminar siendo este material, es un paso más, porque en cada proceso uno va de una manera distinta. Es un paso más de crecimiento como artista”. 

Este lunes, ella emprenderá viaje nuevamente a Comodoro, con toda la experiencia que significó este gran evento, que espera poder traducir en charlas, un libro y una bitácora, para poder compartir con otros el conocimiento adquirido, la experiencia vivida en su propio proceso, aquel que comenzó cuando era una adolescente y nunca más dejó.

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