Nelson Salazar nació, creció y vive en un pueblo patagónico que tiene una belleza encantadora. La pandemia despertó las ganas de "desempolvar" esa cámara de fotos que tenía guardada y decidió retratar todos los rincones de Villa Llanquín. Sin buscarlo ni entenderlo, sus imágenes comenzaron a viralizarse en Instagram y todos querían saber dónde quedaba ese mágico lugar. Fue así que su pueblo, de tan solo 350 habitantes se hizo famoso con el correr de los meses y ahora no deja de recibir turistas los fines de semana, incluso en temporada alta hay filas para poder entrar. 

Trabaja como mozo, tiene 32 años y aseguró - en diálogo con ADNSUR - que hoy sueña con viajar por el mundo para retratar paisajes. Esto era algo impensado tal vez hace poco tiempo, ya que afirma que para un chico criado en la tranquilidad de un pueblo tan chico no es fácil "abrir las alas". La vida de él y todos sus vecinos comenzó a cambiar hace al menos dos años, cuando las fotos que comenzó a publicar en redes sociales tuvieron un alcance impensado y fueron cada vez más las personas que querían conocer su lugar, que se volvió en un nuevo atractivo turístico.

"Este es un lugar bastante pintoresco, eso también es como que me facilita a la hora de hacer fotos", pero acá cada estación tiene su magia, la primavera es muy linda porque empieza todo a brotar de nuevo, después lo que es el verano es un lugar hermoso", reconoce. Y afirma que el verano es la estación para los numerosos visitantes que llegan ahora "es muy elegido por los turistas, ahora último viene muchísimo más que cuando se hizo más conocido y se empezaron a compartir las imágenes en las redes, fue como generó mucha curiosidad".

La "explosión" de turistas en el pueblo fue inesperada, y fue durante la pandemia que todo comenzó. "Andaba un día sacando fotos y yo siempre dejo mi celular en modo avión y de golpe tenía un montón de llamadas. Me estaban buscando por todos lados porque se han viralizado las fotos. Eso fue re loco hasta el día de hoy es como que no caigo no me acostumbro a todo lo que pasa. Siempre me gustó la fotografía nunca hice curso, nada todo lo fui aprendiendo de a poco. La cámara la había comprado en el 2017 y al no poder usarla porque no la entendía, me frustraba, entonces la guardé por mucho tiempo", contó. Quedó guardada, casi olvidada pero llegó la pandemia y todo cambió. 

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Del Instagram de _nelson_salazar

"Acá tenía la libertad de cambio tenía la libertad de  irme a la montaña, al cerrito más cercano, a la costa del río. Y fue ahí viendo todos los paisajes que dije saco la cámara del bolso del estuche y le empiezo a meter pila".  Y desde entonces no paró, se abrió una cuenta de Instagram, fue viendo tutoriales y comenzó a publicar fotos con la única intención de mostrar su pueblo, sin saber lo que vendría.

EL "BOOM" DE TURISTAS Y LARGAS FILAS PARA ENTRAR AL PUEBLO

Las coloridas flores, los árboles, las montañas, el río, la tranquilidad que permite escuchar cada sonido, el cielo libre contaminación que deja apreciar las nubes y cada estrellas, plasmadas en las fotos de Nelson cautivaron a todos. Y con el paso de los días, donde cada vez había más seguidores en la cuenta de Instagram, se iban sumando las consultas cerca de dónde quedaba este lugar salido como de un libro de cuentos.

Llanquín, que cuenta con solo algunas calles (todas de tierra), pocas casas y pocos locales, no era un lugar turístico, no había prácticamente demanda de alquiler. 

"De golpe cuando fue todo este boom es como que todos querían venir, primero los fines de semana y ahora en verano se llena, y yo todavía no lo puedo creer. A la noche si salía en verano a darte una vueltita te cruzás a gente que está en la plaza, gente caminando gente en el puente, esto no pasaba antes". 

Pero esto además le dio trabajo a la gente de su pueblo y una gran oportunidad a todos. "Hoy muchos tienen emprendimientos familiares relacionados al hospedaje,  servicio así de gastronomía y hay muchos lugares para visitar". Incluso Nelson y su familia tienen un patio cervecero que abre en las temporadas de verano.

Al rinconcito de estepa, surcado por el agua turquesa, cada verano expande su aroma a lilas, violetas, lupinos y los campos de lavandas. Ubicado a 35 kilómetros de Bariloche y a 20 kilómetros de Dina Huapi, en Río Negro, solo se puede ingresar a través de la balsa Maroma, ubicada en el margen del río Limay, y el puente colgante sobre el agua cristalina.

