Martina, Guada y Valentía son amigas. Se sientan juntas y por estos días aprenden los secretos del pan árabe. Gonzalo juega al básquet y fue uno de los primeros en sumarse al curso, gracias a su madre. Y Leila es la única que aún está en la secundaria. Ellos son los alumnos del curso de panadería que ofrece Cooperativa Zoe. Martes y jueves llegan al Centro de Formación Profesional 652 de Km3 y durante tres horas aprenden sobre el oficio. El objetivo es que puedan tener una salida laboral.

Cecilia Velázquez es la fundadora y presidenta de la cooperativa gastronómica. La creó hace dos años cuando todavía era estudiante en “Cuina”. El objetivo era poder generar empleo entre sus integrantes. Sin embargo, el año pasado, una invitación a beneficio del Hospital Regional cambió todo. 

“Hace dos años que estamos trabajando”, cuenta “Chechu” a ADNSUR. “Cuando la creamos, yo estaba en el último año de gastronomía en Cuina y nos juntamos con tres compañeros para poder empezar a trabajar en conjunto”. 

“En mi caso siempre quise abocarme a la parte social, que la cooperativa tenga un fin específico y el año pasado, a fin de año, me llamó Gabriela (Zuñeda), que estaba en Comodoro Turismo y me invitó a hacer pan dulces a beneficio del Hospital Regional. Ahí conocí a Pierina de la Fundación T21 y tuve la suerte de conocer a varios de los jóvenes que tengo en el grupo de capacitación”, recuerda con alegría.

En esa primera experiencia se elaboraron 400 pan dulces que luego fueron vendidos a beneficio del Hospital Regional. Cada uno de los jóvenes colaboró, incluso, cuenta que Guada colocó cada uno de los moños que llevó cada pan dulce.

En ese momento, la cooperativa estaba abocada al dictado de cursos al mundo privado, pero decidieron darle una vuelta de tuerca a su impronta y se abocaron al trabajo con los jóvenes de T21. Así, hace poco más de un mes comenzó el primer curso de panadería.

Se trata de un trabajo conjunto, donde ellas ofrecen la capacitación, el Centro de Formación Profesional cede el espacio y Pan American Energy (PAE) oficia de sponsor, colaborando con los materiales para poder cocinar en cada clase. 

Martina, Guada y Valentía, tres amigas que comparten el mismo espacio.
Martina, Guada y Valentía, tres amigas que comparten el mismo espacio.

La idea es capacitar a los jóvenes para que en algún momento puedan tener una salida laboral. “Hay muchos chicos que tienen entre 20 y 29 años. Ya están en un desarrollo muy avanzado y la idea es poder abrir en algún momento una panadería o una confitería donde pudieran realizar el trabajo en sí.”

Para que los jóvenes se sientan cómodos y contentos, decidieron que trabajen en conjunto sin gente externa. Así, dos veces a la semana tienen clases a cargo de la pastelera Paola Catrique. “Es una tarea linda, todo un desafío”, admite Paola. “El año pasado me recibí de pastelera y fui profesora en Cuina. Y en diciembre estuve capacitándolos. Es un desafío conocerlos, enseñarles, porque todos los días no son iguales, pero siempre los levantamos con música y ellos tienen muchas ganas de aprender. Ahora estamos con el Pan Árabe. No todos saben leer o escribir, entonces trato de enseñarles el peso con cucharas y de diferentes maneras para que vayan aprendiendo. Es muy lindo el grupo y lo bueno es que están contentos, lo demuestran en las cartitas y el amor que transmiten”.

Cecilia coincide con Paola, y no duda en decir que lo más lindo de esta experiencia “es la parte humana”. “Eso es lo más lindo, ellos se esfuerzan muchísimo por avanzar, se esfuerzan cada día por saber una receta, querer aprender una cosa u otra. Por supuesto, tienen sus días. Hoy hay una que no tiene mucho humor, pero todos los días vienen con esa alegría y ganas. La idea es que nosotros, como adultos y capacitadores, sepamos llevarlo adelante y que puedan trabajar, porque tienen mucha capacidad”. 

Este año la capacitación se centrará en panadería; quienes aprueben la cursada, el año próximo podrán realizar la segunda etapa de pastelería. En paralelo, el objetivo es que comiencen a participar en coffees donde “puedan tener relación con el público para ver si se desenvuelven bien”. 

Gonzalo fue uno de los primeros integrantes de la T21.
Gonzalo fue uno de los primeros integrantes de la T21.

Por supuesto, la cooperativa quiere recibir más alumnos. Cecilia cuenta que hay muchos jóvenes que están esperando su lugar; sin embargo, hoy el espacio permite solo un cupo de 15 personas. “Por ahí necesitamos un lugar más amplio, mesas, cosas que no tenemos porque recién estamos empezando y la cooperativa recién está arrancando. La idea es que la gente se sume, porque si no los hacemos trabajar, nunca vamos a saber hasta dónde pueden llegar”.

Mientras avanza la entrevista, los alumnos participan atentos. Martina cuenta que le encanta cocinar y hacer tortas con sus amigas, Guada y Valentina, a quienes conoce desde los 5 años. Leila, por su parte, admite que le gustó mucho la actividad y quiere aprender más. La adolescente tiene 19 años, asiste a la Escuela 34 del barrio Las Flores y, junto a Rocío, de 16, es de las más chicas del grupo. Celeste, Gonzalo, Guadalupe Portillo, Guadalupe Pérez, Aylen y Fabiana son otros de los integrantes. 

“En casa yo hago tortas, bizcochuelos, pero me gustaría aprender más cosas acá”, dice Leila, contenta por esta oportunidad de aprender.
“En casa yo hago tortas, bizcochuelos, pero me gustaría aprender más cosas acá”, dice Leila, contenta por esta oportunidad de aprender.

La última semana, los jóvenes participaron en la expo Educo, donde presentaron el proyecto de la cooperativa y mostraron el trabajo que realizan. Fue su primera presentación en sociedad, el impulso que necesitaban para seguir avanzando a paso firme. Para la ocasión prepararon pan árabe y mostraron el proceso de cocina que realizan. 

Así, la cooperativa avanza en su tarea, pero también la Fundación T21, que busca que haya una inclusión real y que las 60 personas que la integran puedan buscar el camino de su propia independencia, tal como cuenta Pierina. 

“Queremos poner la mirada en lo que son capaces, quebrar con los temores que muchos puedan sentir y ahí estamos nosotros para ayudarlos a darse cuenta y vivenciar que los miedos son ‘normales’ mientras los enfrentemos. Y también plantear qué hacer con esos miedos de tener en tu empresa, institución, comercio, industria a una persona que tenga síndrome de Down. Nosotros podemos acompañar y acompañarnos en esa tarea”, cierra, esperando que la inclusión se pueda dar en forma real y concreta para cada uno de los jóvenes.

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