“Una vez hicimos un viaje a Neuquén en un Twin Otter. El avión comenzó a juntar hielo y los sistemas no alcanzaban a sacarlo. Le dábamos la potencia de despegue y el avión seguía bajando. Yo era nuevo y me daba prurito decirle al comandante que pegáramos la vuelta. Al fin tomó la decisión y viramos”, recordó Leonardo Atilio Vargues.

El aviador e instructor recibió a ADNSUR en su casa una tarde en la que el sol de invierno atravesaba todos los ventanales de la sala de estar. Los tonos azulados de la ambientación daban una sensación de absoluta tranquilidad. Como flotando desde la planta alta, la entrevista transcurrió sin mayores sobresaltos, a nivel crucero, dirían en la jerga profesional.

Antes de despegar, la rutina siempre es la misma: se acomoda en la butaca y recorre con su mano los instrumentos de navegación. Ya los conoce de memoria pero es indispensable llevar adelante esta tarea.

Lago La Plata, año 2005. Fuente Leo Vargues

El camino de control se realiza de izquierda a derecha, con la vista atenta y el tacto sensible. Como si acariciara la cabina, su mano registra. Toca los fusibles y luego interruptores. Después sigue al panel de  combustible para ver si las bombas funcionan. Con ambas manos toma el comando del avión y lo gira en de una lado para el otro para corroborar que no esté trabado.  Sigue hacia el techo y controla luces y otros instrumentos y así hasta cumplir con todo el recorrido previsto.

Cabina avión TAPSA. Este fue el último que realizó junto a Rodrigo Lopez de Murillas a Chapelco. Fuente Leo Vargues

Pasaron ya 43 años desde que Leonardo realizó su primer vuelo y este proceso lo realiza siempre como si fuera la primera vez. Para volar no se necesitar se valiente, solo hay que hacer las cosas como están previstas, aclara el piloto cada vez que se le consulta acerca de los temores que podría tener un aviador al estar en el aire.

LO QUE PASA EN EL AIRE

Volar no es cosa de humanos aunque a esta altura del siglo ya esté naturalizado. ¿Qué sentirá un piloto al momento de levantar vuelo? Esta pregunta es aceptable por lo menos para aquellos que recién comienzan con la actividad.

Al consultarte a Leonardo sobre los posibles temores de un piloto en el aire, las respuestas fueron cortas y precisas: Tenemos mucha responsabilidad allí arriba. El tiempo se utiliza para llevar adelante el procedimiento de vuelo”.

Leonardo Vargues – El aviador e instructor comodorense

La conclusión ante varias respuestas de este tipo fue que para volar no se precisa ni valentía, ni valor, ni nada que se le parezca. Quien desee tomar el aire como nuevo hábitat deberá tener al razonamiento lógico como rutina central en su conducta. La confianza en la seguridad y el entrenamiento son indispensables.

“Los riesgos son bajos y aceptables cuando hacemos las cosas bien y eso produce satisfacción por los logros obtenidos”, afirmó Vargues.

A la hora de recorrer su trayectoria como alumno, allá por la década del 80, los recuerdos se tornaban difusos, pero no porque los haya olvidado, sino porque el pasado y el presente se reúnen en un solo tiempo y al relatar sus experiencias pasaba del “yo alumno” al “yo instructor” sin percatarse siquiera. No podía desprenderse de la gran responsabilidad que tiene al preparar nuevos profesionales del aire.

En el año 1983, Leonardo obtuvo una la beca de vuelo en el Instituto Nacional de Aviación Civil en Morón con el Cessna. (Leo es el joven de la izquierda)

Leo, como le dicen todos sus conocidos es apacible, nada lo sacaba de su eje en la entrevista, ni siquiera el recuerdo de algunas anécdotas tal vez un poco peligrosas. Sentado en el living de su casa “rodó” por las pistas guardadas en su memoria: vuelos entre nubes cargadas, destinos no encontrados, combustible bajo, hielo en los motores y constantemente su sonrisa se mantenía tranquila, como quien acepta las cosas como son y sin resistencia.

