El presidente de la Nación, Alberto Fernández, brindó este viernes su último discurso en cadena nacional. 

EL DISCURSO COMPLETO 

Hace exactamente 40 años transitábamos las últimas horas de la más feroz dictadura militar de nuestra historia. Lo hacíamos con esperanza por el futuro, y con el secreto terror de que pudiera volver a repetirse el círculo de autoritarismo y espanto que marcó buena parte de nuestro siglo XX.

Lo logramos. Fuimos capaces. La dictadura, con sus secuelas personales, políticas y económicas, tardó años en terminar de irse. Y la democracia transitó muchos vaivenes hasta consolidarse. Y acá estamos, cuarenta años después, en las vísperas de un nuevo traspaso presidencial.

La generación que esperó aquel día con el dolor por quienes ya no estaban, con la fuerza de quienes habían resistido y la esperanza por lo que íbamos a construir, tal vez no podía imaginar que cuatro décadas más tarde estaríamos frente al traspaso institucional del gobierno de una fuerza política a otra de un signo diferente, ambas elegidas por el pueblo.

Y a mí, que entonces era un joven abogado recién recibido en la Universidad pública, tampoco me estaba dado pensar en aquel momento que el pueblo de mi patria me concedería el inmenso honor de llegar a este día como presidente de los argentinos y las argentinas. Por eso hoy, en la última jornada del mandato Presidencial con el que la ciudadanía me distinguió, quiero repasar algunos hitos de estos años, para compartir los aciertos, reflexionar sobre aquello que erramos, decirles a quienes nos sucederán cuál es el estado del Estado que van a recibir y agradecer el esfuerzo, el sacrificio y la generosidad de tantos y tantas que en este tiempo no bajaron sus brazos.

El 10 de diciembre es el símbolo inapelable de un consenso democrático que en cuatro décadas de vigencia sostuvo, aún con dificultades, la convivencia plural y el fortalecimiento de las instituciones republicanas. También expresa los desafíos inconclusos. En este tiempo, no hemos logrado resolver una matriz económica sólida que permita el acceso a una vida digna para todos y todas. Ampliamos derechos, pero faltan. Pusimos la Justicia Social como horizonte, pero no la alcanzamos.

Asumí el gobierno en diciembre del 2019 en una situación calamitosa, dejada por el gobierno que me precedió, con altísimos índices de pobreza e inflación y una deuda que nos comprometía por generaciones.

Soy plenamente consciente de que el voto popular de ese momento expresaba la esperanza de terminar de una vez y para siempre con esa herencia y que no logramos plenamente el cometido.

Argentina es un país mucho mejor que hace cuatro años: con más trabajo, más obras de infraestructura construidas, más viviendas, más industria, más universidades, más derechos para las mujeres y disidencias, más desarrollo de ciencia y tecnología. Somos un país inserto en el mundo con autonomía, que rechaza los hegemonismos y lucha por el multilateralismo y que lidera la unidad de Latinoamérica.

En este tiempo de reflexión, no puedo negar que tengo sensaciones encontradas. Siento satisfacción con todo lo hecho y construido, con los enormes avances que hemos logrado en muchas áreas, con el crecimiento que se verifica en muchos ámbitos sociales y económicos.

Pero también siento pesar por no haber podido concretar todo lo que nos propusimos alcanzar. Lo que faltó hacer, lo que nos impidieron hacer, lo que no debimos hacer o lo que debimos haber hecho de otro modo. Sé que en todo tengo responsabilidad. Aun cuando fue singular el momento en que nos tocó gobernar y aun cuando el contexto argentino tornó todo más complejo, no estoy aquí para cargar culpas en otros.

Entrego el gobierno en paz, hemos custodiado las instituciones de la democracia con convicción y compromiso. Lo hemos hecho de la mano de este Pueblo de la Nación argentina que ha sabido demostrar, en las circunstancias más adversas, que conoce la dimensión exacta de lo que ha costado esta institucionalidad. Confío en mi pueblo, en su madurez política y en su capacidad de defender y preservar los valores de la vida en común y cada uno de los derechos que ha sabido conquistar.

