La historia de Guillermo Terraza, el guitarrista comodorense que entró al récord Guinness por tocar más de 100 horas ininterrumpidas
Nació en Comodoro pero se crió en Bariloche, Neuquén y otras ciudades por donde su padre andaba de gira cantando tango. Por su familia materna siempre mantuvo un fuerte vínculo con la ciudad, y en la década del 90 vivió durante un año. El lazo se hizo eterno y volvió en más de una oportunidad para ver a los suyos y hacer música, hasta que en 2010 tuvo su última visita, cuando logró el récord Guinness por tocar más de 100 horas ininterrumpidas arriba de un escenario. Historia de un hombre que dejó una huella en la música local y hoy se encuentra en Italia produciendo comida natural en su propio laboratorio; una casa de campo de tres hectáreas donde combina música y gastronomía.
l cansancio se hacía evidente. El olor a la crema de ordeñe que protegía sus dedos se sentía alrededor. Sin embargo, él seguía intacto, concentrado en cada acorde, a pesar de las más de 70 horas que llevaba tocando arriba de un escenario; un maratónico objetivo de más de tres días, descansando cinco minutos cada 60 y durmiendo una hora cada 24, aproximadamente, como permitía el reglamento.
Ese sábado, cuando el reloj superó las 73 horas, Guillermo Terraza tuvo su primer alivio musical. Había logrado el objetivo: recuperar el récord Guinness que le había arrebatado un músico hindú luego de haber logrado las 50 horas tocando.
Pero él quería más. Su objetivo era superar las 100 horas y si por él hubiese sido, confiesa 12 años después, hubiera completado las 120 horas o quizás más, pero no lo dejaron continuar.
“Yo quería seguir pero la médica me obligó a bajar, me bajaron de prepo. Por mi hubiera seguido, si estaba más entero que cuando toque las 50 horas. La preparación era diferente, pero tenían miedo que me pase algo y terminamos en 106 horas”, cuenta Terraza a ADNSUR.
Guillermo por estos días está radicado en Italia, aquel país al que emigró a principio de 2000 y del que nunca más se fue. Por supuesto, el vínculo con la música continúa vigente, pero admite que hoy su principal actividad es la comida natural, a través de “Legùmani Traditional Food Alternative”, un emprendimiento que “fue creado para promover una alternativa de alimentación saludable, sin perder la emoción de la tradición para aquellos que quieren preservar su salud o tienen necesidades dietéticas específicas o intolerancias alimentarias”.
Es que como dice, más allá de la música en su familia también mamó de chico el amor por la cocina, y aún recuerda esos largos viajes en tren por las giras en las que participaba su viejo: Héctor del Valle, un cantante de tango que anduvo por Argentina, en Chile, Colombia, Uruguay, entre otros países.
UNA VIDA NOMADE
Guillermo a la distancia admite que tuvo una vida nómade en su infancia y adolescencia. Nació en Comodoro, la ciudad donde su padre, de gira, conoció a su madre, en un baile donde también tocaba su abuelo Baldomero Terraza, pero se crió en San Carlos de Bariloche, Confluencia (Neuquén), entre otras ciudades.
Es que a los 12 años dejó la ciudad de la nieve para girar con su familia, conociendo nuevos lugares, personas y recetas. Así creció Guillermo, quien nunca perdió contacto con la ciudad en que nació y donde selló su amor por la música, tal como recuerda. “Veníamos a Comodoro prácticamente todos los años. Mi abuelo era mi incentivo en cuanto a la parte musical. Llegaba y me encontraba todos estos instrumentos en la academia que tenía en Kilómetro 5. Me acuerdo que dormía la siesta y escuchaba las clases que daba mi abuelo. Toda esta historia fue un gran incentivo”.
Para Guillermo, Baldomero, su abuelo, el profesor de música que tuvo una de las primeras orquestas infantiles de la Patagonia, fue su referente musical junto a su padre. Por eso, cuando decidió iniciar su carrera eligió su apellido para acompañarlo, y así, nació “Guillermo Terraza”.
SU VÍNCULO CON LA CIUDAD.
Como su padre, el guitarrista siempre fue nómade. Por eso, antes de venir a Comodoro, ya de grande, vivió en Japón, donde aprendió los secretos de la fermentación. También en San Martín de los Andes, donde además de la música se abocó a la piscicultura, con un ahumadero de truchas en un terreno que compró en lago Lolog, a 10 kilómetros de la ciudad.
Fue en un invierno en ese lugar, cuando su padre lo invitó a venir a pasar la temporada de frío en Comodoro. En una tanguería de la ciudad se había enfermado el guitarrista y pensó en Guillermo para reemplazarlo. Así, Terraza vino a la ciudad en la cual pasaba las Navidades y se quedó un año, haciendo su primera experiencia musical en el pueblo. Luego volvió a San Martín, y cuatro años después, regresó a Comodoro, a vivir.
Como buen músico, acostumbrado a las giras, su estadía fue intermitente. Estuvo un año y medio en Puerto Madryn y de vez en cuando se iba por trabajo a Buenos Aires. También pasaba mucho tiempo en la ciudad. Pero todo cambió cuando su papá enfermó y decidió quedarse a su lado.