ANÉCDOTAS DE VUELO

El día que voló solo por primera vez estaba con Carlos Yamaguchi, su instructor. Después de hacer unos vuelos de rutina juntos le dijo sin previo aviso: “Ahora te toca vos. Andá porque no tenés ningún problema, hacé tres aterrizajes y tres despegues”.  Así fue que cumplió con las órdenes recibidas y recordó: Yo solo hice dos y paré porque pensé: no vamos a tentar la suerte, con esto me quedo”.

En el aire no hay tiempo de arrepentimientos y Leo aún mantiene viva una frase que recordó el día que tuvo que realizar su primer vuelo solo: “Julio César dijo cuando cruzó el Rubicón: la suerte está echada”. Una vez en el aire no se puede volver atrás.  

Para el aviador las anécdotas de vuelo aparecen cuando las cosas no se hacen según lo previsto. Por suerte en todos sus años de profesión las que puede recordar no son de mucha gravedad.

La tecnología actual en las naves son las que previenen complicaciones que hace unos 40 años atrás podían cobrar más relevancia.  La aparición del GPS por ejemplo.

Antes los aviones tenían instrumentos de navegación pero eran más básicos por lo que el piloto usaba un mapa, era una carta visual. Si tenían que viajar hacia una estancia por ejemplo era más complicado, porque el cerro que tenían que identificar como referencia y el que estaba dibujado en el mapa no se parecía mucho al que se veía en la tierra.

“Antes era más fácil llegar a una estancia en avión que por ruta y muchas tenían pistas. Una vez íbamos a una en Gregores y mirábamos el mapa y no podíamos identificarla, bajamos en una pista y el puestero nos dijo que no era ahí. Nos tuvimos que volver porque el combustible había bajado mucho y no podíamos seguir buscando”.

Otra dificultad en vuelo es el tiempo, aunque ahora con el Windguru facilita las decisiones.

“Una vez veníamos del lago Strobel con unos americanos que habían ido a pescar y el pronóstico era marginal pero no al extremo. Cuando llegamos a Comodoro no pudimos aterrizar, la visibilidad se redujo a 1000 metros y nos tuvimos que ir a Las Heras”, comentó Leonardo.

EL AEROCLUB Y LA FORMACION

Actualmente hay unas 18 personas que hacen la instrucción de vuelo de las cuales 6 son mujeres. En los próximos días se presentarán al examen 6 estudiantes.  Para rendir hay que tener 40 horas de vuelo y esto sucede en casi todas las partes del mundo. Estas se distribuyen en horas de vuelo con el instructor y en solitario. Según las normas estipuladas se requiere que los cursos no duren más de 2 años.

El examen final lo toman autoridades que vienen de Buenos Aires: ANAC (Administración Nacional de Aviación Civil) y ellos también controlan que los aviones del club posean el mantenimiento requerido.

El aeroclub local formó muchos profesionales que hoy trabajan en aerolíneas comerciales. Quien decide ser aviador puede tomar diferentes rumbos ya que la aviación no solo es transporte, hay otros tipos de trabajos aéreos: fumigación, fotografía, extinción de incendios, etc.

En lo que se refiere al transporte, la labor puede realizarse en empresas comerciales, aviones privados, piloto de las gobernaciones, etc. También hay que tener en cuenta al deporte: vuelo de planeadores.

Año 1984 en San Francisco, Cordoba, en una competencia de vuelo de precisión. Fuente Leonardo Vargues

Leonardo Atilio Vargues es aviador, instructor de vuelo, ingeniero y Licenciado en Seguridad e Higiene. Todas profesiones que requieren de un carácter estructurado y precisión a la hora de la toma de decisiones.  Recordó con añoranza sus años de labor en la empresa TAPSA.  La docencia en el Aeroclub es una de sus pasiones, ya que constantemente la mencionaba en la entrevista.

Como una travesía que llega a su fin, la entrevista también lo hizo. A través de las ventanas comenzaron a escucharse los ladridos de las mascotas de Leo y su esposa. En la sala de estar había   fotografías familiares en diferentes destinos del mundo. La luz natural permanecía intacta en la sala.  Leo debía continuar con sus otras labores, mientras a su vida se le siguen sumando más horas de vuelo.  

Escuchá la entrevista completa en el link del podcast ¿Cuál es tu gracia? de ADN SUR ☝🏽

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