En este particular momento del mundo donde los discursos de odio y la confrontación degradan el debate, deshumanizan la convivencia y espiralizan la violencia y la incertidumbre, quienes ocupamos lugares públicos tenemos la obligación de estar serenos y recuperar el diálogo. Si algo me reprocho, es no haber podido terminar con la grieta que nos separa y nos enfrenta.

He aprendido que para cerrar la grieta no hace falta someter al otro. No se trata de ver quien impone su relato. Lo que hace falta es caminar junto al otro. Aprender a profundizar los acuerdos y a minimizar las diferencias. Argentina es un maravilloso país del que todas y todos debemos estar orgullosos. Ese amor y ese orgullo deben ser la base común sobre la que aceptamos nuestras discrepancias y construimos nuestras coincidencias.

Los factores de poder siempre buscan domesticar al pueblo sin importarles lo que al pueblo le cuesta satisfacer tanta avaricia. En estos cuatro años hemos sufrido los efectos negativos de una deuda que irresponsablemente tomó el gobierno que me precedió. Esa es la principal causa de nuestra crisis social y económica.

El acuerdo que firmamos con el FMI hizo posible postergar pagos que jamás hubiéramos podido enfrentar con la economía recesiva que recibimos. Solo hay que recordar que esa deuda nos obligaba a pagar entre 2021 y 2022 la suma de 37.000 millones de dólares. De esa deuda, tomada irregularmente, denunciada ante los tribunales federales y que ahora el mismo FMI comienza a indagar, no ha quedado en Argentina un solo dólar. Esos dólares tomados por el macrismo no sirvieron para fundar escuelas, hospitales o rutas. Todo se ha fugado especulativamente, profundizando la constitución de activos externos.

Supimos desde el primer momento que debíamos afrontar desafíos que conocíamos bien. Vinimos a poner de pie un país que habían dejado de rodillas. Íbamos tras ese objetivo cuando apenas en el día 99 de nuestra gestión empezaron a sucederse desafíos tan inesperados como fatales. Una pandemia que arrasó con 15 millones de vidas en el mundo. Una guerra que distorsionó todos los precios de la energía y los alimentos. Finalmente, una sequía que terminó con el 23% de nuestras exportaciones. Les hicimos frente.

Cuando enumero esa sucesión de conflictos busco poner de relieve cuáles fueron las dificultades que debimos enfrentar. No pretendo que sirvan de excusa por nuestros eventuales errores.

En la pandemia preservamos la salud sin abandonar a nadie a su suerte. Recompusimos un sistema de salud quebrado. En poco más de un trimestre, terminamos la construcción de hospitales que habían dejado de construirse, ampliamos los centros de atención médica y creamos 40 hospitales modulares en distintos lugares del país. Las más de 4.000 camas de terapia intensiva provistas de respiradores automáticos aseguraron que todos y todas tuvieran la asistencia médica que necesitaban.

Decidimos proteger a nuestra ciudadanía por sobre cualquier otra cosa. Les pedimos que permanecieran en sus casas porque era la única herramienta que la medicina recomendaba. Estuvimos en el grupo de países que iniciamos la inmunidad de sus pueblos y llevamos adelante el plan de vacunación más grande que nuestra historia registra.

Buscamos vacunas en todo el mundo. Fuimos parte de la producción de las mismas. Al día de hoy, hemos inoculado más de 130 millones de dosis de esas vacunas. También hemos desarrollado nuestra propia vacuna, en un hito para la ciencia argentina. Formamos parte de los países que consiguieron altos niveles de inmunidad. Mi eterna gratitud a los hombres y mujeres de nuestro sistema de salud que dieron todo de sí para salvar vidas.

Priorizamos la salud, pero lo hicimos protegiendo el sistema económico. Pusimos el Estado al servicio del cuidado de la gente, de los empleos y de los ingresos. Creamos la Asistencia al Trabajo y la Producción, ayudamos a las empresas, y millones de trabajadores pudieron mantener sus salarios mientras las fábricas, oficinas y comercios estaban cerradas.

