Milei apuesta a la polarización
El presidente, desde su viaje al exterior, se hizo cargo de tomar la decisión de retirar la Ley Ómnibus de la discusión en el recinto, cargó contra los gobernadores, echó a dos funcionarios y puede fusionarse con el PRO. La estrategia es ver quien lo apoya o quien “juega para la casta”.
Tan sólo hace una semana anticipábamos, desde este espacio, que podía no haber ley. Suponía un manto de realidad que demostrara el poder del Congreso de la Nación y la necesidad de articulación con la llamada “oposición dialoguista”.
Javier Milei necesita una estrategia para el armado de poder. Eso le permitirá tener solvencia y conquista de votos ante la debilidad parlamentaria y conexiones que le permitan destinar especialistas en algunos cargos del organigrama del Estado que todavía están sin cubrir.
El presidente optó por otra cosa. Demuestra, en cada capítulo que se abre en esta Argentina vertiginosa, la necesidad de polarizar. Son los unos o los otros. “La casta” o “nosotros”. “Los delincuentes o los que queremos un país mejor”.
Lo preocupante de este hecho es que nunca se conoce si eso es una realidad concreta, demostrable o, simplemente, una construcción de realidades.
¿Toda la casta es chorra? ¿Cómo sabemos que los “no casta” son mejores? ¿Acaso en el oficialismo no hay cuadros pertenecientes a “la casta”?
Cada persona se aferra a uno de los dos polos planteados en la actualidad. La nueva grieta se empodera y ya no se trata de kirchneristas o antikirchneristas. La nueva era se impone entre “privilegios de la casta” y “la anti casta”.
Hace poco, en una charla política, alguien dijo “Milei va a lograr que todos se hagan peronistas”. Curiosamente, en una reunión de personajes diversos de la política, el periodismo y el arte, se escuchó que “le ponen palos en la rueda porque pone en jaque lo conocido, lo que ya no funciona. Eso, da temor”.
Por supuesto que ambas reflexiones conviven con el mismo porcentaje de certeza. Pero sigue siendo 50% para un lado y la otra mitad para el otro. Son los que se ven y los que mas se escuchan. Esa masa ruidosa y apabullante. Hay otra.
No nos olvidemos de los ciudadanos alejados de la práctica y la discusión política. Aquellos abrumados por la realidad y el cansancio de la rutina diaria que no da lugar a las noticias. Es una pequeña, pero gran porción, de todos nosotros.
Ahí se define gran parte de cómo puede resultar la balanza para el gobierno de Milei. Es la pequeña (pero gran) porción de ciudadanos que quiere creer, pero tiene miedo de que salga mal. Es la pequeña (pero gran) porción de ciudadanos que no ven las cosas bien, pero esperan que sólo sea un temor.
Si todo sigue en este terremoto en el que, en una semana, pasan cosas como en un mes, algunos pueden ir definiendo qué pensar.
Para lo concreto habrá que esperar a las urnas. O sea, dos años. ¿Dos años para las legislativas? Una eternidad.
Mientras tanto, los de la avenida del medio, mareados por la vorágine, verán el ring entre la nueva polarización. Hasta el momento, no parece haber otra estrategia que la nueva grieta.