De pasear en un camello por el desierto de Marruecos a recorrer en moto el pequeño y diverso Vietnam. Lula Romagnoli hace más de dos años inició su propia aventura, viajando por el mundo y viviendo diferentes experiencias. Es un camino que combina trabajo, mucho, y paisajes, gastronomía y nuevas culturas. 

Por estos días, la joven comodorense está en el norte de Vietnam, culminando un viaje de poco más de dos meses junto a Samuele, su compañero, a quien conoció en Nueva Zelanda.

Al otro lado del teléfono se la escucha feliz por todo lo representó ese viaje en moto, conociendo lugares turísticos, pero también pequeños pueblos, donde la llegada de un turista es toda una rareza. 

“Venir a Vietnam fue una experiencia increíble”, dice a ADNSUR. “Nos hemos quedado en casa de familias vietnamitas y compartir con ellos su cultura y hablar con ellos fue muy interesante. Comenzamos en el sur de Vietnam y ya estamos en el norte. Hicimos aproximadamente 2700 kilómetros y haber viajado en moto nos permitió salir de los lugares turísticos y viajar por pequeños pueblos. Las personas son muy amigables, muy simpáticas, todo el mundo te dice ‘hello’. Los niños te sonríen, es un país muy lindo, los paisajes son increíbles y la comida es una de las mejores del mundo. También tiene sus contras, por supuesto”. 

Lula en Vietnam, el país del sudeste asiático que la cautivó.

Lula admite que siempre supo que quería viajar por el mundo. Cuando estaba en la secundaria, en el Colegio Santo Domingo Savio, le contaba a su mamá su deseo. Ella pensaba que eran cosas de adolescente. Sin embargo, la pandemia, como a muchos la movilizó y la posibilidad de sacar el pasaporte italiano, aprovechando las raíces de su abuela, fue una invitación a viajar y conocer nuevos lugares.

Así, en 2022 decidió viajar a España sabiendo que en 10 días debía estar en Suiza para trabajar en un viñedo, como jornalera. Es que la aventura también incluye trabajo, mucho trabajo. 

“Mucha gente puede decir que me la paso de vacaciones, pero para mí no son vacaciones, es mi vida. A partir de que me fui de Argentina mi vida fue trabajar para viajar, lo que gano lo invierto viajando y es algo que me hace muy bien, porque me gusta estar en movimiento, conocer culturas y probar comida de todos lados. La verdad es que te abre mucho la cabeza porque las barreras con el idioma no existen, de alguna forma te podés comunicar, también aprender de la cultura del otro. Creo que uno no es el mismo después de todo esto, porque siempre estás cambiando, todo el tiempo”. 

Y tiene sentido. En estos dos años, Lula fue de todo. Cosechadora durante un mes en un viñedo en Suiza, un trabajo duro, pero bien pago. Jornalera en Francia. Y camarera en España durante su estadía en Granada, lugar también se decidió a su verdadero oficio: el arte y el teatro. 

Durante nueve meses se maravilló con la cultura y las tradiciones del sur de España, hasta que un día miró a Nueva Zelanda y decidió sacar la Working Holiday, aquella visa de trabajo que hoy está tan de moda y que ha sido un imán para argentinos, chilenos, uruguayos e inmigrantes de otros países.

“Para mí fue el desafío más fuerte, principalmente por el tema del idioma que es habla inglesa y mi inglés no era nada bueno. Llegar al aeropuerto de Nueva Zelanda fue todo un tema”, dice entre risas, “pero es increíble la cantidad de sudamericanos que hay. Hay muchos argentinos, muchos uruguayos, muchos chilenos, mucha gente de Sudamérica que está trabajando con esta visa Working Holiday. En mi caso arranqué trabajando en una plantación de Kiwi, que es uno de los principales exportadores. Conocí mucha gente y después me fui a otra ciudad. Coseché cítricos, naranja, mandarina, limones y comencé a aprender inglés. Eso me permitió trabajar en cocina como cocinera y empecé a trabajar más en ese rubro porque me servía la experiencia que iba haciendo. Así podía zafar del campo mucho mejor, porque llueve muchísimo y el trabajo es muy duro”.

Lula fue cocinera, también cosechó uvas en Suiza. Su recorrido combina viaje y mucho trabajo para poder invertir en kilómetros.

Trabajo. La palabra va y viene durante toda la entrevista. La prioridad de Lula siempre es viajar, pero la única forma de hacerlo y financiarlo es trabajando. En Nueva Zelanda, las oportunidades se multiplican. Se pudo comprar su propio auto, una Van que también se convirtió en su casa para viajar por diferentes puntos del país que le permitan viajar y trabajar. “Era como un camper, me permitía ir a diferentes puntos de Nueva Zelanda para poder trabajar. Hay mucho camping libre, así que era dormir ahí, cocinar ahí y buscar trabajo. Estar allá me dio la oportunidad de viajar un mes a Tailandia e Indonesia. Fue mi primer acercamiento al sudeste asiático y también conocí a Samuele, mi compañero”.

Cuando concluyó la Working Holiday, Lula junto a Samuele decidieron viajar en moto por Vietnam, una aventura que los llevó por hermosos lugares. 

El viaje concluirá en cuatro días y luego vendrá una nueva aventura por el norte de Italia, en un refugio de montaña, a 2800 metros de altura, donde permanecerán la temporada de verano.

“Es un desafío estar dos meses en la montaña. Todos los días vamos a tener que hacer una caminata para recoger los alimentos y subir la montaña para cocinar. Es bastante duro pero una buena experiencia. Acá es así, en los trabajos de temporada se hace buen dinero; son más duros, pero te permiten ir moviéndote por diferentes países porque para viajar se necesita dinero. Por supuesto, en cada lugar es distinto. Hay países que son muy económicos hasta para Argentina. En Vietnam podés comer por un dólar muy buena comida o una noche en hotel puede salir dos dólares. Así que imaginate lo económico que es acá. Diferente en Suiza, que es la otra cara, es carísimo, pero no pude recorrer tanto, porque estuve a full trabajando y necesitaba hacer dinero fuerte para poder seguir viendo cómo me movía”. 

Lula viajó mucho y conoció mucha gente, algo clave en el viaje.

La clave es esa. Trabajar y conocer gente que te permita ampliar tu círculo de oportunidades, tanto para alojarse como para conseguir trabajo. Por supuesto, al otro lado del mundo, donde la diferencia horaria es el día y la noche, se extraña siempre Comodoro.

“Se extraña mucho. Un choripán en la costanera, solo eso te pido”, dice entre risas. “Son dos años que estoy afuera y uno empieza a extrañar: a mi nona, mi mamá, mis amigos. La necesidad de verlos un rato porque en dos años la vida cambia un montón, compartir en persona. La comida también se extraña mucho, pero esperemos que después del trabajo de verano pueda ir un mes para allá. Quiero verlos y tengo ganas de viajar por Sudamérica porque no conozco mucho, de alguna forma quiero viajar. Vamos a ver cómo, si será en bici o en moto, pero en modo aventura”, dice la joven de Comodoro que se animó a conocer el mundo y vivir nuevas experiencias, una forma de vida que cada vez más personas eligen.

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Del Instagram de lularomagnoli
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