Con el Ingreso Familiar de Emergencia auxiliamos a los sectores más vulnerables de nuestra sociedad. Más de 9 millones de personas recibieron el auxilio. Otorgamos créditos blandos a pequeñas y medianas empresas para que pudieran sostenerse. También otorgamos créditos blandos para que el consumo no cayera.

Cuando la pandemia empezó a ceder, creamos el PreViaje para dar impulso a los sectores más castigados en la emergencia: la hotelería y el sector gastronómico.

Con la guerra, que disparó los precios de la energía, enfrentamos un nuevo dilema: debimos decidir si preservábamos las reservas monetarias y parábamos las importaciones o garantizábamos las importaciones de insumos para no detener la producción y el trabajo.

Optamos por defender la producción y el trabajo, y fue la mejor opción para nuestro país. Mientras el mundo sufría cortes programados y veíamos a las grandes capitales apagadas, atravesamos el invierno con las fábricas produciendo sin alteraciones y con los hogares argentinos con un suministro ininterrumpido.

Ante la sequía, que nos privó de 23.000 millones de dólares, apostamos a administrar las divisas para asegurar la importación de insumos que garantizaran la producción. La tasa de inversión del primer semestre fue la más alta de los últimos 15 años. La actividad económica está 7,5% por encima de lo registrado en 2019. Casi el 67% de la capacidad industrial instalada está siendo utilizada, el registro más alto desde 2016.

La Argentina vio crecer su economía un 16% entre 2021 y 2022. El empleo registrado comenzó un crecimiento que lleva 37 meses ininterrumpidos, el lapso más prolongado de creación de empleo observado en democracia. El empleo industrial es el más alto de los últimos seis años. Con el empleo aumentó el consumo y así registramos treinta meses consecutivos de crecimiento. El consumo privado hoy es un 10% mayor que antes de la pandemia.

El mercado de trabajo continuó mejorando sus indicadores. La conflictividad laboral observada en nuestro mandato, ha sido la más baja de los últimos doce años. La tasa de empleo se ubica en niveles récord de 44,6%; la tasa de desocupación presentó niveles mínimos en términos históricos: 6,2%.

El total del empleo registrado llegó a niveles máximos desde 2012 con 13.320.000 ocupados. Con la Ley 27.570 promovimos nuevas tecnologías, generamos valor agregado, fomentamos el empleo de calidad y aumentamos las exportaciones de las empresas basadas en el conocimiento.

Para reforzar el proceso de recuperación del poder adquisitivo jamás suspendimos ni pusimos topes a las negociaciones paritarias. Eliminamos el Impuesto a las Ganancias para quienes trabajan. En la misma dirección, cuidamos el consumo y comercio. Con Ahora 12, contando solo los primeros 7 meses del año que termina, las ventas del programa alcanzaron un nuevo récord en operaciones. Eso implicó un aumento superior al 100% con respecto al mismo período de 2022.

Para garantizar un desarrollo justo y federal, a lo largo de todo nuestro mandato, transferimos recursos a las provincias. Hace apenas una semana transferimos 230.000 millones de pesos, destinados al pago de sueldos y aguinaldos.

El gobierno entrante encontrará en la caja del Estado Nacional más de 1 billón de pesos. La ciudadanía merece saberlo, porque cada peso le pertenece.

En materia de energía, gracias al Plan Gas.AR incrementamos los niveles de producción de gas. Argentina logró un nuevo récord de producción de gas no convencional en Vaca Muerta: 62,3 millones m3 diarios.

La minería alcanzó nuevos récords en creación de trabajo y exportaciones. El sector marca 29 meses consecutivos con incrementos interanuales en la cantidad de puestos de trabajo. Al mismo tiempo, las exportaciones de minerales representan el valor exportado más alto desde 2013.

Promovimos la tecnología en materia agrícola: aprobamos y lanzamos el trigo HB4, que le permite a la semilla crecer en condiciones de estrés hídrico. Hoy, esa semilla transgénica desarrollada científica y tecnológicamente en Argentina ha sido aprobada en Estados Unidos, Brasil, Colombia, Australia y Nueva Zelanda.

