Este domingo, en la casa de barrio La Floresta donde vive la familia Salvo, saldrá humo del chulengo. Es el ritual, casi sagrado, para compartir una fecha especial y celebrar la vida. Por supuesto, como es costumbre y tradición, Juan será el asador. Emiliano, Agustín (sus hijos) y María Cristina (su esposa), los invitados y seguramente habrá alguien más que acompañe los festejos. Para Juan quizás no sea un Día del Padre más, esta vez tendrá un regalo muy particular, el homenaje de sus hijos en su día y la alegría de saber que les dejó el mejor legado que pudo haberles dado: valorar la independencia y la libertad.

Juan es el histórico vendedor ambulante ciego de Comodoro, un hombre que eligió hacer lo que le gusta y priorizó su felicidad antes que la comodidad que puede darle un trabajo formal. Comenzó vendiendo alfajores a los 12 años, vendió helados en la Costanera muchas tardes de verano y alguna vez tuvo un kiosco en la terminal de Comodoro. También supo tener su propia verdulería, pero hace un tiempo decidió alquilarla y volver a la calle, el lugar donde se siente más cómodo, siendo dueño de sus horarios y sin patrones de por medio.

Juan y Emi juntos.
Juan y Emi juntos.

Juan es un vendedor de raza, pero sobre todo un tipo feliz. Lo dijo él, el año pasado cuando hablamos afuera de Garbarino y hoy lo ratifica su hijo, Emiliano, quien con orgullo sigue sus pasos. Es que al igual que su padre, Emi es no vidente y comenzó a trabajar de joven, a pesar de que el propio Juan le aconsejó que estudie. 

Emi hoy tiene 24 años y su propio emprendimiento: “Emi Salvo Producciones”. Alquiló un local comercial y organiza eventos, donde él mismo suele poner música o estar en los detalles de la organización. Por supuesto, sigue siendo Dj, como empezó su historia, y de alguna forma ese también es uno de los legados que les dejó su papá. El joven aún recuerda aquellos días en que Juan, junto a su hermano Víctor, tocaba música Patagónica y él los acompañaba.

“Yo siempre digo que mi papá es mi ídolo para mí”, dice sin vueltas Emi. “Es una persona que admiro en todo lo que hace. Es mi ejemplo a seguir. Yo lo veo a él y digo: ‘yo quiero ser como él’, porque soy feliz, pero digo ‘yo quiero tener la felicidad que tiene él’. Él disfruta todos los momentos. Puede ser feliz comiendo un pollo a la parrilla o un costillar, pero no va a lamentar si no tiene algo. Es una masa”.

Juan es vendedor desde los 12 años. Hizo de todo y hasta tuvo su verdulería, pero decidió alquilarla y volver a la calle.
Juan es vendedor desde los 12 años. Hizo de todo y hasta tuvo su verdulería, pero decidió alquilarla y volver a la calle.

Emi no escatima elogios al hablar de sus padres y de Juan en especial. Cuenta que le inculcó su amor por la música, pero también el valor del trabajo y la libertad. “Yo siempre digo que gracias a Dios mis padres son ciegos, entonces nunca tuve la palabra ‘no’, nunca me dijeron ‘no vas a poder’. Es más, siempre me dijeron ‘sí, vas a poder’, con palabras y con hechos. Para mí es muy normal que la gente diga ‘uh, re bien, qué capo, cómo te manejas, cómo haces esto’, y yo una de las cosas que siempre dejo en claro es que Dios hace las cosas perfectas y una de las cosas buenas que hizo fue haberme mandado a mis papás, para mí eso fue una bendición, porque nunca tuvieron la palabra ‘no’”. 

Cuando lo cuenta, Emi recuerda un momento que fue trascendental en su vida: el día en que le marcó “que la vida se vive con independencia”. Era chico, pero para él ese momento fue una lección de vida. “Mi fiel compañero es mi bastón y eso fue otra cosa que mi papá me enseñó. Cuando yo tenía seis años me dijo: ‘yo un año te voy a llevar al colegio. Ya en segundo grado te vas a tener que venir solo, porque no te voy a estar llevando todos los días. ¿Qué, cuando tengas 15 años te voy a llevar a que te veas con tu novia y te voy a esperar afuera del bar? No, vos tenés que aprender a manejarte solo’”. Hoy en día lo que más agradezco es que mi papá haya tomado esa decisión porque me da la autonomía de poder hacer mis cosas por mi cuenta”.

Emi recuerda esos tiempos en que asistía a la escuela 83. Tenía siete años e iba solo a la escuela. Recuerda los murmullos de gente que decía “¿cómo lo van a dejar que se vaya solo, que malos padres?”, pero él lo ve de otra manera. 

Emi formó su propia productora de eventos, gracias a la independencia y autonomía que siempre le inculcaron sus padres.
Emi formó su propia productora de eventos, gracias a la independencia y autonomía que siempre le inculcaron sus padres.

Bajo esos murmullos, Emi creció y su padre, conocedor de cómo vive la sociedad, siempre le indicó el camino correcto para poder protegerse y mostrarse. 

“Gracias a Dios mi papá siempre me enseñó que ‘el pobrecito’ siempre va a estar, porque vos ves a un ciego y decís ‘que garrón el loco, le tocó ser ciego’, pero uno se encarga inevitablemente de revertir esa situación, porque cuando el ciego entra a un lugar y ves que se desenvuelve tan bien le dicen ‘qué capo que sos’, y eso lo más lindo, también que muchas personas dicen ‘si él pudo, ¿cómo no voy a poder yo?’. Hay gente que me lo dice, que dice ‘desde que te vi a vos me dieron ganas de salir a laburar, de pelearla más’, porque hay gente que se encierra en problemas simples. Entonces nos ve a nosotros y piensan ‘si ellos pueden, ¿cómo no voy a poder yo?’”.

La palabra de Juan es fundamental para Emi. Siempre es el hombro de consulta y el que da el mejor consejo. También el impulsor de sus logros y quien lo encauza cuando puede derrapar. “Él me pone los pies en la tierra, porque a veces uno se va de la ruta, y él es el que me halaga, pero también me pone los puntos para que esté en la línea correcta”. 

Emi junto a su papá en Buenos Aires.
Emi junto a su papá en Buenos Aires.

Emi confiesa que su padre le dijo que estudie, que no haga como él, que se puso a trabajar. Admite que inevitablemente cometió el mismo error, aunque no se arrepiente. A Emi le fue bien y ya tiene su propio emprendimiento. Sin embargo, sabe que tiene una deuda pendiente consigo mismo y este año decidió volver a estudiar. 

Emiliano está sacando las últimas materias de la secundaria y quiere comenzar la universidad. Cuando lo cuenta, se entusiasma, no solo por él sino también por su padre. “Es algo pendiente, y yo sé que el primer día que vaya a la universidad se va a poner contento, porque él quería que estudie. Me gustaría hacerlo, porque en lo que puedo trato de honrar a mi viejo”, dice este joven que sueña con formar su propia familia, tal como hizo su padre, quien vive su vida a su manera, con libertad y felicidad.

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