“Esto es un día a día”, dice Alejandra Carrasco (39) cuando comienza la charla al ser consultada sobre cómo es su tarea de voluntaria independiente. “El trabajo es ‘¿qué puedo hacer para ayudar?’, explica. 

Son las 7 de la tarde del lunes y el teléfono sonó por primera vez cuando el sol asomaba: una referente de un comedor se quedó sin gas y necesitaba ayuda para solucionar el inconveniente. 

Ese fue el primer llamado de una larga jornada que le dio continuidad al fin de semana. Es que el teléfono de Alejandra suena y suena, los pedidos se multiplican en tiempos de crisis y ella está al pie del cañón dispuesta a dar una mano a quienes lo necesitan y a aquellas mujeres que todos los días se levantan para ayudar a otros.

Alejandra irradia una energía que contagia. Se entusiasma cuando habla de lo que significan las donaciones para la gente y del trabajo en red que todos los días surge entre teléfonos, mensajes de WhastApp y pedidos de ayuda.

“Me di cuenta, a lo largo de este camino, que mi vocación es ayudar”, dice al recordar cómo comenzó su trabajo hace cinco años cuando inició su aventura solidaria. 

Hasta entonces llevaba una vida normal. Era madre de dos hijos, había reiniciado recientemente su carrera de bioquímica en la Universidad Nacional de la Patagonia San Juan Bosco y dividía sus días entre crianza y tareas del hogar, hasta que sintió que “algo más tenía que hacer” y decidió ayudar a otros. 

A la distancia, lo recuerda como si fuese hoy. “La verdad es que toda la vida busqué ayudar, nunca me fue indiferente. Donde yo iba trataba de hacer algo y después que recursé ese último año de la universidad, me quedaba un tiempo libre y se me dio la oportunidad de entrar en un grupo de voluntarios. Ahí empecé, de a poquito”.

“Me di cuenta, a lo largo de este camino, que mi vocación es ayudar”, dice Alejandra.

Alejandra tuvo su primera experiencia solidaria en Fundación Sí. Con ese grupo afrontó la pandemia y conoció un montón de referentes con los que aún hoy trabaja. Sin embargo, una vez que se reanudó la presencialidad decidió alejarse y continuar sola. 

Es que, como siempre, el teléfono sonaba mucho y era señal de que había mucho trabajo por hacer. Así, decidió hacerse voluntaria independiente, tal como se define hoy en sus redes sociales. 

Respecto a lo que representa su tarea, lo tiene muy claro. “Yo creo que soy un puente entre el que quiere ayudar y el que necesita esa ayuda. Yo tengo esto y justo me están diciendo ‘necesito...’ Entonces en el medio aparezco yo. Pregunto '¿alguien tiene?' y en ese ir y buscar la gente me va conociendo. Es eso, dar una mano cuando lo están necesitando”.

A Alejandra no le gusta mostrarse mucho, pero sabe que a veces es parte del trabajo para poder mostrar a donde llegan las donaciones.

Según explica, se trata de un trabajo en red donde “un montón de gente que está en lo mismo se encuentra, y donde cada uno es una pieza de un rompecabezas hermoso”.

Con confianza, admite que es un aprendizaje diario, un día a día, donde no todo es color de rosas. 

“Eso tiene cosas buenas y malas, son las dos caras de la luna, pero vos elegís lo bueno, te quedás con eso. Con ayudar a la gente, cambiarle el día, decir ‘se puede’. Estamos en una situación complicada pero pasamos la pandemia, entonces se va a poder igual. Pero la verdad es que todos los días me suena el teléfono. Domingo a las 11 de la noche, a las 7 de la mañana, y también es un aprendizaje constante de decir: ‘si’, ‘no’, ‘paro acá’, ‘me voy con mis hijos’, ‘me voy a disfrutar un cumpleaños’. Pero lo más mágico, que me encanta, es levantar el teléfono y poder decirle a una referente ‘mirá, conseguimos esto’. 

Alejandra cuenta con el apoyo de su familia. “Eso es fundamental”, admite. Sus hijos más de una vez la acompañan a dejar cosas, también son quienes testean los juguetes para saber si están en condiciones o no. Mientras que su marido la ayuda a juntar donaciones, tanto en el trabajo como en alguna casa, cuando ella le pide si puede buscar algo en algún lugar de la ciudad.

La voluntaria independiente admite que “sin su apoyo no podría, ellos me re acompañan y es el mejor ejemplo que le podemos dar a nuestros hijos”.

Las donaciones llegan a distintos puntos de la ciudad, tanto de zona sur como zona norte y en contacto con las referentes de cada merendero.

Lo cierto es que a Alejandra le gustaría ampliar este trabajo en red. No con una fundación o una asociación, sino brindando herramientas a la gente para que puedan mejorar su situación. Confiesa que a menudo lo habla con las distintas referentes y, poco a poco, la idea va madurando. 

“Venimos hablando de que no es solo ayudar, sino pensar qué herramientas podemos darles a ellos para que salgan de esto, porque en realidad no deberíamos existir, no tendríamos que estar nosotras. Entonces esto debe ser transitorio, tendríamos que lograr que salgan de esto, que busquemos proyectos. Alguna quiere dar música, otra quiere enseñar corte y confección. Es buscarle la vuelta, ir más allá, pero no armar fundaciones, asociaciones, ni nada. Siempre ayudando desde este lugar, apolíticos y en forma independiente.  

La voluntaria asegura que lo suyo es solo un granito de arena, “el verdadero trabajo lo hacen las referentes de los comedores”, dice sin dudar. “Ellas ven el dolor de los nenes y las madres que llegan todos los días. Entonces cuando una puede ayudar es una alegría enorme, un mimo alma al trabajo que vienen haciendo, porque la viven remando hace mucho tiempo”, asegura la mujer que se animó a ayudar a otros en forma independiente, un trabajo 24/7, donde el sueldo es la sonrisa del otro, el abrazo y el agradecimiento por ayudar a ayudar.  

Del Facebook de Alejandra Carrasco Voluntaria Independiente
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