Estamos orgullosos de haber impulsado la investigación científica y el desarrollo tecnológico. Tuvimos la inversión más federal de la historia en materia de ciencia y tecnología. Argentina no está condenada a vivir importando tecnología.

Fernández lamentó "no haber podido cerrar la grieta que enfrenta" a los argentinos

Tenemos a científicos y científicas de probada calidad para poder desplegar la tecnología que necesitamos. Así lo prueban los múltiples reconocimientos internacionales en todas las disciplinas.

Impulsar nuestra ciencia es un imperativo para vivir en el siglo XXI. No es justo ni inteligente retrotraer la Argentina a las lógicas del siglo XIX.

La salud de argentinos y argentinas ha vuelto a ser una prioridad para el Estado. En el año 2021, la tasa de mortalidad infantil registró a nivel nacional un nuevo descenso, llegando al ocho por mil. Es el índice más bajo de mortalidad infantil de la historia. Ese dato significa miles de vidas que se salvan y tienen futuro.

Este descenso de la mortalidad infantil se explica, entre otras acciones, por el impacto de la “Ley de los 1000 días”, que hemos impulsado y sancionado para la atención y el cuidado integral de la salud durante el embarazo y la primera infancia.

Este gobierno acompañó las transformaciones que reclamaba la marea del feminismo en las calles, y así logramos hacer historia: conseguimos sancionar el Aborto Legal, Seguro y Gratuito. Era una deuda de la democracia, siguiendo el camino de ampliación de derechos individuales que tuvo tantos avances en democracia y que debe continuar.

Con la sanción de la ley y la implementación de la Educación Sexual Integral, logramos en apenas dos años un descenso del 40% en la mortalidad materna por embarazo terminado en aborto y se redujeron a menos de la mitad los embarazos en niñas y adolescentes.

También en nuestro gobierno avanzamos en los derechos de las personas trans y avanzamos en el fortalecimiento de las políticas de cuidado con los aportes jubilatorios por tareas de cuidado, la construcción en todo el país de jardines maternales y centros de primera infancia y el envío de la ley de licencias paternales.

El futuro habita en nuestras escuelas, y hemos trabajado para que la educación pública, gratuita, inclusiva y de calidad llegue a todos y todas. Construimos jardines y universidades, entregamos libros de texto y distribuimos cerca de 2 millones de Becas Progresar. Es una historia de guardapolvos blancos que ha llevado a los hijos de nuestro pueblo a las universidades públicas y lo más alto de la vida científica del mundo.

Gracias al Fondo de Garantía de Sustentabilidad del ANSES, tenemos un sistema de seguridad social sólido y confiable. Durante nuestra gestión, alcanzó los US$ 76.000 millones, el valor más alto de su historia. Y en estos cuatro años creció 117%. Es el fondo financiero más importante de América Latina. Y es de todas y todos los argentinos.

Quiero hacer un reconocimiento especial a las empresas estatales que han demostrado la capacidad de trabajo y de crecimiento que tiene el Estado.

Por un lado, Aerolíneas Argentinas termina con un balance positivo de USD 32 millones y sin necesidad de haber ejecutado un solo peso del presupuesto asignado por parte del Estado. Lo logra por primera vez desde su reestatización.

También ha sido récord la cantidad de pasajeros transportados, llegando a los 14 millones de personas. Es un verdadero orgullo nuestra aerolínea de bandera.

Por otro lado, quiero resaltar el extraordinario trabajo que ha hecho YPF contando con ganancias que alcanzaron los 926 millones de dólares y una producción de petróleo que promedió los 237 mil barriles diarios, un crecimiento del 5%. YPF es una marca de nuestra identidad nacional, pero sobre todo es una pieza clave en la matriz productiva y en nuestra soberanía energética.

