Desde el exterior parecen dos tiendas espejadas. La estructura es la misma, el rubro también y solo el color las hace diferentes, aunque la elección combina. Costa Grande y Costa Azul son un clásico de Comodoro, esos comercios por donde todos pasamos alguna vez y que son una referencia en su rubro. Ubicados en el corazón del centro, forman parte de la historia de la ciudad, aunque pocos conocen su origen. 

El último domingo, te contamos la historia de Costa Azul, la tienda de telas que refleja parte de la historia migratoria y comercial de la ciudad, y ahora completamos el capítulo con Costa Grande, una crónica que nos permitirá saber más sobre el comercio que de alguna forma dio origen a ambas firmas: la recordada La Costa Sud, que funcionaba frente al Cine Coliseo.

Jaime Silberberg recuerda todo con lujo de detalle. El dueño de Costa Grande prácticamente se crió en el comercio que trabajó su padre junto a Mekler, en una época en la que era todo distinto. 

“Yo andaba saltando arriba del mostrador”, dice cuando comienza a contar la historia. Son las dos de la tarde de un miércoles y el local todavía está cerrado. En una hora abrirá sus puertas. Adentro hay telas, cientos de telas, entre otros productos que invitan a volver al pasado, pero para entender la historia hay que ir al principio.

Costa Grande y Costa Azul, dos iconos del comercio de Comodoro. Foto: Fredi Carrera.
Costa Grande y Costa Azul, dos iconos del comercio de Comodoro. Foto: Fredi Carrera.

De Europa a la Patagonia

León Silberberg nació en Polonia, en un pueblito cercano a Varsovia. Al igual que Mekler, su socio y amigo, emigró de su país por las consecuencias de la guerra. Era 1932, cuando dejó sus pagos. El puerto de Buenos Aires fue su primer destino y enseguida vino a Comodoro, la ciudad donde estaba Jacobo Zielonka, su tío.

Zielonka por ese entonces ya tenía La Costa Sud, que funcionaba frente a lo que hoy es el Cine Coliseo. Jaime lo cuenta. “Cuando mi padre llegó, en el 32, Zielonka ya tenía el negocio. Pero no fue venir y trabajar enseguida adentro. Le dijo, ‘mirá, vos no conocés esto, así que acá tenés una valija con cortes de tela, salí a vender por los barrios’”. 

Así comenzó la historia de Silberberg en Comodoro. Durante uno o dos años vendió telas por las calles, hasta que finalmente comenzó a trabajar en el comercio. 

En 1938, cuando Mekler migró a Comodoro, ambos comenzaron a trabajar juntos en el local, sin imaginar que casi 100 años después su historia, de alguna forma, iba a seguir conectada.

Cuenta Jaime que durante varios años trabajaron juntos, hasta que Zielonka, al ser una persona grande, les dijo que él se iba a ir a Buenos Aires y desde allí podía mandarles mercadería. La idea era buena. Ellos enviaban el dinero, Zielonka pagaba a los proveedores, enviaba la mercadería y la rueda seguía girando. 

Jaime recuerda esa época. “Con mi hermana prácticamente nos criamos en el negocio. Era el doble de esto, techo de chapa y piso de madera. Nosotros vivíamos atrás, entonces era algo corriente ir, porque teníamos una puerta atrás y entrábamos derecho. Es más, como nosotros vivíamos ahí, al mediodía estaba cerrado y venían a golpear la puerta de la casa para que mi viejo los atendiera”. 

Un archivo con historia, una factura de la década del 70 de La Costa Sud. Foto: ADNSUR.
Un archivo con historia, una factura de la década del 70 de La Costa Sud. Foto: ADNSUR.

Durante unos años, La Costa Sud funcionó de esa forma, hasta que Zielonka, por una cuestión de edad, dejó de comprar cosas en Buenos Aires y ellos comenzaron a manejarse por su cuenta.

Cuenta Jaime que cada seis meses ambos se alternaban para viajar y comprar mercadería. Por ese entonces, Silvio, su hermano, estudiaba para Contador en Capital Federal, y Marta, su hermana mayor, estaba con él y trabajaba en un comercio de ropa interior al que todavía le compra mercadería. Jaime por entonces ya se había incorporado al comercio, luego de haber hecho el servicio militar en Ushuaia, en los destacamentos de Prefectura. 

Precisamente fue en uno de esos viajes de Silberberg a Buenos Aires, en que aprovechaba a ver a sus hijos, en que todo cambió para la familia y, de alguna forma, comenzó a gestarse la historia de Costa Grande y Costa Azul. 