Cuenta Guillermo, que en esas noches junto a su padre comenzó a gestarse la idea de participar en los récords Guinness. “Cuando empecé a planificar el Guinness mi viejo ya estaba con su principio de la enfermedad y fue un poco que descubrimos juntos ese récord. Me acuerdo, fue así, riéndonos, porque yo iba al hospital o le tocaba el tiempo de cura en casa y empezamos a hacer este proyecto, pero casi de casualidad. Entonces cuando falleció dije lo voy a hacer como una especie de homenaje artístico”.
Así, el 26 de noviembre de 2000, Guillermo Terraza se quedó con el récords Guinness por tocar la guitarra durante 36 horas en forma ininterrumpida.
El evento se realizó en el Club Huergo, con músicos invitados y artistas invitados, y Terraza asegura que fue una de las experiencias más duras de su vida. “No tenía experiencia, fue un trabajo enorme, me acuerdo que mis primos me pinchaban con agujas las gambas para que no me duerma, pero siempre tuve esa cosas de querer superar los miedos. Esas cosas que había más allá y yo no quería atravesarlas. Y lo pude lograr”.
Pero la vida de nómade le tenía otros desafíos a Guillermo. Así, poco tiempo después de haber logrado el récords, El Camaruco lo invitó a que organice la parte musical de una gira por Europa, con un quinteto que acompañaba al ballet. Y así, comenzó a cambiar su suerte.
Es que en Italia, Guillermo fue contratado como profesor de música del Convitto Nazionale Di Teramo, y decidió radicarse en ese país junto a sus tres hijos, para dedicarse de lleno a la música.
“En esos primeros años trabajé haciendo giras en Italia, parte de España y Francia con la guitarra. Traía artistas de Comodoro y hacíamos 50 o 60 conciertos en el año, y paralelamente me puse a estudiar el tema de la nutrición hasta que logre tener mi título”, recuerda.
Así, entre música y cocina, Terraza hizo su vida en Europa, pero nunca dejó el Guinness, y el 1 de mayo de 2002, en Teramo, intentó batir su propio récord, y alcanzar las 40 horas tocando.
El desafío fue televisado por la RAI, y Guillermo lo logró.
Pero eso fue todo. Tres años después, en enero de 2005, fue por las 42 horas, otra vez en Italia, pero esta vez en Nápoles, la tierra de Diego Maradona.
En total 3 veces Terraza batió su propio récords Guinness en Italia. La cuarta fue en 2008 cuando superó las 50 horas, y la quinta en Comodoro Rivadavia, en 2010, cuando superó las 100 horas en un megaevento que se realizó en el predio de La Fábrica.
Pero para él no se trataba solo de recuperar el récord que le había arrebatado un hindú, sino también una cuestión de autosuperación, y demostrarle al mundo que se pueden hacer grandes cosas sin utilizar drogas, ya que por esos días, como dice, muchos muchos preguntaban si se drogaba.
"Muchos decían cómo era posible. Esa mentalidad que no se puede lograr un objetivo si vos no estas de manera natural, pero para mi era demostrar a aquellas personas que no creen que pueden lograrse cosas sin necesidad de drogarse, tomar pastillas, y solo con pasión", dice a la distancia.
Finalmente Guillermo se quedó con el récord de 106 horas y la satisfacción de haber logrado una empresa tan grande, algo que no le quitaba nadie.
MANTENER SU ESENCIA
Hace unos años a Guillermo Terraza le habían propuesto volver a superar el récord, y esta vez alcanzar las 220 horas en el NAMM de Los Ángeles. Admite que lo pensó pero no quiso avanzar en la idea, pese a que hoy tiene más experiencia para hacerlo y también más energía.
Es que en los últimos años Guillermo volcó su vida al ejercicio y la comida saludable. Dejó de lado las exigencias que uno mismo se impone y se dedica a ser feliz y hacer lo que siente.
Así, por estos días ya no enseña guitarra. Solo corre, nada habitualmente, y se dedica de lleno a la creación de nuevas recetas en el laboratorio que tiene en su casa campo a 20 minutos de Pescara, allí donde suele llegar gente a realizar degustaciones y escuchar un poco de música argentina.
Así pasa sus días, descubriendo y componiendo, quizás a las dos de la tarde o a las 5 de la mañana, cuando un despertar trae una nueva idea o una melodía que lleva enseguida a la práctica para no olvidar.
En tiempos de pandemia dice que espera pronto poder volver a los escenarios. Pero tal como dice “es lo nos toca vivir en una época donde uno cada paso que da tiene que tener la capacidad de seguir avanzando, pero pensando muy bien las decisiones que tomás”.
“En mi caso sigo en contacto muy estrecho con mi yo interior, mi espíritu, mi alma, porque todo lo que hago lo hago a partir de la sensibilidad de las cosas que siento, pero estoy concentrado en todo lo que te pueda llegar un beneficio a la calidad de vida y en no perder mi esencia; porque mis raíces no las voy a perder nunca”, sentencia, el músico que se animó a batir sus propios récords, tal como algún día pensó junto a su padre.