Además, ARSAT volvió a demostrar su importancia en el mundo actual generando un incremento en sus ingresos del 823% durante nuestra gestión. ARSAT ha garantizado el acceso al servicio de las telecomunicaciones en todo el país, conectando a los argentinos con infraestructura terrestre y satelital. No solo ha generado valor para la nación, si no que también vino a reconocer un derecho de los argentinos.

Durante este gobierno, AYSA cosntruyó 4000 km de redes, incluyó a un millón y medio de vecinos en redes de agua potable y otros tantos en redes de cloacas. Inició junto al Banco Mundial la obra Sistema Riachuelo, de la que ya terminó la primera etapa, y que es la obra de infraestructura más importante del área metropolitana en 70 años que beneficia a casi seis millones de habitantes.

Iniciamos 7.000 obras públicas y terminamos 4.000 de ellas. Hemos intervenido 18.000 kilómetros de rutas a lo largo y a lo ancho de la Patria. Puentes, túneles, obras enormes y obras pequeñas pero imprescindibles para una comunidad. No existe un municipio en Argentina que no haya recibido alguna obra pública de parte del Gobierno Nacional.

Desarrollamos obra pública para ganar pujanza en cada rincón de la Argentina. Lo hicimos de forma transparente, lo hicimos con la fuerza, el talento y el trabajo argentino. Lo hicimos con los más de cuatros cientos mil trabajadores de la construcción que se incorporaron al aparato productivo. Los datos dan cuenta que terminamos siendo el gobierno que más obra pública desarrolló en su mandato.

Así lo atestiguan:

El Acueducto “El Impenetrable” construido para el abastecimiento de agua potable de miles de personas que habitan el monte chaqueño.

Las inversiones en el Instituto Malbrán y los casi 40 hospitales modulares que le devolvieron dignidad y orgullo a nuestra salud pública.

Los edificios y otras obras edilicias que desarrollamos en universidades nacionales de todo el país y que beneficiaron a más de 1.5 millón de estudiantes.

El Tronador II, el primer cohete que se produce en Argentina para poner en órbita los satélites que nosotros mismos estamos construyendo.

El reactor CAREM, el primer reactor nuclear argentino de baja potencia construido en más de un 80% en la ciudad de Lima, Provincia de Buenos Aires.

El gasoducto Néstor Kirchner, la mayor obra pública hecha en democracia en poco más de nueve meses, que nos permitirá ahorrar cerca de 5.000 millones de dólares que hasta aquí gastábamos importando gas licuado.

Las más de 141.000 viviendas que edificamos y entregamos a familias argentinas que soñaban con tener un techo propio y también lo atestiguan las 96.000 viviendas que se están construyendo. También dimos créditos para la compra de lotes con servicios, para la construcción de la casa propia o para la ampliación de ellas.

Si el plan de viviendas que nosotros impulsamos continuara, el año entrante otras 50.000 familias estarían accediendo a su vivienda propia. Ahí está la trascendencia de un Estado presente. Si el Estado no lo hace no habrá nadie en el mercado que se preocupe de hacerlo.

Todas son obras concretas, reales, materiales, que quedan de una vez y para siempre en el corazón de nuestra patria. Y todas las personas que han sido alcanzadas por esas obras, hoy viven un poco mejor.

Quienes hoy tienen una casa y antes no la tenían, quienes hoy tienen agua potable, quienes accedieron a una notebook o una beca para estudiar, a quienes se fueron de vacaciones por primera vez, quienes se han atendido en un hospital de su barrio donde antes no había presencia del Estado, quienes consiguieron un trabajo formal. Todos ellos han incorporado lo que antes era un sueño, a la realidad de su vida cotidiana. Y no hay nada más emancipador que cumplir nuestros sueños.

Esta es una radiografía, ni siquiera pormenorizada, del estado en que el nuevo gobierno encontrará a nuestro país. Un país más federal, más justo, más potente, con enormes posibilidades de avanzar en el camino marcado.

