Los cumpleaños son una excusa ideal para reunirse, recordar tiempos pasados y planificar proyectos nuevos. Cuando una institución como el Hospital Alvear cumple 100 años, los motivos que congregan se multiplican de manera proporcional al tamaño de la familia, y en este caso, cabe destacar que se trata de una muy numerosa: la familia ypefeana.

Ema Brogi es médica neumonóloga, tiene 88 años y, aunque está jubilada, una vez a la semana atiende pacientes sin obra social en el Alvear. Mónica Pinto tiene 65 años y es la secretaria histórica del hospital; también está jubilada y uno de los motivos por los que aún permanece en su trabajo es que desea llegar a los festejos de los 100 años del hospital.

Entre estas dos mujeres no existe parentesco, pero tienen características que podrían identificarse como las de un mismo grupo familiar, ya que recuerdan las mismas historias y las relatan con gran similitud.

Ema es de Buenos Aires y recordó en una entrevista con ADNSUR la primera vez que llegó a Comodoro Rivadavia, que fue para visitar a sus suegros, que vivían en km 3 porque eran ypefeanos.

La doctora Ema Brogi de Fernández es la 3º de izquierda a derecha. Ingresó al hospital a los 28 años. Hoy atiende a pacientes sin obra social 1 vez por semana. Tiene 88 años
La doctora Ema Brogi de Fernández es la 3º de izquierda a derecha. Ingresó al hospital a los 28 años. Hoy atiende a pacientes sin obra social 1 vez por semana. Tiene 88 años
Fuente: Ema Brogi

“Llegamos en auto y era de noche. Me sorprendió muchísimo la iluminación que había en las calles, el asfalto y las casas de chapa y madera; fue en 1964”, añoró Ema.

Es que ella vivía en la capital y en sus calles solo había un farolito colgando en cada esquina. No estaba acostumbrada a ver construcciones de chapa, pero le parecieron viviendas muy confortables.

“A los pocos días de llegar, mi suegro me llevó al hospital Alvear y quedé impactada por el tamaño. Yo era médica y trabajaba en el Hospital Fernández; ahí hacía mi residencia en cardiología”, afirmó la médica.

Ema estaba acostumbrada a ver hospitales, pero el Alvear le pareció único. Como estuvo varios meses de visita en la casa de sus suegros, decidió ofrecerse para trabajar como voluntaria.  Ejerció en el área clínica y todas las mañanas el chofer del hospital la pasaba a buscar.

Festejos por el 50º aniversario del Hospital Alvear en 1974. En la fotografía se encuentran la doctora en bioquímica Nelly Mandarano de Dahinten y la médica Ema Brogi(la 2º de derecha a izquirda)
Festejos por el 50º aniversario del Hospital Alvear en 1974. En la fotografía se encuentran la doctora en bioquímica Nelly Mandarano de Dahinten y la médica Ema Brogi(la 2º de derecha a izquirda)
Fuente: Hospital Alvear

A su regreso a Buenos Aires, hizo todas las conexiones para poder ingresar al Alvear e instalar a su familia en Comodoro Rivadavia, junto a su esposo Carlos Fernández, que era comodorense, pero trabajaba en una empresa que comercializaba lanas y viajaba constantemente por todo el país.

En diciembre de 1965, ingresó al fin a trabajar en el Alvear como médica clínica y se jubiló en el mismo hospital en 1993. Esta institución le permitió capacitarse, hacer su residencia como neumonóloga y echar raíces en torno a la gran familia de Y.P.F.

Mónica Pinto ingresó como administrativa al hospital en 1979, tenía 19 años recién cumplidos y trabajaba como preceptora en el Colegio de Biología Marina. Cuando tuvo la oportunidad de rendir para ingresar al Alvear, su familia, también ypefeana, insistió en que lo hiciera. “Trabajar en YPF era asegurar el futuro”, declaró Mónica.

