Sus manos endurecidas por el trabajo sintieron la ternura después de muchos meses de espera. Apretó la carta contra su pecho hasta arrugarla y así se mantuvo por un rato, en silencio. ¿Cómo iba a enterarse de las noticias si no sabía leer?

En el barrio de Km 8, en la década del 20, una escena conmovedora tuvo lugar en la librería del señor Gregorio Villafañe, donde también funcionaba el correo. Fue allí donde su hija Alicia descubrió que este hombre no sabía leer. En un intento de ayudarlo, Alicia se dio cuenta de que ella tampoco podía leer el idioma en el que estaban escritas las cartas. Pero en ese vecindario solidario, la esposa del carnicero, el señor Granzón, se ofreció a hacer la traducción. Alicia tomaba notas en castellano y luego se las leía al destinatario, que había esperado con ansias aquel sobre durante meses.

Mirtha Aburto es vecina del barrio Km 8 y fu quien rescató esta historia en su libro “Despertando Memorias – km 8 – 100 años…100 historias”.

Imagen del barrio Km 8. Fuente "Comodoro fotos antiguas - grupo Facebook"

Corre el Siglo XXI y es impensable la idea de esperar noticias escritas de puño y letra en una hoja de papel. La globalización y la tecnología no dan lugar a estas ceremonias. Los dedos veloces y los teclados enterraron en el olvido a las cartas. Tomar un lápiz podría ser una tarea exclusiva para quienes recién aprenden a escribir.

Comunicarse es una necesidad indispensable para los seres humanos. Hoy existen los satélites, la fibra óptica y los teléfonos celulares. 

Pero hace más de 100 años atrás, ¿Cómo se comunicaban las personas en Comodoro Rivadavia?

Correo Argentino. Fotografía Municipalidad C.Rivadavia

LA INSTALACIÓN DEL CORREO

Edda Crespo es Magíster en Historia y docente de la Universidad Nacional de la Patagonia San Juan Bosco. En una entrevista con ADNSUR puso en contexto la instalación del correo en sus inicios.

La Argentina en el Siglo XIX estaba adherida a los principios de la Asociación Postal Universal creada en Suiza en 1878 que estipulaba que los Estados debían garantizar los servicios básicos universales que consistían en poder enviar una carta de hasta 20 gramos, un telegrama de hasta 20 palabras y un giro de $1.000.

A principios del Siglo XX, con la segunda presidencia de Roca, la expansión de las líneas telegráficas por las costas patagónicas coincidieron con el establecimiento del pueblo de Comodoro Rivadavia y por lo tanto con la instalación de la primera oficina de Correos y Telégrafos en 1901.

La construcción inicial fue de madera y se incendió en 1923, luego se instalaron en la calle Rivadavia hasta que en 1943 se inauguró el edificio actual de San Martín y Moreno.

El correo y los carteros de Comodoro Rivadavia: una historia de comunicación y esperanza

En 1905 en el poblado había unas 300 personas y a medida que las empresas petroleras se instalaban en la zona norte fue necesario abrir sucursales del correo: estafetas postales o en su defecto algunas dependencias como tiendas y librerías donde funcionaba la sucursal de cada campamento para poder acercar este servicio indispensable a sus habitantes.

La población estaba conformada por inmigrantes que provenían de otras provincias y países, algunos trabajadores venían solos y dejaban a sus familias a miles de kilómetros y por eso era tan necesario el servicio del correo.

Edda Crespo destacó la necesidad de profundizar la investigación en torno a los empleados vinculados al correo en términos de su pertenencia y su vinculación con el Estado nacional. Hay muchos estudios realizados en relación a la historia de las petroleras, las privatizaciones, sus empleados,  pero poco se sabe de los procesos históricos de esta empresa de comunicación desde sus inicios a la fecha.

Correo Argentino década del 70. Fuente Fototeca Municipalidad C. Rivadavia

LOS CARTEROS

La estructura del correo está conformada por diferentes divisiones, pero la imagen del cartero es la que todos recuerdan desde los inicios hasta el día de hoy.

“Durante el conflicto de Malvinas a mí me tocó llevar las cartas de los combatientes a los domicilios, las familias me abrazaban y lloraban conmigo”, recordó Lalo.