Está claro que en la vida cotidiana y en el debate público, pesan muchas veces más los debe que el haber, sobre todo cuando tienen que ver con el esfuerzo de llevar adelante el día a día. Sabemos que no alcanzamos los objetivos que nos propusimos en el fortalecimiento del ingreso, la lucha contra la inflación y la disminución de la pobreza. Porque las circunstancias y el contexto no nos acompañaron y también porque deberíamos haberlo hecho mejor o diferente o porque no encontramos las herramientas adecuadas.

El año entrante ingresarán, producto de nuestras exportaciones agrícolas y ganaderas, de nuestras exportaciones de gas y de litio, alrededor de 35.000 millones de dólares. Además, gracias al gasoducto que construimos, dejaremos de gastar 5.000 millones de dólares para importar gas licuado.

De aquí hasta el 2030 las estimaciones marcan que las exportaciones sumadas de bienes y servicios crecerán el 80%.

Con semejante escenario no es razonable pensar en un ajuste que detenga nuestra producción y restrinja el empleo y el consumo que tanto nos ha costado recuperar. Debemos cuidar que bajo el argumento de querer resolver el problema fiscal, no se vulneren los derechos de los que trabajan ni se frustren las aspiraciones de los que invierten y producen.

Hemos mejorado los niveles de calidad institucional que hace años reclamaba la ciudadanía en nuestro país: división de poderes, respeto a las libertades y a la diversidad, eliminación de los mecanismos de inteligencia política interna y de persecución ilegal.

La libertad de expresión fue absoluta. La libertad de prensa fue absoluta. He sido injuriado, calumniado, difamado y lo he soportado sin denunciar a ningun periodista ni ningun medio. Sin perseguirlos ni judicial ni económicamente. Jamás hemos usado la estructura del Estado para acallar alguna voz.

Quien quiso manifestar sus quejas en el espacio público pudo hacerlo. Nuestras fuerzas de seguridad jamás fueron acusadas de haber ejercido violencia institucional.

Actuamos de buena fe y hemos trabajado honradamente. Como alguna vez dije, he dejado todo de mí en estos cuatro años de esfuerzo y solo me he llevado el enorme honor que me han concedido de presidir esta Patria que tanto amo.

Lo he hecho junto a un extraordinario equipo de colaboradores y quiero hoy agradecerle a quienes me acompañaron en la función pública desde el gobierno nacional y también a las y los gobernadores, intendentes y a todos quienes dedican cada día de su vida a la única herramienta real de transformación en democracia: la política.

Como siempre nos marcaba Néstor, como siempre creyó Cristina, estoy convencido de que hacemos política para poder transformar la Patria. Mi reconocimiento también a ellos.

Me llevo la persistente alegría de aquella madrugada en que aterrizó el avión con las primeras vacunas, la incertidumbre de una nueva guerra, la emoción de cada familia que recibió una casa, el terror de la noche en que atentaron contra la vicepresidenta, el orgullo de haber puesto en marcha el gasoducto que cambia de una vez y para siempre nuestra matriz energética, la dignidad de haber llevado agua potable al impenetrable chaqueño, la decisión de seguir reclamando en donde me toque estar la inmediata liberación de los rehenes que Hamas tiene ocultos en algún lugar de Gaza.

Guardo conmigo el dolor profundo de no haber llegado a mejorar la vida de quienes aún están en la pobreza.

No voy a elegir el lugar cómodo de esperar el juicio de la historia que suele ser benévola con los ex presidentes porque oculta los claroscuros del presente. Escucho y me hago cargo del juicio de mis contempóraneos. De su entusiasmo, sus enojos y sus críticas.

Por eso, no importa dónde me toque estar a partir de mañana. En el mismo momento en que entregue los atributos del poder, volveré a ser aquel joven abogado guiado por la búsqueda de la libertad, la igualdad y la fraternidad dispuesto a darlo todo por construir junto a mis compatriotas una sociedad justa que se desarrolle en paz. Siempre junto a cada uno de ustedes. Siempre agradecido por el inmenso honor que me dispensaron.

A 40 años de Democracia, defendámosla cada día, como nos enseñaron las Abuelas y las Madres de Plaza de mayo, y todos y todas quienes nos marcaron el camino. Más y mejor democracia, siempre.

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