Ema Brogi y Mónica Pinto: dos vidas dedicadas al Hospital Alvear de Comodoro Rivadavia
Fuente Mónica Pinto

EL ALVEAR, EL NIÑO MIMADO DE YPF

Tanto Mónica como Ema recuerdan las diferentes etapas que vivió el hospital en sus momentos de transición. Los tiempos más difíciles fueron en la década de los 90, cuando el Alvear pasó a ser una sociedad anónima y los momentos de gloria se borraron de un plumazo. La crisis hoy ya pasó y, como en la vida misma, hubo que acomodarse y adaptarse.

Como cualquier familia, siempre es más placentero recordar los buenos momentos, y eso hicieron Mónica y Ema. Revivieron los años en que ellas crecían junto al Hospital Alvear, y la prosperidad era sinónimo de YPF, por lo menos para quienes trabajaban en aquella empresa y sus familias.

“En 1980 se inauguró una terapia intensiva de alta complejidad y era la mejor desde Bahía Blanca hasta Tierra del Fuego”, indicó Mónica.

Ampliación del Hospital Alvear en la década del ’50.  Archivo Teodoro Nürnberg.
Ampliación del Hospital Alvear en la década del ’50. Archivo Teodoro Nürnberg.
Foto José González

Por otra parte, Ema recordó la importancia que le daba el hospital a las capacitaciones de los profesionales de la salud.

“Todos los años podías elegir una capacitación y hacerla. En 1975 estuve 6 meses becada en Italia y me perfeccioné en endoscopia bronquial. Cuando volví, pedí que me compraran un endoscopio especial y eso hicieron.”

LA COMIDA

El tema de la comida es recurrente, y será por eso que la regla de “panza llena, corazón contento” se cumple al pie de la letra en el hospital.

El recuerdo de los carros térmicos con la comida cruzando los pasillos quedó en la memoria de todos. ¿Será que el aroma a café o el pollo recién horneado se filtraba por todos lados, en el preciso instante en que un buen bocado era necesario para continuar con la labor o reponerse de alguna afección médica?

“Cuando cerraron los campamentos que había en la zona del Trébol o el Tordillo, por ejemplo, reubicaron a sus mozos y cocineros en el hospital, y por eso comer en Alvear era como estar en un restaurante”, contó Mónica.

La comida estaba bien presentada siempre y quienes la servían se vestían de etiqueta. Los rollos de queso y jamón con palmitos decoraban los platos, y el exceso de calorías era recurrente, hasta que llegó la dietista Susana Bonaiutti y adecuó el menú a las necesidades de los enfermos.

Carros de comida (2006)
Carros de comida (2006)
Foto: Florencia Lovecchio

“Había un cocinero muy querido, era de apellido Augustaci y los sábados preparaba unas empanadas muy ricas”, comentó Ema.

EL AMBIENTE LABORAL

Ema resaltó el buen ambiente laboral que siempre hubo en el hospital como médica clínica, dado que era la única mujer en el área en ese momento. Estaban las doctoras Dahinten y Gjeldum, pero ellas eran bioquímicas.

Se pasaban muchas horas en el trabajo; en la sala de médicos se compartían las novedades familiares, no solo las laborales. En los cumpleaños se reunían en las casas para festejar, sobre todo porque en una época todos tenían hijos de la misma edad.

Ema jamás sintió maltrato por ser médica y mujer, ni de parte de sus colegas ni de sus pacientes. Su tarea siempre la desarrolló sin mayores problemas en el Alvear.

“Se pasaban muchas horas dentro del hospital. Yo ahí rescaté hermanos de la vida que aún mantengo”, evocó Mónica.

Los equipos de trabajo tenían muy buena convivencia, destacó Mónica Pinto. Anteriormente a su ingreso en el hospital, los médicos eran convocados a reuniones los domingos para conversar sobre temas importantes. Todos desayunaban allí. El sentido de pertenencia era único.