“En un viaje mis padres se fueron a Buenos Aires a comprar y él sufrió un ataque de presión”, recuerda Jaime. “Mi hermano le había comprado unos pasajes para que se vayan a Córdoba una semana, los iba a buscar un auto y los iban a llevar a conocer. Les había encantado la idea, pero un día mi padre salió a comprar, a la noche se comenzó a sentir mal y a la medianoche le dio un ataque de presión. Quedó postrado y no pudo volver a salir”.

Fueron épocas difíciles para la familia Silberberg. La incertidumbre reinaba y había que tomar decisiones. Jaime además iba a ser padre y quería seguir su propio camino.

“Me acuerdo que un día Feeney, me tenía acá un Almacén de Ramos Generales, me dice ‘tengo que dejar el local porque necesitamos más espacio, por los tarros de pintura, y en este local no tenemos sótano’. Yo le dije que no había problema y pensé ‘me abro un local local acá’. Llamé a mi mamá y le dije: ‘Papá no sé si va a volver. Mirta está por tener familia, voy a tener a mi hijo, necesito hacer mi vida porque no sé qué va a pasar conmigo’. Mi mamá me dijo ‘¿qué querés hacer?’ y yo le dije: mirá, mamá, yo conozco a los proveedores, porque muchas veces hablo con ellos, entonces quiero abrir el local y comenzar a pedir mercadería”.

Costa Grande abrió en 1978, en el mismo local que está ahora y es propiedad de Silberberg. Unos años antes, Mekler y su padre, habían comprado el edificio a medio construir a Ernaldo Crespo, un paisano que lo puso en venta porque se iba a Buenos Aires. Estaba el esqueleto y la empresa Fernández y Caminia lo terminó. Cuando llegó el momento de la división, que estuvo a cargo del agrimensor kindruck, a Silberberg le tocó el salón, un departamento atrás y otro arriba. Y a Mekler el salón de al lado, un departamento del frente y otro del contrafrente. Por supuesto, no imaginaban que luego esos locales iban a convertirse en dos tiendas individuales. 

Costa Grande y Costa Azul. Su identica fachada y el mismo rubro distinguen a estos dos comercios. Foto: ADNSUR.
Costa Grande y Costa Azul. Su identica fachada y el mismo rubro distinguen a estos dos comercios. Foto: ADNSUR.

UN COMERCIO CON SU PROPIA HISTORIA

“Cuando arranqué todo esto eran cajas vacías, pero cuando Costa Sud comenzó a cerrar, la gente comenzó a venir para acá y el negocio rápidamente se llenó de mercadería”, recuerda Jaime sobre sus inicios. “Los proveedores comenzaron a mandar y mandar, y así se fue haciendo”.

Durante unos años, Costa Grande estuvo solo, hasta que, en 1981, Mekler abrió Costa Azul. 

Al igual que su vecino, Silberberg admite que el negocio ha pasado todos los vaivenes de Argentina. “Nos pasó a nosotros y a mi vecino también. Hemos soportado todos los problemas que ha tenido este país. A mí, incluso, en un cambio de gobierno me costó una casa que había construido en el barrio Pueyrredón. La tuve que vender para mantener el negocio, porque los ladrillos no los vas a comer, pero el comercio te va a dar de comer y los ladrillos los podés hacer de vuelta con el negocio”. 

Jaime admite que le encanta estar en el comercio. Pasa la mayor parte del día adentro, atendiendo en el mostrador y en contacto con los proveedores. “Esto es mi pasión. A veces es mi pasión atender a la gente, y a veces es mi pasión atender a los proveedores. Uno trata de tenerlo surtido y que la gente pueda encontrar lo que necesita. Lo lindo es que va pasando de generación en generación. Muchas chicas vienen, dicen ‘mi mamá venía acá’ y me cuentan que falleció, pero la tienda le quedó impregnada en ellos, que vienen a buscar cosas porque saben que acá las puede encontrar”.

Telas de todo tipo se pueden encontrar en Costa Grande. Foto: Fredi Carrera.
Telas de todo tipo se pueden encontrar en Costa Grande. Foto: Fredi Carrera.

Costa Grande, sin duda, forma parte de la historia comercial de Comodoro. Es uno de esos locales que dejó su propia huella y que todos conocen, el lugar que, junto a Costa Azul, le da continuidad a La Costa Sud, aquel comercio que funcionó hace casi 100 años gracias a la vocación de un inmigrante polaco que supo cobijar a sus paisanos.

Ellos, por supuesto, lo supieron aprovechar, formando una historia comercial que continúa con las terceras generaciones. Sí, porque tanto los nietos de Mekler y Silberberg, trabajan en la atención de sus respectivos comercios, dando vida a estos locales que son parte de la historia viva de la ciudad. 

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