El viernes no fue un día más en el Registro Civil N°1 de Comodoro Rivadavia. Como es tradición en la institución de la avenida Yrigoyen, ese día hubo casamientos y María Elena Vera de Leal, la oficial público, tuvo su última ceremonia luego de 40 años de servicio uniendo a parejas de la ciudad.

Fue una jornada de emociones, despedidas y recuerdos de toda una vida en la institución, aquella que fue testigo de cómo fue cambiando la unión entre parejas en Comodoro Rivadavia. Es que, hace cuatro décadas era impensado el matrimonio igualitario. También las separaciones, que con el paso de los años se hicieron más frecuentes. Y hasta cambió la edad en que la gente se casa. Sí, antes los novios se casaban jóvenes para comprometerse e iniciar la vida matrimonial. Hoy, en tiempo de apps de citas e infidelidades expuestas en redes, muchas parejas eligen casarse ya de grandes, cuando el vínculo es sólido y el futuro no muestra fisuras. 

María Elena fue testigo de todos estos cambios y, con alegría y emoción, el viernes dijo adiós a la institución donde dejó una huella. “Tengo sentimientos encontrados”, dijo a ADNSUR. “Porque realmente cuando comencé este camino traje muchos sueños, pero también fue mucha responsabilidad, así que en este caminar pasé muchas cosas. Tuve la gran oportunidad de poder entrar a una institución donde pasa nuestra vida: el nacimiento, el casamiento y la muerte. Todo pasa por este lugar, así que ha sido un gran aprendizaje, me he encontrado con gente maravillosa, tanto mis compañeros, que me han ayudado un montón porque ellos han jerarquizado este lugar, como los directivos”.

María Elena se jubiló luego de 40 años de servicio.

UNA VIDA UNIENDO PAREJAS

María Elena tenía 19 años cuando comenzó a trabajar en el Registro Civil. Había terminado el Secundario en el Colegio Perito Moreno y buscaba un trabajo que le permitiera seguir estudiando. Así, un día llegó al edificio de Tribunales y pidió hablar con el juez.

“Yo quería tener un trabajo que me permitiera estudiar y tenía unas vecinas que trabajaban de 7 a 13hs. Dije ‘tengo que encontrar ese lugar’, me dijeron que era tribunales y me fui a hablar con un juez. Cuando entré no sabía que había varios juzgados y al primero que entré fue el juzgado de Paz donde estaba el Registro Civil. Pedí hablar con el juez y me dieron con el señor Humphrey. Le dije que quería trabajar ahí porque me daba tiempo para estudiar y me dijo ‘venga la semana que viene’. Estuve nueve meses yendo, pero entré y de ahí no paré más”.

María Elena comenzó a trabajar en la parte de documentación y matrimonio. Al poco tiempo, le pidieron que comience a oficiar las ceremonias. Sin embargo, ella no quería, no estaba casada y la superstición decía que quienes pasaban por esa área sin casarse luego no contraían matrimonio. Así, en 1979, un año después que se casó con Héctor Leal, su compañero y padre de sus cuatro hijos, comenzó a ser la persona que hace la última pregunta previo al casamiento: ¿acepta usted por esposa a…?

“Uso el de Leal porque mi esposo es Leal y en esos años en que te casabas te hacían usar el apellido del esposo y la firma quedó así”, dice María Elena cuando dice su nombre completo. “Siempre lo que más hice fue casamientos, fuera de oficina y dentro de oficina. Como yo empecé de muy joven siempre traté de dejar un mensaje a quienes casaba y creo que lo he logrado porque la gente me lo ha manifestado. Pero antes se casaba mucho más. Hoy hay muchos registros civiles. Está Zona Norte, el Oeste, Rada Tilly y antes este abarcaba todo. Uno hacía quince o veinte casamientos por día y hoy quizás se hace eso pero en distintos lugares”.

María admite que es de hablar bastante en las ceremonias. Cada unión civil puede durar entre 20 y 30 minutos, y ella dice “las palabras que me salen del corazón”, porque como cuenta, a través de los años fue “viendo la necesidad que tenía la gente de tener una palabra que le dé esperanza, de que realmente sea para toda la vida, porque hoy la vida ha cambiado”. 

