Adiós a un comercio que dejó su huella en Comodoro: después de 50 años cerró "La Calesita"
Uno de los comercios históricos de la ciudad, bajó sus persianas este pasado domingo al mediodía y le puso a fin tras medio siglo acompañando a los comodorenses. La forma de comprar de la gente fue uno de los motivos del cierre.
El último 18 de mayo, “La Calesita”, el histórico cotillón de Sarmiento casi Alvear que alguna vez estuvo en pleno centro de Comodoro Rivadavia, cumplió 50 años. No fue un aniversario más para la familia Mendes Nunes, sabían que se trataba de medio siglo de vida, pero también el último festejo de un tradicional comercio de Comodoro.
El pasado domingo 1 de octubre, La Calesita bajó sus persianas para siempre y dejó plasmado en los comodorenses su rica historia, entre clientes, recuerdos y momentos que los Mendes Nunes no olvidarán.
“Que rápido se enteraron”, dijo Andrea, la propietaria que se emocionó al hablar del local comercial que fue la vida de toda su familia.
“En el mediodía de ayer, cerramos las puertas del cotillón La Calesita que ha sido testigo de cincuenta años de alegría y celebración. En esta emotiva despedida, queremos expresar nuestro profundo agradecimiento a nuestros familiares, amigos, empleados y clientes por habernos acompañado”, publicaron en su cuenta de Facebook.
“Los recuerdos del catering, las clases de repostería y las risas de siempre en este cotillón quedarán grabados en nuestros corazones. Aunque el cotillón cierre sus puertas, la chispa de la alegría perdurará en nuestras vidas y en Comodoro gracias a todos ustedes. Gracias por compartir esta historia inolvidable con nosotros”, cerraron.
“La Calesita empezó hace 50 años. Era de mi mamá, Silvia Luis, que lo tuvo durante 25 años y después se cansó. Me acuerdo que un día me dijo ‘agarralo vos, ¿te animás?’ Yo en ese momento había arrancado la universidad, pero dejé y ¿qué mejor que arrancar con esto?”, rememoró en mayo de este año.
Los inicios de La Calesita fueron en el mismo lugar donde funcionó su última sucursal. El sector del frente, la parte más chiquita del cotillón, marcó los inicios en tiempos en que la oficina de Andrea aún era parte de la casa de su madre, aquella mujer que decidió probar con un rubro que era innovador y dejar atrás la atención en el pequeño almacén que tenía.
Con el paso del tiempo, el local se fue expandiendo y la marca fue creciendo.
En la década del 70 tuvo una segunda sucursal en el Centro de la ciudad que era atendida por el padre de Andrea. Mientras que su mamá decidió crear una Escuela de Repostería.
Las dos sucursales funcionaron en forma simultánea hasta que ella falleció y decidieron quedarse con el local de Sarmiento al 1500. Así, Andrea y sus hermanos crecieron entre artículos de cotillón y otros productos que hacían al stock del local.
Ella era chica pero aún recuerda esos días en que bajaba de la casa de sus padres para atender el cotillón. “Tenía 10 años y bajaba a atender. Me gustaba, había mucho movimiento. Me acuerdo que un Día del Niño mi mamá vendía unas muñecas con unos discos de colores y había mucha gente haciendo fila afuera del local. Yo pensé ‘¿qué pasó que hay tanta gente?’ porque estaban haciendo cola hasta la esquina. También una vez que en la Rural había una feria y en el local había como cinco empleados con mi mamá haciendo huevos de pascua para llevar”.
Andrea y sus hermanos, Roberto, Ricardo, Mariela y Gabriel, crecieron junto a La Calesita en sus distintos momentos y fueron parte del emprendimiento.
Cuando Silvia decidió dejar el local, fue Andrea la que tomó la posta. Por ese entonces era solo una adolescente y buscaba su rumbo. Primero había intentado con Geología, pero la física y la química pudieron con ella y decidió ir por otro lado, Decoración de Interiores. Estaba en ese camino cuando en un viaje decidió que era momento de volver a Comodoro y así surgió la idea de que se haga cargo de La Calesita, que por entonces estaba alquilado a un matrimonio amigo. “Me quedé y dije ‘¿qué hago?’ y bueno mi mamá dijo ‘ponete a trabajar’. Justo el negocio medio que mi vieja lo había cerrado, lo tenía alquilado a unos conocidos y dijimos ‘bueno, sigo yo’, y ahí arranque y no paré más”.
Era el año 99, la antesala de la peor crisis de los últimos 40 años y Andrea junto a Mariela se hicieron cargo del negocio. Fueron tiempos difíciles que fueron pasando con el vaivén de la economía y siempre La Calesita fue creciendo.
En 2002, cuando Gabriel, el menor de los hermanos, se recibió de chef abrió la sección catering y casi en simultáneo se dio la reapertura de la Escuela de Repostería de la mano de Mariela.
Fueron años de crecimiento y buenas ventas, y otra vez el negocio volvió a aquel local de calle San Martín, casi Belgrano, donde funcionó durante varios años.
La Calesita llegó a tener más de 20 empleados, pero como dice Andrea, el rubro de a poco fue cambiando. El mercado online hizo que muchos decidieran comprar a distancia y las ventas comenzaron a bajar, algo que se sintió aún más luego de la pandemia, admite Andrea.
“Después de la pandemia se complicó todo: el catering cerró, la escuela también y yo la seguí remando pero ahora dijimos ‘ya está’. El tema es que cambió todo. Hoy vas al sillón, ves Mercado Libre, comprás las cosas por teléfono y ni te movés. También pasa que se está cuidando mucho el bolsillo. Se vende lo que es comida, pero no se gasta tanto en fiestas grandes. Antes había un cumpleaños de 15 y se hacía souvenir, árboles de la vida, centros de mesa y hoy no se hace nada. Es más, yo creo que si me decís, el artículo más vendido era el cisne con agua, pero hoy no lo usa nadie, ya fue, porque hay cosas que ya no se usan, como por ejemplo las tarjetas, ahora es por WhatsApp. Entonces fueron cambiando las cosas y nosotros también como que queremos apuntar a otra cosa”.
Andrea no pudo evitar las lágrimas y admitió que fue difícil y muchos clientes no lo creyeron. “‘No, no puede ser, ¿cómo van a cerrar?’, nos decían, pero fue una decisión familiar".
Con solo 45 años, admite que algo hará porque no se quedará quieta. Será momento de poner todas las energías en otro emprendimiento familiar que tiene con sus hermanos, un Apart hotel, en Belgrano y San Martín, donde antes funcionó el comercio.
Por supuesto, Andrea no se olvida de los clientes, los proveedores y sus parejas, quienes compartieron toda esta vuelta de La Calesita, una historia familiar que marca una época de la ciudad, y de alguna forma el ocaso de aquellos pequeños emprendimientos familiares que hoy se ven relegados por las nuevas formas de vida.