“Es una locura poder hacer todo esto con los chicos”, dice Leandro Coyopae, mientras mira el aerogenerador que los estudiantes construyeron en el patio del Colegio Deán Funes. Se trata de una práctica profesionalizante que los alumnos de 7mo año realizaron como parte de su formación, un proyecto que les permite llevarse conocimiento de por vida para volcarlo en la vida laboral o familiar.

Por estos días, se está culminando la instalación del sistema para comenzar a consumir la energía que generó el aerogenerador en sus primeros días de funcionamiento. Es un paso clave para que la rueda termine de girar en este proyecto que apunta bien alto. 

“Las baterías están cargadas y esta semana hacen la instalación para tener consumo, pero el proyecto hace varios años lo venimos pensando”, cuenta Coyopae a ADNSUR. “Era difícil poner en práctica el proyecto por una cuestión de costos y desconocimiento. Pero se empezó a gestionar, a pensar y a principio de año se les ofreció a los chicos la posibilidad de empezar a desarrollarlo”.

El proyecto estuvo a cargo de Daniel Biñckoski “el Pichu”, profesor de Prácticas Profesionalizantes que orientó a los estudiantes en todo proceso. En total fueron 14 alumnos, divididos en dos grupos, quienes durante seis meses llevaron adelante el proyecto. 

La iniciativa contó con el apoyo de la Inspectoria Salesiana y la Sociedad Cooperativa Popular Limitada, a través de Ezequiel Suazo, su gerente y ex alumno de la institución. La Inspectoría brindó apoyo económico y contacto al colegio con la Fundación 500Rpm, una organización sin fines de lucro dedicada a la transferencia tecnológica del aerogenerador de autoconstrucción más utilizado del mundo: el diseño Piggott. Mientras que la entidad prestadora del servicio eléctrico en Comodoro Rivadavia, donó baterías, un inversor y un regulador para el panel solar que se instalará en la segunda etapa del proyecto. 

Así, a principio de año, cuatro docentes de Comodoro, Sergio Guaymas y Ezequiel Barceló, en representación del Deán Funes, y Carlos Burgos y Pablo Albarracin, en representación del colegio San Domingo Savio, se capacitaron en Buenos Aires para llevar adelante el proyecto para el posterior armado. 

El aerogenerador permitirá abastecer de energía a dos aulas y el pañol. Foto: ADNSUR.

En total fueron seis meses de trabajo y tres días de instalación, largas jornada de tarea, donde los chicos se pusieron el objetivo al hombro para poder montar la torre de 14 metros que sostiene el aerogenerador. 

“Sin ellos y su predisposición esto no se hubiese podido hacer”, dice Coyopae sin dudar. "Estuvieron de ocho de la mañana a cinco de la tarde, los tres días y fue un trabajo bastante arduo. Apuntamos a la sostenibilidad energética, a poder generar corriente de la mano del medioambiente y de modo autónomo para poder alimentar, en principio, dos aulas y el sector del pañol. También tenemos un panel solar, pero todavía no está conectado”. 

El proyecto tiene dos patas, explica el docente. Por un lado, la generación de energía para el autoabastecimiento del colegio, y por el otro, la acumulación de energía para su inyección al sistema eléctrico nacional.

“Ese es el sueño”, asegura Coyopae. “Abastecer a la red, pero es algo bastante grande. Para hacerlo deberíamos generar casi lo mismo de lo que estamos consumiendo porque, pensando en el taller tenemos consumos abismales con máquinas de herramientas y demás, pero pensando en el edificio no tenemos tanto consumo, entonces se puede llegar a pensar en un futuro en ampliarnos. Es a pasos chiquitos, pero de a poquito se va haciendo realidad el sueño”, dice con orgullo el preceptor, quien también es ex alumno y trabaja en máquinas térmicas y elementos mecánicos en el taller.

El pequeño aerogenerador y su sello de calidad: Colegio Deán Funes. Foto: ADNSUR.

UN APRENDIZAJE PARA TODA LA VIDA

Leandro Torres, Simón Sendra, Laurato Maldonado y Diego Viltes son algunos de los catorce estudiantes que participaron de la iniciativa. Los chicos están contentos y orgullosos por el trabajo, principalmente porque saben todo el esfuerzo que llevó: desde el montaje de la torre, construyendo las bases y haciendo los cálculos para su sostenimiento mediante tensores, hasta el sistema de cableado que va desde el aerogenerador hasta el equipo de baterías que se encuentra en el taller, donde se realiza la conversión de 24 voltios a 220 voltios. 

