Son amigos de la infancia y crearon el primer whisky Made in Comodoro
Claudio Felhi, Pablo Palacios y Martín Bellido se conocen desde chicos, no solo por la escuela donde hicieron la Primaria sino también por el Juan XXIII, el barrio donde crecieron y forjaron su amistad. Hace cuatro años, este grupo de amigos decidió incursionar en el mundo de la cerveza y hacer una bebida sin tacc. Sin embargo, fueron por más y elaboraron la primera tirada de un whisky Made in Comodoro, una historia de destilados, amistad y sueños.
Son las 9 de la noche. Sobre una mesa roja, una decena de botellas de whisky espera salir al mercado. Claudio Felhi, Pablo Palacios y Martín Bellido las miran, sonríen y con entusiasmo cuentan cómo surgió un proyecto que se suma a una ola de productos “Made in Comodoro”, aquellos que hace un tiempo comenzaron a surgir en la capital del petróleo y que hoy ya cuenta con varias marcas de cervezas artesanales, vinos y gins.
Ellos son los creadores del primer whisky de la ciudad, un destilado premium que apunta al mercado de las micro destilerías; tendencia que crece en el mundo con bebidas espirituosas de todo tipo y recetas que apuntan a buscar su propia identidad.
UNA CERVEZA Y EL INICIO
A este grupo de amigos esa búsqueda les llevó más de tres años, un sin número de recetas numeradas por protocolo y sobre todo mucho aprendizaje.
“Ñire” comenzó a gestarse hace cuatro años, cuando Claudio, Martín y Pablo se animaron a incursionar en su propia marca de cerveza para acompañar a uno de ellos. Es que Pablo es celíaco y, por ende, no puede consumir cervezas tradicionales.
Cuenta este hombre, que trabaja en YPF, que primero comenzó solo. Quería tomar cerveza y vio que la mejor forma de solucionar su problema era crear su propia bebida en un mercado incipiente donde todavía no había oferta. Claudio y Martín querían ayudarlo, sumarse y hacer el trabajo en conjunto, pero como en la vida laboral reunirse a veces puede ser complicado, comenzaron a intentar por separado y, luego de un par de pruebas, se unieron y crearon Rocco, una cerveza que tiene dos versiones: Ipa y Amber.
Rocco se dio a conocer entre amigos y conocidos. Sus creadores hicieron algunas pruebas para ingresar al mercado, pero no avanzaron. Y al año, un día, sabiendo que a los tres les gustaba el whisky se preguntaron por qué no intentar destilar.
Para la primera prueba usaron una olla a presión de la madre de Pablo, y así comenzaron con un destilado de vino para ver cómo funcionaba. Ese paso fue fundamental para animarse a incursionar en un mundo complejo donde se necesita equipamiento y conocimiento. “Con esa prueba nos dimos cuenta que no era algo tan difícil destilar, que se podía hacer, pero cuando empezamos a hacerlo en serio también nos dimos cuenta que tampoco era tan fácil. Así que después compramos las barricas y comenzamos a ver las recetas para saber a qué apuntar. Así fueron los inicios”, recuerda Pablo.
Claudio, quién es urólogo de profesión, asegura que el proceso fue 100% casero, desde el aprendizaje buscando información hasta la cocina y la búsqueda de insumos, algo difícil de conseguir en un mercado complejo. “Fue un proceso difícil, con mucho desarrollo de recetas, errores, aprender, equiparte. Con el whisky en particular es difícil porque tenés que hacer una cerveza, destilarla, tenés el añejamiento que en los whiskys comerciales van desde los 3 a los 25 años, aproximadamente, y eso no es para una microdestileria, entonces encontramos la manera de hacer un añejamiento forzado por método físico, donde el whisky pasa primero por la barrica y luego por una serie de máquinas que hicimos fabricar para nosotros, que nos permiten llegar a una añejamiento de entre 3 y 10 años de manera forzada. Eso nos permite ahorrar tiempo”, dice Claudio.
Las pruebas llevaron más de tres años desde aquella primera destilada en una olla de presión prestada. Intentaron con chip de maderas para ver los resultados y en el camino llegaron a tener 10 frascos de muestras, donde probaban diferentes combinaciones para encontrar el sabor que querían. “Tiramos mucho”, admite Martín.
Finalmente, luego de muchas pruebas a ciegas, Ñire encontró sus primeras dos recetas que este mes entrarán al mercado de las micro destilerías: un whiskey, con un perfil más americano sabor madera y maíz; y un whisky single barrel - roble francés con un sabor más tradicional.
“Los perfiles son completamente distintos”, admite Claudio al explicar el sabor de cada uno de los estilos y, en ese punto, aclara: “Apuntamos a un producto totalmente artesanal, donde incluso las próximas botellas no van a ser igual”, agrega Pablo.
Con 11 barricas de 25 litros, dos estilos y una edición pensada para el Mundial, Ñire se prepara para salir al mercado sabiendo que apunta a un consumidor amante de los whiskys. Pero, lejos de conformarse con este gran inicio, los productores ya piensan en 2023 con un whiskey con extracto de Ñire con barrica de roble francés y otro estilo para paladares más exigentes. Por supuesto, ellos quieren que los Ñires la rompa. Sin embargo, tienen los pies sobre la tierra y saben que es solo el comienzo. “Es un hobby, nos gusta, es una manera de juntarnos pero también vemos que el producto está bueno. Queríamos hacer algo bien de la Patagonia y hemos tenido una buena devolución. A la gente que es tomadora de whisky le gusta. Nuestros lotes por ahora son pequeños, no apuntamos a algo tan masivo porque somos una microdestilería, no pretendemos nunca ser un whisky comercial, sino algo artesanal para aquel que le gusta el whisky y quiere tomar algo distinto, con lotes chicos y con el sello de Comodoro”, dice Claudio, soñando con que esta sea solo la primera tirada del primer whisky de la ciudad.