“Lalo” Héctor Migone (64) y Hugo Puntano (59) trabajan en el correo desde la adolescencia, en la época que la empresa les abría una libreta de ahorro con estampillas para pagarles el sueldo hasta que cumplieran la mayoría de edad.

“Vi chicos nacer, se hicieron grandes y tuvieron hijos, conozco a familias enteras. Me tocó leer buenas y malas noticias”, afirmó Hugo.

Lalo Migone y Hugo Puntano, ambos comenzaron a trabajar en correo cuando eran adolescentes.

Para Hugo era un compromiso importante ser cartero, ingresó en 1985 y durante 25 años hizo el mismo recorrido. El barrio Jorge Newbery y el 9 de julio de alguna manera lo vieron crecer a él también.

Lalo ingresó en 1975 como "mensajero", él llevaba los telegramas múltiples que tenían que ver con temas laborales. Llegaban a tener 100 por día que se distribuían en diferentes turnos laborales.

Ambos recordaron los tiempos en que se conocían todos y la confianza era una base fundamental entre los carteros y los vecinos: "A veces nos decían donde escondían la llave de la casa para que entráramos y les dejáramos la correspondencia", comentaron los dos. En la actualidad eso es impensable, los carteros no pueden atravesar las puertas de los hogares.

Las noticias iban cargadas en una cartera de cuero que pesaba hasta 20 kilos y paso a paso llegaban a destino. A veces el grito y las palmas desde la vereda: ¡carterooo! y el ladrido del perro anunciaban su llegada, otras veces simplemente golpeaban la puerta o dejaban el sobre en el buzón que tenían los dueños de casa.

Edificio antiguo del correo. Fotografía Fototeca Municipalidad C Rivadavia

Las cartas eran casi una obra de arte, llegaban plagadas de estampillas de colores de diferentes tamaños, tomarlas entre las manos y tocarlas para sentir cuántas hojas traía adentro producía cierto cosquilleo al destinatario.

Hoy el bolso del cartero no puede pesar más de 3 kilos y está plagado de impuestos, publicidades y algunas notas bancarias. Las cartas con momentos familiares ya no son la carga más valiosa.

Trabajar en la oficina de Correos y Telégrafos era un deseo para muchos, ya que la empresa garantizaba trabajo y continuidad laboral. Se les daba prioridad a los familiares a la hora de dar ingreso a los empleados. Lalo y Raúl representan a muchos trabajadores que sienten al correo como parte de sus familias.

Lalo recordó la época del proceso militar y lo duro del trato y las exigencias. Luego llegaron las privatizaciones del 90 que para ellos fue la más triste. Sintieron el desamparo del Estado.

LAS CARTAS

Evangelina y su abuela Mónica. Fotografía Moisés Calderón

Mónica Mattone (71) vive al lado de la casa de su nieta, Evangelina Astudillo Lizzano (8), se ven diariamente y no tienen muchas novedades que contarse. Hace un tiempo la abuela viajó a Buenos Aires y decidió escribirle una carta a su nieta que había quedado en Comodoro.

En dos carillas pequeñas le comentó a su nieta lo que hacía con sus amigas en la gran ciudad, le preguntó por sus mascotas y le incluyó en el sobre unos stickers, dibujos y poemas.

La reacción de Evangelina fue de emoción y desconcierto. No entendía cómo había llegado esa carta: ¿cómo sabe el cartero dónde vivo? Abrir un sobre y encontrar la letra de su abuela fue un momento revelador. Allí aprendió lo que era un “remitente y destinatario”.

Evangelina Astudillo Lizzano lee la carta que le envió su abuela Mónica

Para Mónica escribir una carta es dejar registro de lo que se vivió en algún momento de la vida: “Si leo una carta escrita hace años puedo revivir situaciones que no recordaba, que hacía un día de noviembre de 1990 por ejemplo, es rescatar la historia de las relaciones”.

Evangelina y Mónica leen la carta

Atrás quedaron los sobres con noticias que recorrían kilómetros y cruzaban mares. Los carteros, caminantes incansables que doblaban su cuerpo para resistir el peso de su morral y el viento todos los días. El edificio del Correo es posible que para muchos no sea más que eso. Ladrillos firmes y paredes altas que se encuentran en el centro de la ciudad.

Hoy aún quedan en sus mostradores  de madera pulida,  recuerdos e historias de vida que forjaron a nuestra ciudad.

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