Ramón Alberto Logocki tenía 31 años, y era oriundo de Misiones. Como muchos, llegó a Comodoro Rivadavia en busca de una mejor vida, pero cuando todo comenzaba a marchar bien y parecía que el destino le tenía deparado ese anhelado sueño de un buen pasar, un delincuente le arrebató la vida.

Logocki, un empleado de seguridad, residía en la extensión del barrio San Cayetano, en la empinada calle Ricardo Torá. En aquel entonces, la zona estaba en pleno desarrollo, con nuevas viviendas que hoy forman parte de la geografía urbana densamente poblada.

En la madrugada del 19 de abril de 2011, alrededor de la 1:30 horas, Logocki se encontraba en su domicilio junto a su esposa, su hermano y la pareja de éste, cuando escucharon ruidos en el exterior. Al salir a ver qué pasaba, vieron a un individuo que intentaba pasar desapercibido llevando un armazón de hierro de unos 3 metros de largo. El sujeto se escapó a pie, dejando a los presentes sorprendidos por la inusual situación.

La zona del crimen.

Logocki y sus familiares, alarmados, gritaron enérgicamente mientras el delincuente arrojaba la estructura y aprovechaba la oportunidad para escapar corriendo por la empinada cuesta, ganando rápidamente la calle.

APUÑALADO EN EL CORAZÓN

Cansado de los reiterados robos en la zona y poniéndose en su rol de vigilador, Logocki decidió perseguir al delincuente. Cuando estaba a punto de atraparlo, el homicida sacó un arma de entre sus prendas de vestir, forcejearon y le terminó dando un puntazo mortal en el pecho, debajo del esternón, que alcanzó el corazón de la víctima.

Mientras el asesino escapó entre la oscuridad, familiares asistieron a Logocki y una vecina llamó a los servicios de emergencias alertando sobre lo que sucedía. Si bien el 107 como la policía llegaron rápidamente al lugar de difícil acceso, el vigilador ya estaba sin vida.

Pronto los efectivos de la Seccional Sexta iniciaron un rastrillaje en la zona para dar con el delincuente a partir de las características brindadas por los presentes, pero no fue hallado en la zona; al tiempo que intentaron encontrar el arma homicida entre matas, chapas, en los terrenos y patios de viviendas aledañas pero los resultados fueron negativos.

Allanamientos sin resultados. Foto: Ilustrativa
Allanamientos sin resultados. Foto: Ilustrativa

Los investigadores continuaron con las tareas, los datos descriptivos brindados por los tres testigos presenciales del crimen eran el elemento más importante con el que contaban para la identificación del malviviente que pudo refugiarse en la oscuridad aquella noche para evitar ser visto.

Las sospechas recayeron sobre un joven que solía delinquir en el sector, pero en un recorrido fotográfico no pudo ser identificado por los familiares de la víctima.

La carencia de cámaras de seguridad, otros testimonios y elementos de prueba hicieron que la investigación se viera estancada, sin lograr determinar quién mató al vigilador misionero, cuyo crimen sigue impune.

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