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Del Instagram de _nelson_salazar

La balsa tiene sus horarios para hacer el cruce y va rotando en lo que es la temporada de verano, solamente en el auto puede cruzar la persona el conductor y los acompañantes deben pasar caminando por el puente en pocos minutos. Pero eso también genera otro atractivo "siempre está la foto, la selfie, el vídeo". En el puente ahora se hacen filas larguísimas de turistas, incluso hay fines de semana donde la gente no llega a cruzar "hay cuadras hacia arriba de autos para cruzar y la balsa cruza de dos o tres autos , a veces muchísima la demanda".

Tiene una escuela primaria, una sociedad de fomento, un hotel, una sala de primeros auxilios, un destacamento policial y unas pocas cabañas de pescadores. "El pueblo no cuenta con un hospital entonces la mayoría de todas las personas no nacimos acá", afirma el joven nacido, como la mayoría de los pobladores de Villa Llanquín, en Bariloche.  No hay superme

rcado, ni cajero automático. Llegar allí es desconectarse por completo, ya que incluso tienen señal de celular hace poco menos de dos años, y hace un par más que si cuentan con internet satelital.

UN RINCÓN DE LA PATAGONIA AL MUNDO 

Nelson no solo se convirtió en un intermediario de su pueblo y gente de todo el mundo a través de sus fotografías, sino que incluso hay quienes se contactan con él por redes sociales como si fuera casi un guía de turismo de Villa Llanquín. 

"Hay una demanda muy grande, porque también mi número de teléfono se volvió muy conocido, me llegan muchos mensajes pidiéndome información de distintos lugares, las distintas opciones que hay y siempre me encuentro con lo mismo, con que la gente ya no quiere ir a Bariloche porque salen del caos, por ejemplo, de Buenos Aires para meterse en el caos de Bariloche. En el verano te vas a la costa del Gutiérrez o del Nahuel Huapi y está desbordado, con Villa La Angostura pasa lo mismo. La gente por ahí busca algo más tranqui, no gastar tanto dinero, y acá tenés hospedaje y después solo mucha naturaleza para disfrutar".

Aunque Nelson no terminar, al parecer, de dimensionar el impacto que tienen sus publicaciones, admite que la posibilidad de mostrar su pueblo lo hace muy feliz "pero también a la vez es como una gran responsabilidad esto de también el cuidado del lugar. Yo siempre presto mucha atención y siempre recomiendo y doy consejos de que hay que cuidar la naturaleza, cuidar el pueblo que tenemos, valorarlo tanto la gente que es de acá como el turista hay muchos crianceros, así que tienen sus animales en el pueblo, vas a encontrar con chivos, gallinas todo muy natural, es un pueblo donde los niños juegan en la calle".

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Del Instagram de _nelson_salazar

El impacto que tienen las fotos de este joven de 32 años que trabaja como mozo en un salón de eventos de su pueblo, lo ha llevado a dar un giro en su vida y replantearse cómo serán los próximos años. Si bien no se dedica profesionalmente a la fotografía, sus publicaciones en Instagram suman cada vez más seguidores, lo que ha provocado que lo tome cada vez con más "seriedad", por lo que ha comenzado a tener trabajo con la venta de imágenes y colaboración con algunas marcas.

“Se dio así de golpe todo y terminé como fotógrafo, para mí es una locura no lo podía creer cuando me llegaban comentarios mensajes privados todos los días diciéndome que estaban esperando que publicara mis fotos, me llegan mensajes de gente contándome la sensación que les generó,  cómo impactó, de cómo lo llevó a su infancia y yo no lo puedo creer, es increíble como lo uno hace como puede impactar en el otro”, reflexiona.

Ahora Nelson está enfocado en seguir haciendo crecer su cuenta de Instagram, que fue donde todo comenzó, esperando nuevas oportunidades para poder viajar por el mundo tomando fotografías de los paisajes. "En algún momento voy a tener que abrir las alas, a mí me gusta mucho lo que es la vida acá en el campo, tranquila, no tiene tanta locura de la ciudad, donde siempre tenés que estar atento a todo, donde hoy en día la inseguridad está en todos lados, pero bueno, si quiero avanzar tengo que seguir adelante. Esto comenzó como un hobby pero hoy se ha convertido en un trabajo más para mí, estoy en este cambio de tomármelo más en serio", aseguró.
 

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