La historia de "Ale", una de las fundadoras de "La Casa", el primer refugio patagónico para mujeres víctimas de violencia
Alejandra Edith Valencia fue una de las creadoras del proyecto que forjó un espacio de asistencia y contención para mujeres víctimas de violencia de género en Comodoro y sentó precedente en protocolos y procedimientos a nivel local y provincial de acción, que al día de hoy, se continúan utilizando. Un camino de lucha, trabajo y honestidad.
Alejandra Edith Valencia nació el 22 de julio de 1971 en Comodoro Rivadavia, se crió en el barrio Pietrobelli junto a su mamá, su papá y sus hermanos. Cursó sus estudios primarios y secundarios en el Instituto Santo Domingo Savio y después decidió seguir la Licenciatura en Trabajo Social en la Universidad Nacional de la Patagonia San Juan Bosco.
Recuerdo que nuestras charlas no tenían un tabú, y siempre me dejaba pensando en algo distinto y más profundo. Solía aparecer algún cascarón más para romper ante las realidades que pude conocer a través de sus ojos y desde sus zapatos.
No sé si supo dimensionar la importancia que tuvo su trabajo en las distintas áreas sociales de las que formó parte, pero estoy segura que su paso no fue invisible. No pasó desapercibida en cada llamada que atendió, sin importar hora ni fecha, de aquellas mujeres, muchas de ellas madres, que acudieron por su ayuda para pasar la noche tranquilas, o al menos a salvo.
Podría destacar miles de virtudes, enseñanzas y actos que son dignos de admirar, pero elijo que sus compañeras y compañeros de trabajo hablen por mí, y recordemos juntos, en el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer y la Diversidad, cómo fue el trabajo de "Ale" Valencia como trabajadora social en "La Casa", una institución que desde la perspectiva de género comenzó a desarrollar acciones de prevención y asistencia a las mujeres víctimas de violencia.
La especialización en esta temática, definió su perfil profesional.
El recuerdo de sus compañeros de trabajo
“Alejandra levantó muy alto la bandera de los derechos humanos. Desde el trabajo cooperativo en la construcción de viviendas, el trabajo con niños y adolescentes en situación de calle, acompañando a las mujeres en procesos de desnaturalización de las violencias y también siendo parte de la comisión directiva del Colegio Profesional de TS de Chubut. Quiero recordarte luchadora, militante de tus ideales, defensora de los derechos humanos…Mujer”, expresó Amelia Carrizo, compañera y colega.
Por su parte, Marta Rueda, Coordinadora y jefa del equipo de trabajo de “La Casa” desde su fundación en 1997, hasta su jubilación, trabajó 18 años junto a Alejandra y recordó: “fuimos pioneras en la atención de la violencia hacia la mujer”.
Comenzaron a trabajar juntas sobre la calle Sarmiento, donde estaba ubicada la institución. “En ese momento tenía refugio y atención ambulatoria”, indicó Rueda.
"Alejandra fue una de las personas que me acompañó durante toda la trayectoria de "La Casa", yo me jubilé allí y ella fue una de las personas en las que más confiaba. Ella y Claudia Carnicero terminaron siendo las referentes y guardaespaldas cuando yo no estaba", valoró y agregó, “tenía una escucha diferente a mucha gente. Muy aguda, muy continente con todas las mujeres que se acercaban. Te puedo hablar de una persona leal, honesta, comprometida, una profesional”, sostuvo.
Otra colega que eligió recordarla fue Claudia Carnicero, trabajadora social, compañera de trabajo en "La Casa" por más de 20 años y un sostén -más allá de lo laboral- durante el recorrido en aguas bravas de esta problemática social.
“Alejandra fue un pilar. Hacíamos magia con pocas cosas y sosteníamos propuestas de trabajo desde la creatividad. Una compañera con la que fue un privilegio compartir, porque tenía ese compromiso y las ganas de sostener con cierta rigurosidad”, valoró Carnicero.
En relación al trabajo y acompañamiento para con las víctimas de violencia de género, Claudia indicó, “fue, es y será un trabajo que tiene mucha densidad en cuanto a lo emocional. Se creó en su momento la asistencia individual y grupal. Nosotras muy comprometidas en la escucha de mucha gente, después empezó a funcionar el refugio”, recordó.
"Alejandra siempre tuvo -en todas las tareas que hizo por la manera de acercarse al trabajo- mucha responsabilidad, compromiso y profesionalidad. Muchas cosas las sostuvimos con el cuerpo. Era una persona muy noble, muy compañera, como profesional sumamente comprometida, responsable, crítica, demasiado exigente. Ella era una luchadora nata, muy inteligente, la conocí mucho y nunca te dejaba a pata. Hemos sido muy cercanas", expresó.
Otro saludo afectuoso llegó de parte de José Luis Tuñón, médico psiquiatra, psicoanalista y supervisor clínico del programa de género, compañero del equipo interdisciplinario que conformó “La Casa”:
"El recuerdo de Alejandra me vuelve con el de la época en la que le tocó actuar. Aquel mundo – hoy completamente instalado - en el que la retirada institucional y la expansión del mercado dejaban al descubierto una sociedad descreída en la que se multiplicaban los problemas. Algunos viejos como las desigualdades económicas y otros que comenzaron a crecer y hacerse cada vez más visibles como las violencias de diverso signo. Alejandra formaba parte de aquellos profesionales que le hicieron frente a esos problemas. Contaba para ello con lo que por entonces se llamaba compromiso, y que excedía en mucho el marco de la tarea. Gestión es la palabra que vino a reemplazar al compromiso, pero no fue lo mismo. La gestión arrastra el carácter impersonal de su origen, en cambio el compromiso dejaba esas marcas que humanizan la tarea y que son las que extraño.
Alejandra, junto a Marta Rueda y otros que sería largo nombrar, se pusieron al hombro aquel programa de Género pionero en las respuestas al fenómeno de la violencia. Lo inventaron al mismo tiempo que lo llevaban a cabo. No había antecedentes en los que apoyarse, y el fenómeno irrumpía sin dar tiempo a demasiada reflexión. Baste decir que el programa no volvió tener la capacidad de respuesta que tuvo en su momento. Alejandra contaba con una tenacidad y un temple que se disimulaban en la reserva y la discreción de su persona. Hoy a su actitud se le llamaría militancia, pero no tenía nada que ver con eso, era la convicción de que la respuesta que humaniza no puede ser reemplazada por ningún protocolo. Y que la respuesta que sirve es la crea un “nosotros” en el que cobijarnos. La extrañamos seguramente".
Detrás de este teclado, una sobrina que intenta recordar la labor de su tía. Un simple homenaje en un día de lucha y trabajo no le hacen justicia, pero abrigan la memoria y el corazón de tantas personas que seguramente, la extrañan tanto como yo, desde aquel amargo diciembre de 2015 cuando volaste bien alto.