“Yo pienso pasarla bien hasta que Dios quiera, estoy en manos de Dios. Cuando él quiera yo estoy dispuesta”, dice Rafaela González García con una simpatía y una entereza que asombra. 

Este miércoles ella cumple 100 años y no se le nota; ni en su habla, ni su escucha, su forma de verse, pero tampoco en su rutina, ya que a un día de que su edad se escriba con tres dígitos, es capaz de ir a la verdulería por sí sola y comprar sus propias verduras.

Rafaela forma parte de un grupo de abuelos longevos de Comodoro Rivadavia que pueden contar lo que es vivir un siglo de vida.  En su caso es oriunda de Lucainena de las Torres, un poblado de la provincia de Almería, España. Allí nació 12 días después del Año Nuevo de 1922.

Única hija entre cinco hermanos varones, creció sabiendo lo que es la guerra, pero también el amor. En su país fue donde conoció a su esposo, Juan Munuera, con quien luego emigraría a Argentina. Por ese entonces, ya tenían al pequeño Francisco, el mayor de sus tres hijos. Luego llegarían Angela y Rafaela Ana, quienes nacieron en Comodoro Rivadavia.

Cuando vino a Argentina, Rafaela solo tenía 31 años y Francisco 5. Cansados de la guerra decidieron cruzar el charco y venir al país donde estaba un hermano de Juan. El viaje en barco duró varios días y para ellos significó dejar atrás su vida en Almería; desde su familia hasta los campos en los que plantaban cultivaban olivos, almendros, maíz y cebada.

Rafaela junto a su hijo Francisco y su esposo, Juan.
Rafaela junto a su hijo Francisco y su esposo, Juan.

Su primera parada fue Mendoza, tras un breve paso por Buenos Aires, donde arribó el barco que los trajo a este puerto.

En tierras de vinos y montañas, Juan encontró trabajo en agricultura, pero no le gustó y optó por buscar otros horizontes. Tenía sentido, no había dejado España donde tenía sus propias tierras para trabajar de empleado haciendo lo mismo. Así, decidió probar suerte en el pequeño pueblo del sur de la Patagonia, donde había petróleo. 

“No es fácil, es dura la vida, pero hay que apoyarla”, dice Rafaela a la distancia al recordar esos años en que tuvo que volver a empezar lejos de casa. Y ante la pregunta admite que al tomar la decisión de partir nunca se evaluó el paisaje. Es que como dice: “nosotros no mirábamos la hermosura, nosotros lo que mirábamos era tener trabajo para ganar la comida”

SU VIDA EN LA CIUDAD DEL PETRÓLEO

En Comodoro su marido empezó de abajo. Primero trabajó colocando cañerías, como una especie de contratista de YPF, y luego, con el paso del tiempo, invirtió en un pequeño camión con el cual trasladaba caños. 

Pero su suerte cambió el día que decidió vender la unidad y comprar colectivos de línea para la ya extinta Línea 1 de Comodoro, que años más tarde, ya en la década del 90, se fusionó con Patagonia Argentina SRL.

Así, mientras Juan se dedicaba a la tarea de transportista, Rafaela estaba al cuidado de sus hijos, el trabajo de ama de casa que siempre hizo con mucho orgullo: primero en la calle Urquiza, donde vivieron cuando llegaron; y luego en la calle Dorrego, el lugar que pudieron adquirir en 1963 y del que nunca más se fueron.

Rafaela en sus años de juventud.
Rafaela en sus años de juventud.

UNA AGRADECIDA DE ARGENTINA

Rafaela es una agradecida de la vida y al contar su historia dice sin dudar: “Le doy gracias a Dios que con nuestro trabajo siempre vivimos muy bien”. 

Es que el desarraigo y sacrificio que conllevó dejar España tuvo sus frutos. Con orgullo puede decir que en Argentina ha vivido muy bien, que tres veces pudo visitar a sus padres en España, que educaron a sus hijos en la educación salesiana y que con un siglo de vida tiene un buen porvenir.

Sobre su vida hoy, en la víspera de sus 100 años, cuenta que todos los días se levanta a las 8 de la mañana y comienza su jornada. “Arreglo mi casa, hago un plato de comida y me lavo los trapos si tengo, y otras cosas más si tengo que hacer. Me gustan las plantas. No hay planta que yo no agarre que no me prende, me prende todas”, dice entre risas, sin escatimar simpatía y vida.

En la actualidad ella convive con Ángela, y Rafaela vive en el mismo predio. Todos los días le pregunta a su hija mayor que quiere comer y suele ir ella misma a comprar las verduras que utiliza para la cocina.

Este miércoles su familia la iba a agasajar para festejar los 100 con una pequeña reunión familiar. Sus nietos habían venido de Buenos Aires para poder acompañarla. Sin embargo, un caso positivo de Covid - 19 hizo que los planes cambien. Así, en el día de su centenario, tendrá que celebrar solo con sus hijas. Por supuesto no faltará la torta y el feliz cumpleaños, alguna videollamada y la celebración a la distancia.

Rafaela junto a parte de su familia en su cumpleaños 99.
Rafaela junto a parte de su familia en su cumpleaños 99.

Abuela de cinco nietos y con dos bisnietos, Rafaela admite que está contenta de haber llegado a esta edad y para lo que viene es sincera. “Eso lo sabe Dios porque yo no lo sé. Lo único que yo le pido es que mientras me pueda defender que me deje, pero si ya no me puedo defender que tome mi camino”, dice entre risas la abuela de Comodoro que hoy cumple un siglo de vida; un privilegio de pocos y que ella puede contar con una plenitud pocas veces vista. 

Rodeada de amor: el gran secreto de Rafaela para llegar a los 100 años.
Rodeada de amor: el gran secreto de Rafaela para llegar a los 100 años.
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