En la historia va a quedar registrado que la primera botella de vino Made In Comodoro se vendió a 4,000 pesos, unos 40 dólares en tiempos de inflación y dólar alto. Para entenderlo basta decir que en 2019 la moneda norteamericana promediaba los $57,59. 

La historia también dirá que quien compró la botella tuvo que insistir bastante para obtenerla, ya que a Marcelo Urrutía (54), uno de los tres vecinos que participó de la primera prueba piloto de elaboración de vinos que se hizo en la ciudad, le recomendaron que no venda, en virtud que en esta primera experiencia solo se elaboraron algunas botellas que marcan el inicio de un camino auspicioso y motivador.

Lo cierto es que este 2021, el año posterior a la pandemia Covid - 19 que nos tuvo a todos encerrados y preocupados, quedará marcado también como el año en que Comodoro, aquella ciudad donde se descubrió el petróleo en 1907, elaboró sus primeros vinos con uvas plantadas en distintos rincones de la ciudad.

Marcelo Urrutia quedará marcado en la historia como el productor que vendió la primera botella de vino elaborado con uvas de Comodoro Rivadavia.

DE BANQUERO A LOS VIÑEDOS

Lo más interesante de esta propuesta es que cuando se piensa en vinos, generalmente se piensa en grandes plantaciones cosechadas en enormes porciones de tierra. Sin embargo, esta experiencia está lejos de ser así. Las uvas fueron cosechadas en pequeñas quintas ubicadas en los barrios Laprida, Jorge Newbery y el Cordón Forestal, allí donde Marcelo Urrutia tiene su plantación.

Precisamente, este hombre que dedicó su vida a la actividad bancaria y que se jubiló con solo 48 años, gracias al regimen 25 inviernos que beneficiaba a los trabajadores de tierras fueguinas, quedará marcado en está experiencia como el mayor productor que participó de la prueba piloto. Pero también como el hombre que trasladó el cargamento de uvas a El Hoyo y participó de todo el proceso de elaboración en la bodega de Oscar Ayestarán; un abogado de Comodoro Rivadavia que hace un par de años invirtió en la cordillera e inició su propio emprendimiento de vinos, obteniendo medallas internacionales.

Nacido en Gaiman, pero criado desde los 4 años en Comodoro Rivadavia, Urrutia trabaja hace años en un pequeño predio que tiene en el Cordón Forestal. El mismo fue adquirido hace más de 30 décadas por su madre, cuando la soledad se hacía sentir mucho más que ahora en la zona. 

Por ese entonces, él estaba viviendo en Tierra del Fuego, la provincia a la que se fue cuando tenía solo 15 años, y donde encontró su primer y único trabajo: el Banco de Tierra del Fuego. 

Su vida era estable en la tierra del fin del mundo. Estaba jubilado, tenía sus hijos y un buen pasar económico, pero un día, hace tres años, su madre enviudó, y él decidió venir a acompañar “a su viejita”, sin imaginar que en la tierra del petróleo iba a encontrar un hobby, que hoy lo lleva a participar de esta experiencia.

EL RECUERDO DE LA PRIMERA EXPERIENCIA

A la distancia Marcelo recuerda que le llevó mucho trabajo reacondicionar el lugar donde su mamá y su marido habían plantado árboles de todo tipo, entre ellas uvas que cosechaban cada año para el consumo propio. Pero todo comenzó a cambiar una mañana, en que escuchó en la radio una entrevista a Dario Gonzálo Maldonado, el etnólogo que hizo posible la elaboración de vinos en Chubut.

“Estaba escuchando una FM y lo llamé enseguida. Fue en enero de este año y hace poco me contactó con Comodoro Conocimiento y salió un día la posibilidad de hacer vino de acá, e hicimos la prueba piloto”, cuenta, Urrutía quien admite que fue González Maldonado quien le dio el empuje más grande para animarse a elaborar vinos, además de la Agencia Comodoro Conocimiento donde siempre encontró buena predisposición para participar de capacitaciones. 

Este mes se realizó la presentación de los vinos de Comodoro, una actividad que se puede potenciar a futuro.

LA PRIMERA VENDIMIA

El 28 de marzo de este año se hizo la primera vendimia de Comodoro Rivadavia en las instalaciones de la Agencia Comodoro Conocimiento. Allí estuvieron presentes las tres familias de la ciudad que participaron de la experiencia: Urrutia, Aldo Boscaro y su esposa Sandra Sánchez, y la familia de Leandro Velázquez. 

Cada uno llevó parte de su cosecha y se hizo el desgrane de la parra. Una vez que terminó esa tarea se eligió la fruta de mayor calidad y se la trasladó hacía El Hoyo. 

Urrutia se ofreció para hacer el viaje. Fue una travesía de casi siete horas, cuidando el tesoro más preciado.

En la bodega de Ayestarán, lo estaba esperando González Maldonado, quien comprobó el estado de la fruta y comenzó el proceso de elaboración final. Así, Marcelo pudo participar de todo el proceso, algo que lo enorgullece. 

