Tiene 80 años, anda en moto, en 2019 hizo una gran travesía por el Río Senguer y mantiene una vitalidad envidiable. Jorge Giordani es un médico de la vieja guardia y con 8 décadas encima aún se mantiene vigente. Recientemente, el pediatra dejó la Terapia Intensiva Infantil de Clínica del Valle, pero continúa trabajando en los consultorios de esa institución y también en los de Ados, donde está desde su inauguración en 1997.

“Hay que saber retirarse del escenario antes que fallar”, dice con orgullo Giordani en diálogo con ADNSUR. “Fueron más de 20 años en terapia infantil, soy el último de mi camada, el que entrega el testimonio a un grupo extraordinario que se ha formado y ahora siguen los más jóvenes. Son los Colapintos de esta Fórmula 1 que es la terapia”, dice con orgullo.

Giordani es cordobés, pero desde 1976 está en Comodoro Rivadavia. Hijo de una maestra y un empleado del poder judicial, que también fue docente de la escuela de Comercio, siempre supo que quería ser médico. Su pediatra, en el pequeño pueblito de Bell Ville, marcó esa huella que aún lo emociona cuando lo cuenta. 

“A mí me marcó mi pediatra: yo tenía una inflamación intestinal cuando tenía cuatro o cinco años y en ese momento si necesitabas al pediatra iba a tu casa, más en un pueblito chiquito como Bell Ville. Yo veía entrar a 'Tincho' Malharro y era mi salvación. Además, tenía una muy buena relación con mi familia. Me acuerdo que una vez escuché que me fue atender y cuando salieron de la habitación, mi viejo le dijo ‘doctor, ¿cuánto le debo?’, ‘Cuando cobres, Pompeo, pasá por el consultorio, primero comprá los remedios de tu hijo’. Eso me marcó”.

Cuando lo cuenta, Jorge se emociona. Quizás regresa a ese momento de niño, o quizás sintetiza, de alguna forma, lo que siente por esa profesión. Sin vueltas, lo dice. “La medicina es una pasión. Uno a veces se levanta cansado, pero entrás al consultorio y los chicos son una cosa que te inyectan energía”.

Giordani junto a sus hijos. Foto: Archivo familiar Jorge Giordani.
Giordani junto a sus hijos. Foto: Archivo familiar Jorge Giordani.

Giordani comenzó a estudiar medicina en la Facultad de la Universidad Nacional de Córdoba en 1962. Un año antes se había graduado como maestro Normal Nacional, siguiendo el consejo de su madre, quien lo guió para seguir esa modalidad: “con el magisterio te vas a defender”, le dijo.

Y tenía razón. Con el título, él ahora médico fue preceptor en “Reconquista”, una escuela nocturna donde trabajaba de 19 a 23hs. Para él, el horario era perfecto, estudiaba de mañana y tarde y a la noche trabajaba en esa escuela que ya no existe. “Estuve 7 años y me permitió costearme la carrera con ayuda de mis padres”, recuerda.

En el 73, Giordani se recibió de médico y poco tiempo después comenzó una pasantía en neonatología en el Hospital de Niños de Córdoba. Estuvo hasta el 76, cuando Remo Bergoglio, el recordado infectólogo, primo del Papa Francisco, en modo paterno le advirtió que se tome unas vacaciones “porque no le conviene seguir estando aquí”.

“Era una época complicada y, por mi trabajo como preceptor, había conocido a Tosco y Atilio López. Mi nombre figuraba en muchas libretas de direcciones de alumnos y eso me trajo problemas, y un día el doctor Bergoglio me dijo ‘Giordani, tómese unas vacaciones porque no le conviene seguir estando aquí’. Luego de unos años nos reencontramos en Buenos Aires, y me contó que unos civiles estaban preguntando por mí”.

Giordani junto al recordado infectólogo, Remo Bergoglio. Foto: Archivo familiar Jorge Giordani.
Giordani junto al recordado infectólogo, Remo Bergoglio. Foto: Archivo familiar Jorge Giordani.

