Un ex interno y una fundación crearon una biblioteca para los presos de la alcaidía de Comodoro
Desde 2019 la Fundación Arte de Vivir trabaja en el interior de la Alcaidía Policial de Comodoro Rivadavia. Su objetivo es mejorar la calidad de vida de los internos a través de la respiración y el yoga, apuntando a su reinserción social una vez que estén en libertad. Sin embargo, este año, luego de una primera inauguración frustrada, la entidad inauguró una biblioteca. El espacio es coordinado por un exconvicto que cada semana elige volver al recinto penitenciario.
“Muchas veces me cuestionan: ‘¿Cómo, si vos saliste de la alcaidía, volvés?’, me preguntan, pero a mí esto me llena porque es un servicio a la comunidad, a una comunidad que está privada de la libertad”, dice M. El exconvicto hace unos meses recuperó su libertad luego de una condena de casi cinco años. Está entusiasmado, sabe que en poco tiempo comenzará a funcionar la biblioteca de la Alcaidía Policial y está expectante por la respuesta de los internos y por saber cómo llevará a cabo su función.
Para M. no sólo significa llevar a cabo el proyecto que alguna vez impulsó, sino también mantenerse ocupado mientras lucha por esa reinserción social que es muy difícil conseguir.
El último jueves 14 de diciembre, se inauguró el nuevo espacio de la alcaidía. El proyecto forma parte del programa “Prision Smart o Cárceles sin violencia” que lleva adelante en Argentina la Fundación el Arte de Vivir.
Mileva es la responsable en la ciudad. La mujer impulsó la iniciativa allá por 2019, cuando se acercó a la alcaldía para dictar talleres de meditación y yoga a los internos.
La instructora también está feliz, principalmente por lo que significa este nuevo desafío, luego que la anterior biblioteca fue desmantelada por pedido de una docente que denunció que “los libros generaban ácaros”.
Cuando lo cuenta Mileva aún no lo puede creer. “Lo que pasó fue una desilusión terrible porque había llevado mucho trabajo. En ese momento la directora me llamó súper compungida. Nosotros habíamos trabajado mucho y a cambio de que nos dejaran una pared para la biblioteca habíamos arreglado la sala de computación. Habían trabajado los internos del curso que yo estaba dictando en ese momento, también dos policías de mantenimiento e incluso el comisario Millatruz, que estaba en ese momento”, recuerda.
Esa primera biblioteca nació producto de un proyecto de los propios internos que encabezó M. y que luego impulsó el comisario Fabián Millatruz. El espacio funcionaba en el sector de aulas donde los detenidos cursan la primaria. Sin embargo, luego de la denuncia se desmanteló.
“En esa época teníamos 850 libros”, cuenta el exconvicto. “El propósito era ocupar el tiempo en algo productivo, que la lectura sea un instrumento de creatividad para el interno, porque el hecho de que uno esté alejado, privado de la libertad, no implica que cuando vos lees no puedas volar y poner a crear tu propia imaginación. Pero después de eso quedó todo en la nada”.
Por ese entonces M. aún estaba detenido en un pabellón junto a 18 personas. En esas cuatro paredes alejadas de la sociedad había iniciado su propia biblioteca con el objetivo de incentivar a sus compañeros a la lectura. “Traía libros de mi casa y hacia mi minibiblioteca en el pabellón. Me traían mi familia, mis amigos, y cuando yo veía que ya se habían leído todos los sacaba y volvía a ingresar otros. Era como una biblioteca interna”.
Cuenta M. que su biblioteca tenía su propia metodología de intercambio de libros que él le proponía a sus compañeros. Pero además de pensar en un interno lector, el espacio incentivaba a que muchos internos aprendan a leer y escribir. A fin de cuentas, “la idea era que puedan hacer algo productivo”.
M. cuenta que en ese tiempo buscó apoyo en diferentes lugares. Se comunicó con el programa “Una luz en el camino” y las iglesias Universal y de los mormones. Pero una vez que el espacio fue desmantelado todo quedó en la nada.
Lo cierto es que el último cambio de autoridades permitió reflotar el proyecto de la biblioteca. El comisario Miguel Morales, quien recientemente se retiró como jefe de la Alcaidía, aceptó acondicionar otro espacio para reabrir la biblioteca y volver darle forma a ese proyecto que había continuado el comisario Diego Ruhmling.
“Le comenté la situación y me dijo ‘no se haga ningún problema, estamos refaccionando el pabellón de mujeres y hay un espacio para la biblioteca’”, recueda Mileva. “La verdad que Morales nos ayudó mucho, nos donó un mueble, y luego la secundaria nos donó otro, también agentes policiales donaron muebles y sillas, y así comenzamos a trabajar para inaugurarlo”.
El último 14 de diciembre, con la presencia de la Defensora Pública Luciana Pettinari, el comisario Raúl Jones, entre otras autoridades judiciales y policiales, se inauguró la biblioteca. El espacio cuenta con 1.850 libros de todas las temáticas, desde cuentos, teatro, ciencias sociales, geografía, enciclopedias históricas, diccionarios, libros de inglés, atlas, ciencias naturales y todas las áreas curriculares que tienen nivel primario y secundario.
Por estos días, M. está catalogando cada uno de los ejemplares donados, entre ellos 600 libros que donó la Asociación de Iglesias Evangélicas. El trabajo es arduo pero lo motiva a hacer algo ya que aún no puede conseguir trabajo fuera del recinto penitenciario.
“Ya hemos catalogado 250 libros pero nos falta un montón todavía. Tenemos que hacer la selección, catalogar y poner en un inventario con el sello del inventario y el sello de la fundación, pero la idea es que los presos puedan leer”, dice M.
Está previsto que en poco tiempo el espacio comience a funcionar a pleno bajo un protocolo que permitirá un ida y vuelta seguro. La idea es que los martes los internos envíen una nota al área educativa, llegue a M. y el bibliotecario seleccione el libro más adecuado para responder al pedido del interno. Luego todos los libros serán puestos en una caja y el personal policial los trasladará a los pabellones para ir entregando uno a uno los textos que deberán volver una semana después.
“Esto va a ser muy positivo para los presos”, asegura M. “El hecho de que comiences a leer te ayuda a mejorar la ortografía, la dicción, comprender o hasta en el hecho de querer escribir una carta. Entonces la lectura es un puente de contacto con un mundo imaginario, creativo y la realidad con la familia”.
“En lo personal a mí me llena, porque el solo hecho de trabajar, salir de tu casa, estar en contacto con otra gente, ayuda, pero la verdad es que si no fuera por la actitud de ella, que te acompaña y no te mira de menos porque fuiste interno, no habría sucedido. Porque cuando uno purga una pena está condenado y marginado. Entonces este tipo de acciones ayudan mucho a la reinserción social y a la resocialización”, asegura M.
Así, la Fundación el Arte de Vivir continúa con el programa que comenzó con clases de yoga y meditación. El objetivo es retomar los cursos en 2024 y seguir trabajando para mejorar la calidad de vida de los internos, aquellas personas que fueron condenadas por delitos de distinta índole y hoy cumplen condena.