Gandul: El catamarán que cruzó el Atlántico y unió Comodoro con España
El primer catamarán construido íntegramente en Comodoro y por comodorenses zarpó de la costanera local rumbo a España el 23 de febrero de 1992. Fue un verdadero acontecimiento para la ciudad, una epopeya que duró un año y de la que participaron 12 jóvenes que estaban cumpliendo un sueño. La hoja de ruta contemplaba salir de Comodoro y llegar hasta el Puerto de Palos, donde presentarían el velero en la “Expo Sevilla 92”, tras conmemorar los 500 años del descubrimiento de América. En Expedientes Comodoro se narra la historia del barco comodorense que cruzó el Atlántico y prestó servicios turísticos hasta 2015, cuando se hundió en el océano de regreso de un viaje al Caribe.
Gustavo Díaz Melogno es un apasionado del mar; fue el capitán del emblemático “Gandul”, velero creado íntegramente en Comodoro por un grupo de jóvenes que perseguían el sueño de viajar hasta el Puerto de Palos en España. Anhelo que finalmente se cumplió y quedó en la historia de nuestra ciudad.
En un audaz intento de aventura y camaradería, Gustavo Díaz Melogno, instructor de vela del Club Náutico, lanzó una invitación abierta y gratuita para la construcción de un barco, con la promesa de un viaje de más de seis meses. "Quien quisiera, podía unirse a mí en este delirio", rememora Díaz Melogno, quien con 32 años lideraba un grupo diverso de jóvenes entre 14 y 32 años. La falta de recursos no detuvo el ímpetu del proyecto, que se transformó en una experiencia enriquecedora en lo humano, mientras se planificaban los detalles del viaje y se tomaban decisiones colectivas sobre quiénes participarían en cada tramo. Con el barco como una meta, el emprendimiento se convirtió en una lección de trabajo en equipo y resiliencia, marcando un hito en la vida de todos sus involucrados.
Un proyecto, cientos de aprendizajes
Díaz Melogno mira a la distancia la epopeya de cruzar el Atlántico con un barco artesanal. "Fue un momento bisagra en la vida de todos nosotros; para el núcleo duro del grupo, fue un cambio vital muy potente. Les ha permitido mirarse y mirar al futuro completamente con otros ojos, porque te da la sensación de que realmente podés hacer las cosas. Esta convicción de luchar por lo que querés, por lo que te gusta, de ir para adelante y ponerte tus metas. Yo no sé lo que pudo haber significado para Comodoro, pero sí que creo que para una comunidad puede ser importante, porque un evento de este tipo te afianza, te hace sentir un vínculo comunitario.
La tripulación estaba formada por: su capitán Gustavo Díaz Melogno, su esposa Ofelia García de Díaz, sus hijos Ignacio Díaz y Facundo Díaz, Felipe García Tommasi, Rodrigo Barrera, Graciela Escudero, Víctor Correia, Javier Gil, Guillermo Villa, Conrado Nürnberg, Analía Pinelli, Federico García Tommasi, Adrián Callejón, Ignacio Maricich, Jorge Quintana y Nicolás Bahl.
El velero tenía 10,50 metros de eslora, una manga de 6,50 metros y un calado de un metro. El motor tenía una fuerza de borda de 35 HP.
Una despedida inesperada
Capitán y tripulantes nunca imaginaron la repercusión que tendría esta aventura. El día de la botadura de “el Gandul” al mar, la ciudad los despedía. "Cuando voy caminando por la calle, gente que yo no conocía me abraza, me tocan y me dicen: mucha suerte. Me ponían dinero en el bolsillo."
"Cuando fueron las 15:00 horas y ya teníamos el barco ahí, aquello era imposible: llegar de la playa hasta el palco, que eran 30 o 40 metros, era un desafío; no podías andar. Veíamos hacia arriba el Cerro Chenque, coches por toda la carretera, ¡una locura! La ruta 3 estaba casi cortada. Fue con la emoción a flor de piel; no creo que haya una palabra que lo pueda describir mejor: estábamos completamente superados por la emoción. Nosotros no éramos estrellas de rock, no entendíamos nada de lo que pasaba, nos tenía completamente sorprendidos. Nos acompañaban muchos barcos, lanchitas, hasta que nos fuimos perdiendo en el horizonte y la sensación a bordo… era increíble. Estábamos todos mudos, navegando, cada uno con su cabeza rememorando esa despedida increíble, monumental. No nos la vamos a poder olvidar en la vida", recuerda emocionado el capitán.
Fueron 6 meses de viaje y en cada tramo era necesario reparar y ajustar el barco para continuar navegando. “El barco se nos despedazaba en cada tramo, hasta que llegamos al norte de Brasil; incluso hasta el Caribe, cada parada era un arreglo. Éramos un equipo de salvataje reparando cosas, teníamos un grado de compenetración entre nosotros y con el barco muy, muy potente. Y se fue forjando en mil batallitas de cada día, con las dificultades del día a día, con las falencias, la falta de presupuesto; había que inventar soluciones todo el tiempo y esas cosas, quieras que no, te van uniendo, te van haciendo más fuerte.”
El destino del Gandul
El 24 de abril de 1993, El Gandul retornó al puerto de Comodoro y la bienvenida fue tan emotiva como la partida. Durante muchos años, el barco estuvo dedicado a realizar cruceros y viajes turísticos. Pero su capitán seguía teniendo en mente el sueño de dar la vuelta al mundo. El catamarán fue restaurado, reparado y en 2015 zarpó hacia el Caribe; esa sería su última travesía.
El Gandul, un barco que entre 2007 y 2010 estuvo en constante necesidad de mantenimiento, se convirtió en el protagonista de una dramática odisea en alta mar. Sus dueños, Vego y su esposa, habían planeado una vuelta al mundo combinando la navegación con el turismo, pero su travesía se tornó peligrosa en el regreso del Caribe cuando un feroz temporal rompió su timón, dejándolos a la deriva. A pesar de sus intentos por maniobrar sin el control adecuado, la situación se volvió crítica, y solicitaron ayuda. Un enorme porta contenedores respondió al llamado, pero al acercarse para prestar asistencia, terminó por hundir el Gandul. A pesar de la pérdida, el relato de su dueño sugiere que el océano ofrece, en su forma más cruda, una muerte digna para un barco. Este trágico episodio pone de manifiesto los riesgos inherentes a la navegación y la fragilidad de la vida en el mar.