COMODORO RIVADAVIA (ADNSUR) -  “Tengo tantos recuerdos de Comodoro: recorrer esas calles como adolescente, salir los fines de semana cuando tenía franco en el Liceo Militar General Roca, salir con un uniforme en colectivo y ver que los chicos de otras escuelas nos miraban. Nos llamaban empanadas”.

Guillermo Blando, el ingeniero aeroespacial que creció en Comodoro y que hace 13 años trabaja en la NASA, aún recuerda aquellos días de frío y viento. Desde Los Ángeles, Estados Unidos, dialogó con ANDSUR y recordó esos años de secundaria.

“Recuerdo todo, los primeros amores que uno tiene, jugar al tenís. Mi papá como era de YPF vivíamos en el barrio Güemes y pasamos mis días ahí. La ciudad siempre me trajo grandes recuerdos, aparte del viento y el frío, porque los años más importantes de una persona son la adolescencia y eso lo pase en Comodoro”, dice sin dudar.

Guillermo vivió en dos etapas en la ciudad que tiene uno de los seis liceos militares de Argentina: primero entre 1968 y 1974, y luego entre 1978 y fínales del 86.

El trabajo de su papá como geólogo de YPF hizo que se convierta en un nómade. Es que si bien nació en Bahía Blanca al poco tiempo con su familia se fue a vivir a Plaza Huincul, Neuquén. Allí vivió unos años y luego la compañía volvió a trasladar a su padre.

El destino lo trajo al sur de la Patagonia, esta tierra inhóspita que se pobló en el último siglo. Aquí estuvo unos años y luego se mudó a Catriel, Río Negro, para luego volver a irse a Plaza Huincul y regresar a Comodoro Rivadavia, donde se hizo se amigo del carrovelista Pablo Reyes y toda una banda de liceístas.

ENTRE EL BARRIO GÜEMES Y LICEO

En su segunda etapa en Comodoro el barrio Güemes fue su casa y el Liceo su hogar durante la semana. Fueron años de uniforme, desfile y vida militar adentro del instituto que se encuentra en la avenida Hipólito Yrigoyen.

Cuando terminó la secundaria, Guillermo decidió estudiar Ingeniería Civil en la joven Universidad Nacional de la Patagonia San Juan Bosco (UNPSJB); se quería quedar con sus amigos y le habían dicho que podía hacer los primeros años en cualquier facultad y luego terminar en otra.

Él lo recuerda como si fuera hoy. “Yo tenía vocación grande por ingeniería aeronáutica, me quería ir a Córdoba, pero me dijeron que podía hacer los dos primeros años en cualquier lado y empecé en la San Juan Bosco para tener las materias básicas. Cuando me fui a Córdoba mi mamá levantó campamento y mi papá se quedó en Comodoro hasta que terminó su carrera y después nos acompañó”, recuerda sobre esos años.

En la Universidad Nacional de Córdoba, Guillermo terminó sus estudios como ingeniero mecánico aeronáutico. En esa ciudad también se radicó hasta que decidió irse a Estados Unidos en 1996, previo paso por La Rioja, cansado de no encontrar lo que quería.

“En Argentina tuve un montón trabajos chiquitos. Fui profesor en la Facultad de Ciencias Exactas de la Universidad de Córdoba, trabajé haciendo planos para compañías, como inspector de calidad para una compaña que proveía fundas de asientos para Renault y al final, en los últimos cinco años, abrimos un comercio con mi esposa, una imprenta en La Rioja, nada que ver con mi profesión”, recuerda entre risas.

Guillermo delante de las 'airbags' que se usaron para el aterrizaje de las misiones MER en 2003. Pusieron los rovers Spirit y Opportunity en el suelo marciano.

BUSCAR EL DESTINO

Dejar los pagos nunca es fácil, pero el destino a veces no está donde están los afectos. En la tierra de Mickey Mouse, Guillermo decidió seguir estudiando e hizo un master en Ingeniería Aeroespacial en la Universidad de Washington, en la ciudad de Seattle.

Luego trabajó 8 años en la compañía General Atomics Aeronautical Systems, que diseña y fabrica los drones Predator para el ejército de Estados Unidos, hasta que el destino lo llevó a entrar en el Jet Propulsion Laboratory, uno de los diez centros que la NASA tiene en ese país.

“Mi pasión siempre había sido diseñar aviones, pero en un momento de mi carrera me di cuenta que ya no me satisfacía. Entonces me puse a buscar algo diferente y el destino y la suerte me trajo a este lugar. Lo busqué de la manera que pude, en forma online, encontré el nombre de una persona que había publicado trabajos en el área que yo hacía, le escribí, se interesó en mí, me hicieron algunas entrevistas y me ofrecieron el trabajo. Fue un poco casualidad y un poco no porque lo busqué”.

Guillermo asegura que la NASA es “un mundo diferente” al que le costó adaptarse. “Ahora lo tomo como un trabajo pero en los primeros meses que comencé a trabajar en el JPL yo me sentía que estaba en una película de ciencia ficción. Yo pensaba que en algún momento iban a salir las cámaras porque entraba a las reuniones y empezaban hablar de 'está misión que vamos a mandar a Europa', que es una luna de Júpiter, 'está misión que vamos a enviar a Mercurio’ y yo decía ‘me están jodiendo, estoy en una película’”, confiesa sobre sus primeros años en el organismo.

Pasaron 13 años de aquellos tiempos en que todo era increíble. Guillermo se acostumbró. Sin embargo, sabe que en la NASA cada día puede ser diferente. “Acá aprendés cosas nuevas todos los días, cada misión que hacemos es completamente diferente a la anterior, cada trabajo que tenés es nuevo y siempre tengo la suerte de empezar con los trabajos de cero. Entonces me dan la hoja de papel y me dicen ‘dibujame esta estructura que va para esta sonda que va para tal misión’ y llamó a un equipo de gente y empezamos a tirar ideas, hasta que llegamos a fabricarlo y con un poco de suerte lo ponés en órbita alrededor de la tierra o sale a otro planeta”, explicó.

Guillermo junto a otros argentinos que trabajan en la NASA.

Su trabajo es ser encargado de estructuras de las naves espaciales y sondas que fabrica la NASA. En su caso maneja un equipo de gente que se encarga de fabricar diseños mecánicos. El grupo se encarga de la idea, el diseño, la fabricación y el ensamblaje de la estructura. Luego la misma sigue su curso con los equipos que preparan la sonda o el equipo para volar.

Guillermo admite que la NASA es un mundo en sí mismo, algo totalmente diferente para alguien que se creció entre Plaza Huincul y Comodoro. Asegura que trabaja con científicos "súper inteligentes" con una motivación especial por el trabajo y un objetivo en común.

Por estos días se encuentra trabajando en el NISAR, un satélite de observación y estudios climáticos y geológicos de la tierra, diseñado y operado en sociedad con la Agencia Espacial India ISRO. Sabe que por el momento solo puede pensar en Comodoro y Argentina a la distancia. Sin embargo, una vez que se pueda viajar quiere visitar la tierra que lo vio nacer, y así reencontrarse con su familia y sus amigos, aquellos de esos años de uniforme y cuerpo a tierra.

Foto con la estructura del vehiculo LDSD, que se lanzó a 50 km de altitud como parte de una mision de desarrollo de tecnologias para aterrizaje en Marte.
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