Paradójicamente, el 24 de marzo de 1976, Giordani llegó a Comodoro Rivadavia. Se había contactado con el doctor Núñez que estaba de servicio en el Hospital Alvear de YPF, y lo invitó a terminar su residencia en el hospital. 

“Vine solo a ver qué pasaba. Mi esposa trabaja en el servicio social y vine a probar. Quedé como contratado a través del Colegio Médico y a la semana ya estaba trabajando. Hablé con el doctor José Riera de la Española y en abril me sumé. Era otra época, los bebés no eran recibidos en sala de parto. No había pediatra. Los atendía el doctor Núñez cuando salía de YPF; los veía a la tarde y la doctora Vere que era esposa de un militar. Así que Núñez me invitó a organizar la atención en sala de parto y ahí empecé a trabajar con el doctor Fuleston, el doctor Mario Moises Morón, Lanzani, Carlos Marcos, Diaz, Montalva”.

Giordani no quiere olvidarse de ninguno de aquellos profesionales que de alguna forma hicieron historia en la medicina de Comodoro. Era una época dorada, donde estaba por hacerse. 

“Me acuerdo que se armó un equipo en la Española. En principio empecé a atender solo. Yo vivía cerca, entonces me llamaban para los partos. Hasta ese momento los recién nacidos eran reanimados por el ginecólogo, pero poco a poco fuimos viendo que había necesidad de tener un servicio para atender a los recién nacidos que no nacieran en óptimas condiciones. En ese momento La Española contaba con dos incubadoras Astron, pero no había un servicio de neonatología, no estaba organizado enfermería, nada. Y en el 80 nos juntamos con el doctor Vivas y otros colegas y nos pusimos de acuerdo, hablamos con la Asociación Española y comenzamos como una pyme, un emprendimiento. Compramos incubadoras, entre cinco pusimos dólares y empezó el servicio de la UTIM. Fue el primer servicio de neonatología privada. Era una novedad, inclusive se había puesto una cámara en la sala de partos que la había instalado el doctor Marcos. En ese momento, no se permitía la entrada a los partos, entonces a través de un televisor en la sala de espera, los padres cuando se podía y nacían bien, podían ver los primeros cuidados del recién nacido en la mesa de reanimación. Fue todo un acontecimiento”. 

Esa aventura duró hasta el año 86, cuando surgió la posibilidad de irse a España, a un hospital de Valencia, donde estaba el doctor Cipriano Canosa. Con la ilusión a cuestas, armaron valijas y se mudó con su mujer y sus cuatro hijos a España. Sin embargo, la familia no se acostumbró y al año volvieron a Comodoro. 

El Hospital Alvear lo recibió. Por ese entonces, los doctores Recalde y Núñez habían hecho una sala de neonatología. Se sumó al equipo y luego también tuvo un breve paso por el equipo de Pediatría del Hospital Regional, en los periféricos externos, donde conoció al Cura Corti. 

Giordani también integró el servicio de Neonatología del Sanatorio Austral, el ex Cruz Azul que funcionaba donde hoy está el anexo de la Española. Con Camarda, Nuñez, Recalde, Padrón, Becaria y Giambelluca, formaron la terapia infantil, con cuatro habitaciones de cuidado especiales. Fue precisamente en ese lugar, donde vivió el acontecimiento que más lo marcó en su vida. 

Jorge junto a su hijo menor, quien siguió sus pasos en la medicina como anestesiólogo. Foto: Archivo familiar Jorge Giordani.
Jorge junto a su hijo menor, quien siguió sus pasos en la medicina como anestesiólogo. Foto: Archivo familiar Jorge Giordani.

UN MOMENTO CLAVE EN SU CARRERA

Era el año 2000, cuando un niño de 4 años falleció junto a su papá en un accidente en Caleta Olivia. El pequeño sufrió muerte cerebral y tenía la posibilidad de donar sus órganos. Sergio Recalde y Giordani hablaron con su madre, y entre dolor y responsabilidad, le contaron de esta situación. 

