La nafta y el gasoil podrían empezar a moverse en los próximos días, al tiempo que el gobierno ya anunció la reducción paulatina de subsidios a la electricidad y el gas; aunque la novedad sobre tarifas eléctricas alcanza en principio sólo a Capital y el conurbano bonaerense, el mayor precio del mercado mayorista se trasladará al resto del país, por lo que sus distribuidoras chubutenses también deberán ajustar sus precios. La inflación es el telón de fondo para seguir enumerando aumentos todos los meses. 

A las subas de precios propias que esperan desde enero a los comodorenses, como el boleto de ómnibus y la reciente actualización de tarifas de taxis, se suman otros incrementos que dependen de decisiones a nivel nacional.

El más sensible es el de los combustibles, que por el congelamiento virtual desde el mes de mayo pasado se han transformado en una especie de dique a punto de romperse, ante el reclamo de estaciones de servicio y de las operadoras para recuperar parte de la rentabilidad perdida durante ese período de siete meses.

Aunque no se requiere una autorización del gobierno, los combustibles se mueven a partir de lo que decide YPF, la empresa que tiene un 51 por ciento de sus acciones en manos del Estado nacional.

La conducción de la operadora se mantuvo hasta fin de año en la postura de no modificar precios, pero parece difícil que pueda sostener lo mismos  en un contexto de inflación, en el que el resto de los costos sigue elevándose.

Los combustibles aparecen en la línea de largada de la carrera de precios en 2022.

Cuando la operadora de bandera tome la decisión, se pondrá en marcha un mecanismo de aumentos paulatinos, que en una primera etapa acumularía subas de entre 10 y 15 por ciento. 

En Comodoro, el litro de nafta súper se consigue todavía en 75 pesos, por lo que en ese nuevo esquema, se elevaría a 90 como piso, aunque habrá que ver a lo largo de cuantas semanas se plantea llegar a ese valor. 


Gas y electricidad: se avanza hacia la segmentación de tarifas


Los anuncios que se conocieron en relación al precio del gas y electricidad, a partir de la decisión del gobierno nacional para reducir paulatinamente los subsidios, involucran a todo el país, pero impactarán en una primera etapa en la Ciudad de Buenos Aires y parte de la provincia de Buenos Aires, particularmente en lo que respeta la electricidad. 


El aumento inicial será de entre 17 y 20 por ciento, porcentajes que en esta región involucrarán a las tarifas de gas.

En las facturas de electricidad, el anuncio deja entrever una vez más el escaso grado de federalismo del país: el incremento implica una decisión del gobierno central de reducir parte del subsidio que otorga a los usuarios de Edenor y Edesur en la capital (no así en el resto del país), que en zonas de alto valor inmobiliario hoy pagan boletas de electricidad de 500 pesos. 

Aunque falta la realización de audiencias públicas, el gobierno ya tomó la decisión de habilitar la adecuación de tarifas de gas.


Para el mes de marzo se prevé una segunda etapa de aumentos, para seguir la senda de reducción de subsidios, que en parte alcanzan también al precio del mercado mayorista eléctrico. En ese caso sí se trasladaría el aumento a las distribuidoras del interior del país, que en Chubut son las cooperativas que compran energía a CAMMESA. 


Esa decisión irá de la mano con algo que ya estuvo en estudio en Comodoro Rivadavia, vinculado a la segmentación de tarifas, para apuntar a que los subsidios se concentren sólo en los sectores más vulnerables de la sociedad, mientras el resto de los usuarios pague, progresivamente, el valor pleno de la energía.


Las estimaciones previas dan cuenta de que esos incrementos, en la factura de luz, representaría entre 60 y 70 por ciento de aumento en los barrios de más alto poder adquisitivo en la capital. En el resto del país, dependerá de las adecuaciones que hayan alcanzado en los últimos años, comparando la inflación acumulada por períodos frente a la adecuación de las facturas.


La inflación, el telón de fondo que nos condena a correr como el burro detrás de la zanahoria


En resumen, todo seguirá hacia arriba. Cualquier producto o servicio que se tome, desde los alimentos más básicos como la leche, las frutas y la carne, hasta los servicios de internet que hoy forman parte de los insumos imprescindibles para poder seguir trabajando y estudiando en el mundo pandémico, seguirán subiendo el ascensor de la inflación.


En el proyecto de presupuesto 2022, que no fue aprobado por el Congreso de la Nación, el gobierno había contemplado una proyección optimista, del 34 por ciento. Casi nunca se cumple, porque es una subestimación. El año pasado, la pauta era del 29 por ciento, pero cuando se difunda el Indice de Precios al Consumidor de diciembre se estará confirmando un incremento anual del orden del 48 por ciento, considerando que hasta noviembre el acumulado fue del 45,4 por ciento. 


Muchas variables macro económicas se conjugan para potenciar ese índice. Según explica el economista comodorense Marco Simoes, una parte de la inflación se basa en la emisión monetaria, mientras que al no haberse aprobado el presupuesto, es difícil establecer en qué proporción el gobierno se financiará con recursos genuinos, provenientes de la recaudación de impuestos; y cuánto de ese gasto será solventado por emisión de nuevos billetes, que en 2021 superó el billón (un millón de millones) de pesos.   

Para que se cumpla la pauta inflacionaria apuntada para 2022, el Indice de Precios mensual desde enero debería ser inferior al 3 por ciento.


La otra consecuencia de la no aprobación del presupuesto nacional es la incertidumbre que se genera a la hora de pensar en inversiones. En Comodoro Rivadavia se celebraron los anuncios por 1.000 millones de dólares que prevén las operadoras petroleras, pero esos montos quedan atados también a la posibilidad de obtener financiamiento y otras dudas no despejadas.


El acuerdo con el FMI (o el no acuerdo y la entrada en default) es otros de los factores que impactará en tu bolsillo este verano. Entre las condiciones del fondo se estipula reducir el déficit (de ahí la reducción de subsidios, que en 2021 insumieron más de 10.000 millones de dólares) y un blanqueo paulatino de la relación entre el dólar oficial y el real. 


La diferencia con el 'blue', de más de 100 pesos, va a contribuir también a alimentar la inflación una vez que se decida comenzar a reducir la brecha en forma más acelerada. Ese efecto negativo sólo podría contrarrestarse con un crecimiento virtuoso de la economía: si aumenta la oferta de bienes y servicios, que a su vez depende de las posibilidades de financiamiento y acceso al crédito (y de la entrada de dólares al país), los precios tenderían a bajar. 

La diferencia entre el oficial y el 'blue' debería empezar a reducirse, según las condiciones del posible acuerdo con el FMI. La consecuencia inevitable: más inflación.


Demasiadas complejidades. Menos mal que en la alacena quedan algunos paquetes de garrapiñadas y en el freezer un poco de pollo y un matambre arrollado, que a último momento pareció mucho en la mesa navideña. Enero suele ser un mes bastante largo…
 

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