“Acá estamos, viviendo una nueva experiencia. No pensábamos tener otro niño, porque nuestro hijo era grande, pero bueno apareció esta bendición y fue un regalo de Dios”. Mientras habla Patricia Sepúlveda sonríe y mira a Bautista (10), su hijo menor. Sus ojos brillan y su sonrisa también, quizás porque mira cómo solo se mira a un hijo.

Este domingo, ella celebra su día junto a sus dos hijos, pero también junto a sus nietos, ya que hace un tiempo vive otro presente, conviviendo entre el volver a ser madre de un niño y abuela por partida doble.

Esta última semana, Patricia y José, su esposo, recibieron a ADNSUR en Kilómetro 5 y contaron parte de la aventura que significó volver a ser padres casi a los 50, cuando su primer hijo estaba transitando la adolescencia. Pero vamos al principio.

Patricia y José junto a Bautista.

Patricia y José son de Comodoro Rivadavia y se conocieron en un boliche que funcionaba en San Martín al 300, donde hasta hace un tiempo estuvo El Sótano. Una noche se cruzaron, bailaron y se enamoraron, sin saber que el destino los iba a unir para siempre.

Durante dos años estuvieron de novios, hasta que decidieron dar el sí, tanto por Civil como por iglesia. Por ese entonces, José trabajaba en un comercio y Patricia como empleada doméstica. Alquilaban, sin embargo, luego de mucho esfuerzo pudieron comprar su propia casa.

Cuenta Patricia que la vivienda de la calle Reconquista apenas era una garita. Sin embargo, para ellos fue amor a primera vista, el hogar que eligieron para formar su familia.

EL HIJO ÚNICO

Llevaban cinco años juntos cuando llegó Lucas (28) para agrandar la familia. Con el nacimiento del primogénito, ellos se abocaron a buscar el progreso para darle una buena calidad de vida. Así los años pasaron, entre el trabajo y la crianza; entre juguetes, la escuela y la vida misma.

Ellos pensaban que Lucas iba a ser hijo único. Sin embargo, la vida los sorprendió cuando él joven estaba apunto de terminar su secundaria y empezaba a transitar su propio futuro.

“La verdad Bautista no estaba en los planes, pero gracias a Dios vino”, confiesa Patricia, y agrega. “Nadie lo podía creer, porque no lo esperábamos. Imaginate que yo tenía 47 años. Pero la verdad es que nos agarró de sorpresa. Cuando nos enteramos llorábamos los dos como dos pibes que recién son padres, felices”.

Como cuenta, el embarazo sorprendió a Patricia. Esos últimos meses más de una vez se había sentido mal o le había caído mal alguna comida, hasta que un día pensó: ‘¿y si estoy embarazada? Así decidió hacerse un test y cuando leyó el resultado, las dos rayitas confirmaron la sospecha.

Esa tarde José estaba trabajando. Sin embargo, Patricia no aguantó y lo llamó para contarle lo sucedido. A pesar del resultado ambos no terminaban de convencerse y decidieron visitar a un médico. 

“Fuimos los dos”, recuerda Patricia. “Le dije a la doctora ‘no sé si se me agrandó el pólipo’. Ella me dijo: ‘acóstate en la camilla, me tocó la panza y me dijo anda urgente a hacerte una ecografía porque estás de tres o cuatro meses’. Y así fue cuando fuimos a hacer la ecografía se vio Bautista, estaba loco”.

La confirmación despertó alegría y dudas. José admite que pensaba qué iba a hacer con casi 50 años y un niño por venir. Pensaba que estaba viejo para jugar al fútbol o andar en bicicleta. Sin embargo, el tiempo le demostró lo contrario.

Lo cierto, es que el embarazado fue un abrir y un cerrar de ojos para Patricia. Bautista nació prematuro, con sólo 32 semanas de gestación y 1800 gramos. “Todavía no terminábamos de digerir que íbamos a ser padres cuando nació. Peso 1,800 y bajo a 1,200. Así que la pasamos re mal al principio. Era muy chiquito, estuvo en neo un mes y medio, pero tenía muchas ganas de vivir. Yo le hablaba y de la misma desesperación se sacaba la sonda. Me acuerdo un día me retaron porque le hablaba y lo aceleraba mucho. Fue un momento duro”.

Patricia y José coinciden en lo que dicen. La pasaron mal. Los médicos no le daban expectativas de vida y solo les decían que debían esperar: Bautista era un niño de riesgo.

Ese mes y medio, para Patricia y José fue una eternidad, un sube y baja de emociones. “Fue duro. Vos ibas y preguntabas cómo estaba él y te decían que había que esperar, que era un niño de riesgo y vos quedabas mal, angustiado. Tal es así que un día estaba internada y baja una enfermera y me dice la mamá de Bautista Barrientos, la necesitan arriba. Yo esperaba cualquier cosa, subí, casi tiré la puerta abajo y querían que me saque leche. Nos volvió el alma al cuerpo, Pero gracias a Dios lo tenemos sano, híper activo, muy feliz”.

Bautista pesó solo 1.800 gramos y bajó a 1.200 Kg. "Tenía muchas ganas de vivir", asegura su mamá, orgullosa.

DEL PEQUEÑO DE LA FAMILIA A TÍO

Bautista está sanó, activo y muy feliz. Sonríe y la picardía se le dibujó en el rostro. Asegura que con su hermano Lucas se pelea mucho, “porque así son los hermanos”, y que comparten algún asado o comida cada vez que el mayor con sus hijos visita a sus padres.

Es que en medio de la nueva maternidad, Patricia también entró en otra etapa de su vida, la de ser abuela. 

Bautista junto a su hermano Lucas y uno de sus sobrinos.

Hace dos años, Lucas fue papá de Noah, y hace seis meses llegó Teo, su segundo nieto, así convive entre la maternidad y el ser abuela, dos roles completamente distintos dice entre risas. “Es distinto porque vos a los nietos los ves de otra manera, porque a tus hijos los tenés que corregir, seguir para que vaya por el buen camino, en cambio los nietos tienen a los padres que se encargan de eso”. 

Así, con 57 años, Patricia vive este doble rol, y asegura que se puede ser madre de grande. “Es algo hermoso. Se puede ser mamá después de los 40. No hay que tener miedo, porque no pasa nada y si pasa, los miedos se van cuando vos los ves crecer. Aparte yo siempre digo ‘cuando tiene que venir vienen’ es lo mejor que nos pudo haber pasado”, sentencia, esta mujer que fue madre cuando estaba cerca de ser abuela, y hoy celebra su día rodeada del amor de los suyos.

Patricia y José junto a sus dos nietos.
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