Ayudantes de odontología del Hospital Alvear en 1951. Nelly Olivera sonríe de costado (abajo, primera desde la derecha), al lado suyo se encuentra Aurora Acosta. En la parte de arriba, Aída Burgos, Estela Peralta, Olga Díaz, Noemí Olgurin
Ayudantes de odontología del Hospital Alvear en 1951. Nelly Olivera sonríe de costado (abajo, primera desde la derecha), al lado suyo se encuentra Aurora Acosta. En la parte de arriba, Aída Burgos, Estela Peralta, Olga Díaz, Noemí Olgurin
Fuente: Museo Chalet Huergo

LAS ISLAS MALVINAS

La relación del Alvear con Malvinas era bastante fluida entre la década del 70 y los inicios de los 80, ya que YPF tenía una planta en las islas.

En los aviones llegaban pacientes ingleses para atenderse en el hospital y las que oficiaban de traductoras eran las monjas canadienses. Ema recordó dos casos de aquella época: “En la isla había mucha hidatidosis y los pacientes se atendían aquí. En la década del 70 se hizo una operación muy importante. También tuvimos un paciente inglés que murió por tétanos y en la isla no lo quisieron recibir; hubo que enterrarlo en el cementerio de km 5.”

Cuando ocurrió el conflicto de Malvinas, el Alvear recibió muchos heridos y todos colaboraban para que los soldados argentinos se sintieran contenidos desde lo afectivo. Siempre había alguien que traía elementos de higiene, ropa, les llevaba cartas al correo o facilitaba teléfonos para que pudieran hablar con sus hogares.

“Cuando se hacían campañas de vacunación aquí, en las Malvinas se hacían también y cuando fue la guerra nos sacudió, porque teníamos buena relación con ellos”, relató Mónica.

La Farmacia del Hospital Alvear en la década del ’40
La Farmacia del Hospital Alvear en la década del ’40
Fuente: Hospital Alvear

TIEMPOS DE CRISIS

Hubo tiempos de abundancia y otros de crisis, y a Mónica le tocó vivirlos todos. Como sucede en una familia, hay que atravesar los problemas.

En la década del 90, YPF entregó el hospital y se conformó una sociedad anónima que no prosperó. Comenzaron los problemas económicos; no se podían pagar los sueldos y llegó el momento en que no se podían atender más pacientes.

“El día que se dio de alta al último paciente, la Dra. Cristina Carrizo escribió: "Contra nuestra voluntad y dolorosamente, dejamos de atender en el servicio de guardia, ya que no hay pacientes y tenemos la orden de no recibir a más”, indicó Mónica.

Esmelda Ñancufil de Naula a la derecha. Se jubiló en el Alvear como jefa instrumentista. Era la suegra de Mónica Pinto (fotografía de 1960 aproximadamente)
Esmelda Ñancufil de Naula a la derecha. Se jubiló en el Alvear como jefa instrumentista. Era la suegra de Mónica Pinto (fotografía de 1960 aproximadamente)
Fuente Mónica Pinto

A Mónica, como a Ema, no se les terminan las anécdotas, y es porque ambas pasaron prácticamente toda su vida en el Hospital Alvear. Y como si eso no les alcanzara, continúan trabajando allí.

“Me jubilé, pero sigo trabajando porque el Alvear es mi casa; quería llegar a los festejos de los 100 años del hospital”, afirmó Mónica.

La histórica secretaria hace 46 años que desarrolla su actividad laboral y recordó que cuando su nieto era más pequeño, le pedía que se quedara en casa con él.

“Siento que a veces le pude haber faltado a mi familia por trabajar, pero no me arrepiento porque ellos conocen mis sentimientos hacia el hospital”, indicó Mónica mientras aclaraba el nudo en su garganta.

A la hora de definir el Alvear, Ema no tuvo dudas: es su casa. Los atareados días y el sonido de sus zapatos contra las interminables escaleras no los olvidará jamás.

Inició su actividad como voluntaria por unos meses, con tan solo 28 años. En el Alvear pudo hacer su especialidad como neumonóloga. Hoy tiene 88 años, está jubilada y realiza trabajo voluntario en el hospital que la vio crecer.

Será como dicen por ahí, que la familia se elige. Y esa es la familia que eligieron Mónica y Ema: la familia del Hospital Alvear.

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