La emprendedora de Comodoro que apuesta a las raíces migratorias de sus bisabuelos con café turco, Kourabiethes y deditos de novia
“Siempre me gustó hacer cosas de mis bisabuelos y mis abuelos”, dice Roxana Obreque. Esta emprendedora de Comodoro, durante 16 años cocinó tortas “estilo su abuela” sin perderse en las nuevas tendencias de rellenos, y hace unos meses decidió recuperar antiguas recetas de sus bisabuelos. Historia de aromas, superación y mucha pasión.
El aroma se siente desde el portón del local. El café se impregna en la nariz y es una invitación a un mundo de sabores, donde los kourabiethes y los deditos de novia son las estrellas de la tarde; el momento perfecto para adentrarse en este mundo de migrantes, raíces y tradiciones que Roxana Obreque quiere recuperar y perpetuar.
Con un pañuelo en su cabeza, un delantal azul y su simpatía, esta mujer que nació en Comodoro Rivadavia día a día homenajea a sus abuelos, deleitando a sus seguidores con aquellos sabores que conoce desde chica y que ahora recuperó.
La historia de Roxana no tiene desperdicio. No solo por su objetivo de recuperar recetas que pronto quedarán en la historia, sino también por su empuje como emprendedora y la resiliencia que tuvo al momento de reinventarse. Es que como les sucede a muchos trabajadores, alguna vez la crisis golpeó la puerta del jardín y tuvo que rebuscársela para salir adelante. Pero vamos al principio.
ENTRE AROMAS DE OTRAS TIERRAS
Roxana nació en Comodoro Rivadavia. Creció entre la Loma y la Floresta, y siempre le gustó la cocina, quizás por los sabores que conoció a través de sus bisabuelos, aquellos griegos que se asentaron en Comodoro y siguieron de cerca sus raíces.
De niña fue conociendo los secretos de la cocina entre esos aromas griegos y los sabores chilenos que trajeron sus otros abuelos. Así creció tomando una buena sopa con cilantro o comiendo caracoles de tierra, un plato que muchos inmigrantes europeos aún consumen.
Pero así como mucho le gustaba la cocina, poco le gustaban los libros. Por eso, cuando decidió dejar la secundaria su padre le dijo solo una cosa: “No querés estudiar, bueno, no te voy a obligar, pero hacé algo que te guste”.
Ella tomó aquel consejo como un mandato de vida. De espíritu inquieto supo pasar por la costura cuando sufrió sobrepeso y cosía su propia ropa, y hasta trabajó en una pesquera, donde conoció lo que era tener un buen pasar económico, pero también la crisis.
REINVENTARSE EN LA ADVERSIDAD
En Barilari, Roxana estuvo durante cinco años, hasta que la empresa cerró a fines de la década del 90 y junto a Fabián, su esposo, tuvieron que reinventarse y empezar de nuevo, descubriendo el alma emprendedora que tenía guardada.
Ella recuerda aquellos días a flor de piel, por eso no puede evitar emocionarse cuando cuenta cómo comenzó su vida por el camino de los emprendimientos. “Ahí comenzó todo, pero fue un momento muy difícil, porque cuando nos quedamos sin trabajo nos quedamos sin un peso y ahí fue el problema. Con mi marido trabajábamos los dos en la pesquera, teníamos a mi hijo de 9 años y Mailena estaba en la panza. Trabajábamos bien, pero cuando nos quedamos sin trabajo nos encontramos con que no teníamos un peso, y fue difícil porque no sabíamos qué iba a pasar”.
Roxana cuenta que siempre trató de darles los gustos a sus hijos. En esa época de bonanzas, a Maxi todas las quincenas le compraba un autito de colección que tanto le gustaba. Sin embargo, cuando se quedó sin trabajo no pudo comprar un huevo de pascua que él quería para Semana Santa. Para ella fue un momento de quiebre, el motivo que la ayudó a encontrar otro camino. “Me acuerdo que venía Semana Santa y él quería un huevo de pascua de la Era de Hielo, que estaba de moda, pero yo tenía 20 pesos, no me alcanzaba y quería darle el gusto. Entonces fui al Cotillón y como me conocían, porque todas las quincenas iba, Susy, que era la jefa de ese momento, me dijo: ‘Ro, ¿por qué no hacés un huevo de pascua? Te vendo un chocolate, un molde, un pincel y dentro metés un Hot Wheels de 4,50’”.
Ella aceptó la propuesta de la vendedora, quien le dio un consejo que marcó su vida como emprendedora. “Me acuerdo que ese día me dijo: ‘mirá, es el chocolate más caro el que vas a comprar, pero tené en cuenta algo: siempre la mejor calidad va a ser lo que te va a sacar adelante’”.
Ese día, Roxana, con el peso que le quedaba volvió en colectivo hasta la Loma, bajó en la Avenida Rivadavia y, como siempre, pasó frente a la Agencia 6013, donde la conocían por el trabajo de su madre en la librería de enfrente. Sin duda la fortuna estaba de su lado, porque, Nancy Harris, la dueña de la agencia, al verla con una bolsa de compras le preguntó qué iba a inventar. A fin de cuentas, más allá de su trabajo, siempre estaba haciendo algo más.