“Lo que hicimos primero fue hacer una inspección de las aulas, los lugares que teníamos que autoabastecer y en base a eso fuimos investigando sobre las energías renovables”. cuenta Maldonado sobre el trabajo. “Lo bueno fue que pudimos aprender, porque no teníamos mucho conocimiento, pero fue lindo aprender que se puede abastecer un lugar con energía renovable”, agrega Sendra.

“Es un poco casero el aerogenerador porque las aspas y la cola son de madera, tiene un total de 8 bobinas y 10 imanes. Y al momento que gira generan un campo magnético porque las bobinas y los imanes se van cruzando y generan corriente. Así funciona”, explica Vilchez.

“La torre tiene 14 metros de altura”, suma Leandro y explica que para hacerla se utilizaron caños tubing y se montaron sobre estructura de cemento. Previo a colocarse, las aspas y la cola se balancearon, y le agregaron cinta de aluminio para cubrir el borde de ataque de cada aspa. Así, una vez que se probó el sistema subió. 

De la instalación participó un equipo de Rpm500 y se pensó en todo, incluso un sistema de mantenimiento. Sí, el molino tiene un sistema de poleas que se puede enganchar con una camioneta para bajarlo a un caballete y trabajar sobre él. Además, tiene la posibilidad de ser frenado y un sistema de seguridad eléctrica que permite evitar cualquier inconveniente, incluso una resistencia que libera calor en caso que haya una sobrecarga, explica Sendra.

Los estudiantes junto al sistema que permite convertir y regular el funcionamiento del aerogenerador. Foto: ADNSUR.

ACOMPAÑAR EL TRABAJO

Suazo (33), ex alumno de la institución, egresado en 2008, está orgulloso de este proyecto que lleva adelante el colegio. El gerente de la SCPL, se enteró de la iniciativa a través de un grupo de Facebook de ex alumnos y no dudó en colaborar, más aún, sabiendo que en este contexto actual que vive el mundo, la entidad prestadora del servicio debe profundizar el trabajo en energías renovables.  

“Queríamos colaborar porque es una línea que vamos a empezar a trabajar en la Cooperativa”, comenta Suazo al respecto. “Si bien aún no tenemos una gran demanda de usuarios que tengan autogeneración, sí creemos que con los nuevos precios de energía va a ser más rentable o se va a amortizar en menor tiempo una inversión de generación propia. Entonces estos proyectos van a ser más comunes. Por eso queremos acompañar a esa demanda y que tengamos técnicos o profesionales que sepan de la materia y que se cumplan los requisitos técnicos que permitan que no haya problema con la red de distribución”.

En una primera etapa, el trabajo de la entidad apunta precisamente al control de la instalación de este tipo de equipamientos. Suazo lo explica: “Queremos que aquellas personas que se vuelquen a tener equipos de generación distribuida tengan equipos que cumplan ciertas especificaciones técnicas de manera que no afecten la red de distribución, porque estamos viendo que en otros lugares del mundo el volumen de gente que se está volcando a la generación de energía distribuida está ocasionando ciertos problemas, porque se produce sobre tensión en las mismas redes. Entonces, hay que ir planificando e ir acompañando este crecimiento de la demanda para que no genere perturbaciones en la red”, explica en ese sentido.

La SCPL, a través de su gerente, Ezequiel Suazo, aportó parte del equipamiento para llevar adelante el proyecto. Foto: SCPL.

PENSAR EN VERDE

Lo cierto es que los estudiantes ya comenzaron con la segunda etapa del proyecto, la instalación de un panel solar. Para hacerlo, primero acondicionan el lugar donde se va a instalar, colocando barandas sobre el techo del aula. Luego llegará el momento de instalar una escalera y habilitar finalmente el panel. 

Se trata de todo un trabajo colaborativo, insiste Coyopae, una tarea donde trabajaron muchas personas, inclusive desde el anonimato. “El detrás de escena a veces no se ve, pero son esas pequeñas cosas que van sumando. Somos una escuela con mucho sentido de pertenencia y participó desde la gente de mantenimiento, el profe de carpintería, hasta todo aquel que podía dar una mano. La verdad que con estas cosas los docentes no dejamos de aprender, y aprendemos con ellos, porque los chicos tienen una forma de ver las situaciones mucho más fáciles de lo que vemos los adultos y la verdad es que es algo de destacar: las ganas y el impulso que le ponen a las cosas”.

Por supuesto, todos están ansiosos de ver los resultados del proyecto, avanzar en la segunda etapa y, por qué no, que el Colegio siga pensando en verde, un primer paso en un camino que se debe ir profundizando, aprovechando las bondades del viento y la misma energía que la naturaleza da.

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