“Siempre me gustó lo que es panadería, todo lo que es la harina”, admite Gastón Cano (35). Son las 22:00 hs del miércoles, el verano regala una noche hermosa y el cocinero atiende a sus clientes uno a uno. El proceso es sencillo: hacen su pedido, saca la masa de un bol, la estira, le pone los ingredientes y va al horno. Cinco minutos después, o menos quizás, dependiendo de la temperatura, la saca con su pala pizzera. Es un paisaje de sabores entre el fundido del queso, el crocante de la masa y los ingredientes que contrastan.

Gastón es el dueño de El Container, el primer carrito de pizza estilo napolitana con horno a leña. Hace tres años comenzó con el proyecto y hoy sueña con terminar la pizzería que quiere armar al lado de su casa para seguir expandiéndose en Km. 5, allí donde sus abuelos asentaron sus bases.  

Gaston es el maestro pizzero de El Conteiner, las pizzas hecha en un horno arriba de un food trucks.

El pizzero admite que siempre le gustó la harina, pero por cosas de la vida en una ciudad petrolera, cuando terminó la secundaria entró a trabajar a la industria. Estuvo en General Electric y Baker Huhges, instalaba bombas electrosumergibles. Sin embargo, luego de 10 años se cansó de la rutina, comenzar temprano y terminar tarde, y decidió buscar otro rumbo. 

“Me fui de vacaciones a Europa y Estados Unidos. Vi otra realidad y pensé ‘¿qué hago laburando tantas horas?’. Así que tomé la decisión de laburar tres meses, pagar todo lo que debía del viaje y renunciar. Mi idea era viajar, ir a Europa. Dije ‘voy a pasar Navidad, Año Nuevo con mi familia’ y en enero me fui a recorrer la Ruta 40, total no había apuro de nada, pero me agarró la pandemia”.

Gastón estaba en la Quiaca cuando comenzó la pandemia por el Covid - 19. Había hecho toda la Ruta 40 en un auto donde a veces dormía y en el que se trasladaba. Su idea era seguir hasta Panamá y tratar de continuar su ruta por el mundo. Había tiempo, vivía del plazo fijo que le había quedado luego de 10 años de trabajo. Sin embargo, la pandemia, como a muchos, cambió todo. 

“En abril me agarró la pandemia en la Quiaca, bajé a Humahuaca, estuve 10 días y la gente estaba enfurecida. Me mandaron a un camping municipal, me querían hacer volver. Yo no quería, pero una mañana fui a comprar a una carnicería y me atendieron re mal. El tipo me dijo ‘andate de acá’. Así que llegué al camping y dije ‘me voy a Comodoro’. 

El 14 de abril de 2019, Gastón regresó a la ciudad, no tenía trabajo, los intereses del plazo fijo se desplomaban en una economía paralizada y decidió que era momento de hacer eso que tanto le gustaba. 

“Dije ‘tengo que hacer algo’ y como siempre me gustó lo que es panadería, todo lo que es la harina, arranqué en mi casa. Compré un horno, una amasadora chiquitita de dos kilos y arranqué vendiendo pan a los vecinos que no podían salir y me compraban. Me hacía una moneda, una diaria para comer, y me empezó a gustar. Así que me levantaba temprano, empecé a hacer pan, cosas dulces como croissant, rol de canela y nuez, porque mi pareja es pastelera y empezamos a trabajar en conjunto”.

Su pan gustaba y una vez que las restricciones se flexibilizaron, Gastón comenzó a venderlo por distintos lugares de Comodoro. “Empecé a salir todas las mañanas a recorrer casa de repuestos, AFIP, lugares donde había gente, y empecé a vender y romper esa estructura donde uno estaba asalariado. No era fácil, a veces me levantaba medio bajón y decía ‘¿qué estoy haciendo?, si yo tenía un sueldo’, pero pensaba en positivo y trataba de encararlo todos los días mejor. Vendía un pan de campo de un kilo y medio que duraba una semana, trataba de hacer algo distinto y a los seis o siete meses, empecé a juntar una moneda y empecé a hacer el carro. Hasta las 9 de la mañana salía a repartir pan y después era soldar, cortar y tratar de terminar esto. Tardé como 8 meses, hasta que en un momento lo saqué del patio de mi casa y ya no lo pude volver a meter porque tengo una pendiente. Pesa 3.000 kilos completo, así que lo dejé acá, en la propiedad de mi vieja. Dije ‘tiene que quedar acá’”.

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Del Instagram de el_container_panaderia

La idea era hacer panadería. Sin embargo, como laburaba solo se complicaba la logística para comprar, cocinar y repartir. Así que decidió darle un giro al emprendimiento y hacer el Food truck que alguna vez había visto en Barcelona y que le voló la cabeza. Así montó el primer carrito de pizza estilo napolitana con horno a leña.

“Cuando vi la pizzería móvil, dije ‘lo tengo que hacer’. Incluso la idea era viajar con el carro, pero es muy pesado. Arranqué con cinco sabores, fui agregando a la pizarra y ahora tengo 12. Pero probé de todo, hasta una pizza postre que vi en internet con Nutella, con banana, pero no tuvo éxito. También hice pizzas sin queso, pero la realidad es que la gente quiere que explote de queso y fiambre, entonces tuve que adaptarme al público”.

Gastón junto a su mamá y sus amigos. "Ellos en todo momento me ayudaron".

Gastón trabaja de lunes a sábado de 19 a 23 hs, al frente de la estación de servicio de Kilómetro 5. Está por su mamá, quien lo ayuda y atiende la caja. Tiene todo habilitado, y divide su jornada entre compras, amasado y la atención a los clientes que llegan. 

El año pasado estuvo en el Festín de Sabores y en la Expo Turismo. También hizo algunos eventos privados y estuvo en la Costanera. Su mejor día llegó a vender 300 pizzas. “Era un sacar y sacar, no daba más del calor”, aunque en el día a día es mucho más difícil y mucho más hoy, con una economía que cada vez aprieta más.

Está medio flojo, pero hay que meterle, no hay que aflojarle. Todos los días las cosas aumentan pero hay que mantener la estructura. La idea es moverme por algunos puntos estratégicos, pero estoy analizando, porque si se me rompe una punta de eje o se me parte el horno es complicado. Mientras tanto, estoy tratando de terminar la pizzería en el container”. 

“Lo estoy haciendo de a poco, por un tema de dinero no lo pude terminar. Va a tener un horno para 10 pizzas y la idea es que la gente pueda sentarse, tomar algo y el carro moverlo por Comodoro. Pero es todo a pulmón, a medida que voy generando voy invirtiendo en lo que me gusta”.

Gastón admite que son momentos complejos, pero le gusta lo que hace. “Lo hago con pasión sino me hubiese ido a laburar como asalariado y esperar cobrar mes a mes”, dice sin dudar. La hora del cierre se va acercando, mañana será otro día para volver a levantar la persiana, seguir amasando y sacar pizzas, con un sabor bien auténtico y emprendedor del primer food truck estilo napolitano.

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