María tuvo dos etapas en el registro. La primera duró hasta 1982, cuando a su marido le ofrecieron un trabajo en una radio cristiana de Suecia. Eran jóvenes, tenían un solo hijo y decidieron intentar tener una vida al otro lado del continente. Pero nunca se acostumbró y decidió volver a su país, no quería vivir con la nostalgia que viven aquellos que se fueron de su patria. 

“No me acostumbré, no me adapté, porque uno extraña mucho y veía que la gente siempre vivía pensando en el país, pero no volvían porque habían crecido sus hijos y vivían en un constante recuerdo. Entonces pensaba ‘a mí no me puede pasar esto, mis hijos se tienen que criar en Argentina’”.

Cuando volvió, María Elena ya tenían dos hijos. Una argentina y otro sueco. Luego llegaron otros dos más para completar la familia. Su regreso laboral fue al mismo registro que unos años antes la había cobijado. Y así, siguió casando parejas. 

“Al principio era mucha gente joven, hoy es al revés: la gente está juntada muchos años y viene ya grande, mayor, para sellar su vínculo y tener acceso a la documentación que se necesita para la seguridad de las personas. La verdad es que anécdotas tengo miles, pero me llamó la atención la primera vez que se casó una pareja del mismo sexo. Al principio me costó porque era nuevo para mí, pero al ver el cariño y el amor que se prodigaban pude estar involucrada. También pasa que la última parte del divorcio se asienta acá y me da un poco de tristeza porque yo los casé y tener que firmar el divorcio te da un poco de cosa, porque quizás todos los rostros no me los acuerdo, pero muchos apellidos si me los dicen me acuerdo”.

En tiempos de inflación y cambios de leyes civiles, María Elena admite que mucha gente pasa por el registro sin arroz ni grandes fiestas. Solo el trámite para cumplimentar todos los aspectos legales que le den seguridad jurídica a la pareja. Así, es habitual, de lunes a viernes, ver uniones íntimas. Por supuesto, tampoco hay grandes ceremonias, y los casamientos fuera de oficina se reducen. Son otros tiempos. “Hoy por la inflación hay muchos menos, pero he tenido cinco o seis casamientos por noche. Me gustaba porque estaba todo preparado para la celebración, por ahí lo único complicado era el tema de ir de un lado a otro, porque hoy creció mucho Comodoro y a veces había que ir de Rada Tilly al 12, entonces por ahí se atrasaba un poco y uno llegaba un poco más tarde, pero es algo lindo”, dice con una sonrisa.

María Elena hace 10 años se podría haber jubilado, pero el fallecimiento de uno de sus hijos hizo que decidiera continuar y el Registro Civil fue un bálsamo para ella. 

“Decidí quedarme un tiempo más, porque ayudando a las personas y sirviendo creía que era lo mejor para mí. Fue un bálsamo para mí”.

Es que el lugar es su casa, el sitio donde ha pasado la mayor parte de su vida. El lugar que le permitió casar a hijos y nietos de parejas a las que alguna vez casó de jóvenes, y el sitio que le permite sentir el cariño de la gente, aquellos que la recuerdan por haber sido testigo directo de un momento especial de sus vidas.  

María Elena junto a Santiago González Pedroso, el actual director del Registro Civil N° 1.

Con orgullo, asegura: “hoy camino por mi ciudad que amo tanto y siento el afecto de la gente donde quiera que vaya. Imaginate que en tantos años he casado a hijos y nietos. He conocido gente maravillosa que me ha ayudado mucho en esta institución, que la han jerarquizado los directivos y el personal porque los distintos gobiernos no le han dado la importancia que requiere”.

María Elena está agradecida de sus compañeros, los directivos y su familia. Recuerdan a Humphrey y valora a Santiago González Pedroso, el actual director, “un hombre generoso del que he aprendido mucho y realmente comprometido con la institución”. 

Admite que ahora quiere viajar, visitar a sus hijos y disfrutar la vida, aunque también continuará con su actividad privada como corredora inmobiliaria. “Me voy contenta, este trabajo me ha dejado muchas enseñanzas y la alegría y satisfacción del deber cumplido”.

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