“Fue una experiencia única, como un sueño. Tuve la posibilidad de participar de todo el proceso, desde desgranarlo acá en Comodoro, ponerlo en la prensa en la bodega, ponerlo en la barrica, todo… es un sueño, estoy muy agradecido a todos los que ayudaron”, dice sin olvidarse de Marcelo Pulgar, y su hijo.

VINO DEL BARRIO JORGE NEWBERY

Lo lindo de esta historia es que no se trata de grandes productores, sino vecinos de diferentes barrios que suenan a través de sus pequeñas quintas. Por ejemplo, Leandro Velázquez, tiene su plantación en el barrio Jorge Newbery y llevó 80 kilos de uva, quedando un total 40 kilos en la selección de calidad. 

Según contó Lucia, su hija, su padre hace 40 años plantó dos tipos uvas carillas blancas carignan o criollas traídas de Chile. Los primeros las uvas se utilizaron para consumo personal, pero hace dos décadas, en su propia casa, Leandro comenzó a preparar vino patero.

Este año, al saber de la prueba piloto que se iba a realizar decidieron participar y mandaron toda la cosecha.

En su caso, la familia Velázquez decidió estacionar el vino por un tiempo, y sueñan con más, ya que su esperanza es poder tener un lote en km17 para poder llevar a cabo la plantación de uvas y tener su viñedo para comercializar vino patero y vino blanco en un futuro.

Leandro Velázquez junto a su familia fue otro de los vecinos que participó de esta primera experiencia.

LOS VINOS DE LAPRIDA

Diferente es la historia de Aldo Boscaro (52) y Sandra Sánchez. Ellos viven en Laprida, sobre la calle Honduras, en la misma casa en la que Aldo creció y tiene su quinta. En su caso trabaja en una compañía petrolera como administrativo, mientras que esposa es productora, tallerista y coordinadora de elaboración de Comodoro Conocimiento. Precisamente fue ella quien le comentó de la prueba piloto y a pesar que en un principio era medio reacio a participar lo terminó haciendo, y fue el único vecino que llevó uvas negras.

Aldo se define como un vecino y esquiva el término productor. Cuenta que su viejo, un italiano que llegó a Comodoro en el 48, plantó las uvas cuando él era chico, y hoy sigue su legado, cuidando los almendros, Nogales, Cerezas, Damasco y otros árboles que él también ha sembrado.

En su caso, por la cantidad de uvas que llevó, pudo elaborar seis botellas de vino tinto, casi rosáceo, y ahora quiere ir por más, plantar más uvas y apostar a una producción local. “Quiero hacerlo localmente. Estoy averiguando en elementos para poder realizar el vino localmente. Mi idea y mi sueño es hacer eso y tener un emprendimiento más para acompañar a mi señora, porque ella es la emprendedora, la productora con Dulces Sazón”, dice con orgullo.

Aldo Boscaro de Laprida también participó de esta primera experiencia, en su caso con uvas tintas.

VIÑEDOS URBANOS 

Pero más allá de los vecinos, la responsable de todo este proyecto es la Agencia Comodoro Conocimiento y Darío González Maldonado, el etnólogo que llegó a Chubut para encarar la bodega de “Patagonia Wines” en 1999.

Según contó, el proyecto se enmarca en la necesidad de cambiar la idea que hay de los viñedos “como algo ajeno, inalcanzable o como una excentricidad del millonario”, y demostrar que es posible tener viñedos urbanos o traspatios en un predio de 350 metros cuadrados con 200 plantas.

Bajo esa premisa, nació el proyecto de elaboración de vinos, gracias también al contacto con la agencia municipal y sus primeras incursiones en la ciudad, cuando comenzó asesorar a un vecino de la ciudad que trabaja en lo que sería la primera bodega de la ciudad.

Según contó, luego de un taller que organizaron en conjunto para otros productores, con apoyo del Gobierno provincial, González Maldonado se puso en contacto con la agencia municipal y surgió la posibilidad de hacer la prueba piloto, trabajando en dos aspectos: por un lado, poner en valor las parras antiguas de uva criolla y por otro poner en pie uvas finas francesas y alemanas. 

El etnólogo segura que esto es solo “la punta de lanza del desarrollo vitivinícola” que crece a pasos firmes en la ciudad, y lo dice con orgullo. “Esta prueba piloto permitió elaborar los primeros vinos con uvas criollas. Después viene la parte de la plantación de otro tipo de uvas, francesas o alemanas, porque vos podés vivir en pleno centro de Comodoro, pero si tenés un patio grande, permutas el césped por un viñedo. Ahora hay siete productores que los que estoy asesorando vía virtual y con visitas a las chacras. Son viñedos nuevitos que en tres años tendrán su primera producción. Pero lo bueno es que la gente se empezó a prender en este nuevo concepto y actualmente en la comarca andina hay 60 productores y se incorporó la viticultura como algo propio del lugar, y se comenzó a extender a otras zonas”, dice con orgullo, este etnólogo que logró instalar el vino en Chubut y diversificarse a distintas ciudades, donde era impensado apuntar a este tipo de producción.   

Los viñedos de Comodoro ya son una realidad.
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