Giordani lo recuerda como si fuese hoy. “Dar la noticia de un fallecimiento o de una muerte cerebral de un hijo de cuatro años es probablemente la peor noticia que puede dar una persona en su vida. Y si bien nosotros estábamos preparados para dar noticias buenas y malas, algo que nos sucede a los pediatras, esa vez fue muy chocante decirle a la madre que su hijo podía ser donante. En ese momento, Silvina tenía 24 años, era muy joven y no tuvo ninguna duda en firmar los papeles para que su hijo fuera donante”.

“Fueron dos días muy intensos y muy desgastantes porque teníamos que seguir el procedimiento y los tiempos para poder hacer la ablación. Todo se hacía telefónicamente con el INCUCAI desde Buenos Aires, indicándonos qué parámetros debíamos controlar. Y se hizo con éxito. 20 médicos participamos de ese procedimiento y fue el acontecimiento que más me marcó en la vida”.

En 2001, el sanatorio Austral dejó de existir y el médico Rosendo Seleme les ofreció continuar con el servicio de neonatología en la Clínica del Valle. Para habilitarlo había que ambientar un semipiso en la torre que estaba construyendo la institución. Así surgió la Terapia Intensiva Infantil que hace unos años fue transferida a la clínica.  

“Trasladamos incubadora, compramos algunos aparatos nuevos y comenzamos a trabajar. Ahí pasé los últimos años de mi vida. Fui el último, el que entrega el testimonio a un grupo extraordinario que se ha formado, porque se jubilaron todos los médicos, pero también todas las enfermeras que pasaron por el lugar, inclusive Alicia Núñez y Ludmila Caipul”.

“Cuando se comenzó a correr la noticia que dejaba terapia, muchos lo tomaron como una jubilación. Entonces vinieron a verme pacientes de todos lados, incluso de Caleta Olivia y, casualmente, Silvina se comunicó conmigo para felicitarme y despedirme. Pero yo les dije, ‘yo sigo, cuando me retire se van a enterar’”, dice entre risas.

Giordani fue nombrado miembro vitalicio de la SAP. Foto: Archivo familiar Jorge Giordani.

Giordani lo admite, el cansancio, el trajín y la tensión de terapia se hacían sentir, “porque en terapia estás permanentemente en tensión: siempre te pueden llamar y eso se va sintiendo con los años. He tenido el apoyo de los más jóvenes, pero en terapia no se puede errar, así que ahora solo sigo en consultorio". 

El médico admite que los tiempos cambiaron y lo ejemplifica. "Ahora se cuenta hasta con un servicio de psicología para las madres que tienen los chicos internados, hay apoyo de nutricionista, especialistas en fonoaudiología, donde los educan a los prematuros en la forma de poner la boca para amamantar y todo el apoyo que necesitan por ser prematuros. También se utiliza el contacto piel a piel en el momento del embarazo. Antes se retiraba al niño, se iba a la reanimación y ahora directamente se descubre la panza de la mamá, se lo pone mojado como está, se lo saca arriba de la panza de la madre y se lo mantiene 15 o 20 minutos. Lo que el bebé dé. Y en general el padre está presente y una vez que está en condiciones se hace contacto piel a piel con él. Está demostrado que mejora la relación familiar, padre, hijo, esposa y en general un padre que concurre al consultorio con su hijo y su esposa no va a maltratar nunca a la familia”.

Jorge continuará en consultorio hasta que sienta que deba dejar. Con 80 años se mantiene activo, todavía anda en moto, aunque ya le puso cartel de venta. “Me tienen prohibido usarla. Mis hijos me piden que me deje de joder con la moto. Tengo dos porrazos, ningún choque, pero los huesos ya no están para bancarse otro porrazo", dice el hombre que hizo de la medicina su vida y su pasión y hoy, con 80 aún se mantiene vigente, siendo testigo de los cambios que tuvo la medicina en la ciudad a lo largo de los últimos años. 

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