“Yo nunca les dije que vayan a bailar, pero mi nieto baila de alma y ellos tienen sangre chilena”, dice Yolanda mientras mira a Evelin, su hija menor, y a su pequeño nieto. Con orgullo, cuenta que el chiquitín comienza a bailar cuando escucha la cueca. Ella lo disfruta y se nota en su sonrisa. 

Yolanda Salgado es chilena y emigró a Argentina en la década del 70. Eligió Comodoro Rivadavia, una tierra que a lo largo de su historia recibió a miles de chilenos que vinieron a trabajar o a radicarse en forma definitiva. “Yo llegué el 7 de mayo del 76”, dice con orgullo. “Me vine sola, tenía un hermano acá y vine para probar suerte. Él había venido unos meses antes.”

Yolanda venía del campo. Se crió en el valle Simpson, en la zona de Coyhaique. Era una vida rural, con siete hermanos y mucho trabajo por hacer. “Hacíamos de todo, crecí ordeñando, haciendo queso, mantequilla, criando aves, una vida bien de campo. Tenía 26 años cuando me vine para acá. Trabajaba en una clínica, haciendo ficheros, pero quería salir y como mi hermano estaba acá, me vine. Mi viaje era venir, pasar y de acá ir a Punta Arenas, pero me quedé”.

La protagonista de esta historia aún recuerda aquella noche en que llegó a la ciudad. “Había un frío, un viento, las piedras volaban. Pa colmo, una allá andaba de pollerita, y mis rodillas se coartaron todas. No era el viento de ahora, era un clima horrible”, dice entre risas.

Esa noche de mayo, el transporte llegó cuando ya era de noche. No pudo ver la ciudad y estaba ansiosa de saber cómo era Comodoro, pero lo que vio al otro día mucho no la convenció. “Cuando lo vi no me gustó para nada y al otro día me fui a Rada Tilly, porque mi hermano ya me había conseguido trabajo. También era muy solitario, no se veía un alma, era como un campo, lo mismo de allá”, recuerda.

ENTRE LAS RAICES Y LA ARGENTINA

La vida de Yolanda era trabajar durante la semana y descansar sábado y domingo. Generalmente visitaba a su hermano Flaminio y así conoció a Osvaldo, un inmigrante chileno que había llegado desde la Isla de Chiloé y en Comodoro era dueño de un bar. 

“Era amigo de mi hermano y era muy bueno conmigo. Nos conocimos, y yo estaba toda la semana en Rada Tilly y los fines de semana me iba a buscar. Estábamos todo el fin de semana juntos y los lunes a la mañana me iba a dejar al transporte para ir a trabajar. Al año, decidimos juntarnos”.

La idea de la pareja era casarse, pero como ella no tenía documentos, no pudo pasar por la iglesia y el registro civil. “Me quedé con el vestido blanco probado y todo. Así que nos juntamos y después nos casamos cuando hice mi documento. Me casé en el Santo Domingo Savio”, recuerda con alegría.

Yolanda y Osvaldo. Ambos son inmigrantes y se conocieron en Comodoro, en una época en que muchos chilenos dejaban su país. Foto: Archivo familiar.

Osvaldo del Carmen Márquez fue muy conocido en la ciudad. Fue dueño del bar Aconcagua, La Querencia y del Valle, el último bar que abrió. Falleció el 22 de mayo de 2013, y nunca más se abrieron las persianas del bar.

Precisamente, luego de su fallecimiento, sus hijos se acercaron al Centro de Residentes Chilenos. Fue una forma de estar más cerca de él, admite Evelin, la hija menor del matrimonio.

Fabián, el hermano mayor, y Viviana ya habían bailado en la colectividad cuando eran adolescentes, pero luego dejaron. Y como siempre les llamó la atención, luego del fallecimiento de su padre decidieron acercarse. “Queríamos acercarnos más a papá. Entonces empezamos a averiguar y nos quedamos. Es como que nos ayudó un montón, porque nos ayudaba a salir, a pasear, a conocer otra gente”.

Yolanda también bailó en su juventud. Con orgullo cuenta que ganó dos concursos de cueca y recuerda: “No se usaba el vestuario que usan ahora. Yo siempre me ponía una pollera ancha negra y con eso bailaba. Era muy buena, y cuando mis hijas comenzaron a bailar, comencé a ir al centro. Es un ambiente familiar donde podemos compartir todos”. 

Además de Evelin y Viviana, también bailan sus nietos. Admite que le gusta ir a los ensayos y se enoja cuando no la llevan. “Me gusta toda la gente, es otra cosa. Voy, miro, tomo mate, también ayudo a hacer empanadas, me gusta, son muy buena gente.”

Yolanda junto a sus hijas y sus nietos. Foto: Archivo familiar.

Por supuesto, en su casa se mantienen muchas tradiciones chilenas. Se come milcao, curanto, empanadas, mote con huesillo y sopa de luche. También miran TVN y cada tanto, suelen ir a pasear a Chile, principalmente a Coyhaique, aunque en otoño se dieron el gusto de ir a visitar a los parientes de Osvaldo en Chiloé. 

Le gusta su país, Yolanda lo admite, pero siente que su lugar en el mundo hoy es Argentina. “No me gustaría ir a vivir, ya hice mi hogar acá. Yo voy a Chile y a los 10 días quiero estar en mi casa porque también me siento argentina”, dice con orgullo, la mujer que encontró en Comodoro su hogar, tal como hicieron miles de migrantes que hoy mantienen sus tradiciones, al otro lado de su país de origen.

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