Ella le contó que iba a hacer un huevo de pascua para su hijo, sin imaginar que le iba a pedir que haga uno para ella, dando inicio a su primer emprendimiento. “Me acuerdo que el huevo me salió horrible”, admite Roxana, entre risas, sobre cómo comenzó todo. “Fui y le dije a Nancy, ‘tomá, te lo regalo porque no sé hacerlo’. Pero al otro día me llamó y me dijo ‘el chocolate es riquísimo, ¿me podés hacer?’ Yo insistí que no sabía, pero me dijo que no importaba y que el chocolate fuera rico”.
Feliz y preocupada por el pedido, mientras caminaba al local para ver a Nancy, Roxana pensaba de dónde iba a sacar plata para poder comprar los ingredientes. Sin embargo, la suerte estaba echada y la agenciera le adelantó la mitad del valor del pedido, unos 50 pesos en la época.
Con la plata en la mano, ella se fue caminando al famoso cotillón del centro, compró otro molde, más chocolate y se puso a cocinar. Sabía que cuanto más rápido terminara más rápido iba a cobrar.
La emprendedora admite que desde el principio el boca a boca fue su mejor forma de difusión y que la publicidad comenzó el mismo día que le llevó los huevos de pascua a Nancy Harris. Es que mientras charlaban, ingresaron dos chicas de la farmacia de la esquina y la propia agenciera promocionó sus huevos, sin imaginar que Roxana iba a terminar vendiendo su producto a muchos comercios de la calle Alem.
Finalmente, Maxi nunca tuvo su huevo de pascua casero. Con su ganancia, su mamá le compró el huevo de la Era de Hielo que él quería y el otro se lo donó a un compañero de colegio que vivía en la Casa del Niño. Sin embargo, para ella, ese deseo de su hijo significó mucho más que un escape a la crisis, fue la posibilidad de tener su propia fuente laboral.
DEL CHOCOLATE A LAS TORTAS
Sabiendo el potencial del chocolate, Roxana se volcó a la venta de ese producto hecho en base a cacao y fue un boom, reconoce. “En esa época era un boom el chocolate, si nacía un nene le hacían souvenir con chocolates, había casamientos con chocolate, así que me puse a vender chocolates. Me acuerdo que me empezaron a invitar a distintas ferias porque tenía buena calidad y buena presentación. Pero después cuando terminó la moda dije ‘voy por otro lado’, y empecé con las tortas”.
Durante 16 años, Roxana se dedicó a la elaboración de tortas al estilo de su abuela, sin perderse en las nuevas tendencias de rellenos. Comenzó haciendo tortas para niños con los ingredientes básicos: frutilla o durazno con crema. Y, como siempre, se animó a ponerle su propio estilo; cuando comenzaron a aparecer las láminas con fotografías para colocar encima de la torta, se animó a incursionar en ese estilo y luego apostó a los colores metalizados.
Ella admite que la venta de tortas fue otro boom para ella, gracias también a las posibilidades de difusión que ofrecía la red social Facebook, en su momento de mayor expansión. Así, durante casi dos décadas fue ‘la chica de las tortas’, hasta que en julio de este año, decidió cambiar de rumbo y se volcó a aquellas recetas que conoció a través de sus bisabuelos y que venía haciendo hace un tiempo.
ENTRE FERIAS Y SUEÑOS
Geogourmet, la marca que inventó para su nuevo emprendimiento, lleva solo unos meses. Recién ahora se está impulsado en redes sociales, pero se puede encontrar en ferias y distintos eventos que se realizan en la ciudad.
Así, se la puede encontrar este fin de semana en la Feria de Diseño que se realiza en el Centro Cultural, y el otro fin de semana estará en la Expo Turismo que se realizará en el Predio Ferial.
Allí ofrecerá su café turco, los Kourabiethes (gacetillas griegas) y los deditos de novia, un exquisito cañoncito que lleva desde canela hasta nueces. Pero ¿Qué es lo que la motiva a volcarse por estos sabores que solo se pueden encontrar en la Feria de Colectividades?
Su respuesta es una invitación a pensar el futuro gastronómico de la ciudad. “Yo siempre hice estas cosas desde chica, para mí era algo normal hacerlo, tanto las galletitas como el baklava, porque siempre me gustó todo el tema griego; y si hay algo que me encantaría es que no se pierdan las raíces de otros países, porque acá en Comodoro hay inmensidad de recetas pero se están perdiendo porque las γιαγιά (abuelas) están haciendo ese trabajo, pero los chicos no. Entonces estaría bueno que haya más proyectos, más restaurantes con las raíces y sus sabores para que la gente tenga más opciones para probar. Acá hace falta un lugar que te haga feijoada, chorizo a la sidra”.
En su caso, Roxana quiere ir por más y seguir incursionando en recetas tradicionales. Su próximo objetivo es envasar parras en la Agencia Comodoro Conocimiento para hacer los dolmades caseros, los famosos niños envueltos, y así seguir dando vida a las aromas de sus bisabuelos, con aquellas recetas que son una invitación al pasado.