Aranda, ¿el “monje negro” de Torres en Chubut?: cómo será el censo de empleados públicos que saldrá a la caza de ñoquis en el estado
Dolavense y justicialista, de extremo perfil bajo y con la obsesión de pasar desapercibido para el gran público, el secretario general de la gobernación no para de sumar poder. La semejanza con el rol que juega Santiago Caputo en la gestión de Javier Milei. Desde el 26 de agosto, saldrá con su equipo de sabuesos a registrar a todos los empleados públicos.
Todo equipo de gobierno que funcione como se debe, cuenta en sus filas con un monje negro: es el nombre con el que se conoce a determinadas figuras de la política que se caracterizan por tener mucho poder, por ser muy temidos y -el rasgo clave- por actuar desde las sombras.
No cualquiera puede cumplir ese rol, que suele consistir en un trabajo sucio, y que requiere una extrema confianza del líder, que no debe dudar de su lealtad. Los monjes negros son muy cercanos a la cabeza y siempre integran la mesa chica: habitualmente tienen la mejor información, y deben ser inteligentes para saber utilizarla de la manera más eficiente.
Para ello, es necesario conocer los hilos invisibles del poder, los resortes que mueven a los protagonistas de la política: manejan los datos que molestan, que muchas veces duelen, y para aprovecharlos, tienen que saber de estrategia.
Es común que estén pegados a su jefes, hablen con ellos de manera continua y sean escuchados con atención porque tienen ascendencia y poder de convencimiento. A su vez, son ejecutores de lo oculto, lo que no se puede mostrar, todo lo que tiene carácter “reservado” o mejor aún lo “secreto”..
Hay ministros que juegan una función de alto perfil, que ofician de voceros a nivel institucional de la gestión y que acompañan a un Presidente o un Gobernador. Habitualmente son fusibles que se cambian cuando las cosas no salen. En cambio, el monje negro debe inexorablemente tener poca exposición pública: para que su trabajo salga bien, no debe mostrarse demasiado.
Más allá de los matices que puedan tener los distintos perfiles que han jugado ese rol a lo largo de la historia, en general, suelen tener pocos escrúpulos y no les debe temblar la mano: lo que planifican lo deben ejecutar a como dé lugar, porque si muestran debilidad, se los llevan puestos.
En nuestro país, sobran ejemplos históricos de este tipo de figuras y sin dudas, quien mejor encarnó al monje negro de manual fue Enrique “Coti” Nosiglia durante la presidencia de Raúl Alfonsín, aunque se pueden también mencionar a Carlos Kohan en épocas de Carlos Menem, y a Carlos Zannini en tiempos de Cristina Kirchner, como los casos más emblemáticos.
Si miramos a los gobiernos de Chubut, la consulta a los que vivieron tiempos de la gobernación de Néstor Perl referencian una figura con vuelo propio: Jorge Aidar Bestene, quien volvió a tener un peso muy fuerte en tiempos de Mario Das Neves.
A lo largo de 10 años y tres mandatos, Das Neves tuvo también a otras figuras de este tipo, como Alberto Vargas al comienzo, y luego Gonzalo Carpintero y Pablo Das Neves (una mezcla de monje negro de sangre, similar a la de Antonito De la Rúa con su padre Fernando).
En épocas de Martín Buzzi no fue tan sencillo determinar a esa figura, en la que algunos vieron a Daniel Taito como estratega y operador en las sombras en determinado momento. Lo mismo ocurrió con los tiempos de Carlos Maestro, quien no utilizó a un monje negro de manual, pero tenía en Carlos Lorenzo a un ladero que hacía el juego sucio con mucha exposición.
El mejor ejemplo de un “monje negro” en la historia reciente de la provincia llegó a ocupar ese rol en dos gobiernos de distinto signo político: hablamos de Rafael Cambareri, que cumple al pie de la letra todos los requisitos de esa función, y la ejerció tanto en la gobernación del radical José Luis Lizurume como en la del chusotista Mariano Arcioni.
Perfiles actuales
La introducción anterior viene a cuento para llegar al punto que nos interesa: quién ejerce ese rol de monje negro en la actualidad. Si bien Ignacio Torres es un gobernador que ha demostrado tomar él mismo en persona varias de esas funciones, está claro que su mano derecha, su hombre de extrema confianza al que manda a hacer el juego sucio y con un perfil bajísimo tiene nombre y apellido: Guillermo Aranda, actual secretario general de la gobernación.
¿Es Aranda un monje negro? Habrá quienes opinen que sí y otros no tanto. Es probable que estén de acuerdo en darle ese mote sus compañeros de gabinete, así como algunos intendentes y diputados, figuras con las que el funcionario tiene que tratar habitualmente en nombre de Torres.
Ya en su momento lo definimos como un barrefondo que va limpiando la mugre, un solucionador de problemas (“quilombos” en la jerga), y uno de los hombres claves que son el alma de la gestión nachista. Ocurre que al ser este dolavense un joven de 36 años (es conocida la historia de que fueron compañeros de escuela con el gobernador) que habla con voz muy baja, a algunos no les da el perfil de temor que otras figuras de las mencionadas más arriba.
Pero aquí entra la comparación con la figura de moda a nivel nacional, que es Santiago Caputo, de 39 años, a quien el periodista Hugo Alconada Mon definió como el consultor que cruzó la línea y se convirtió en el monje negro de Milei. También otros analistas, como Carlos Pagni -quien lo ha llamado El Mago del Kremlin- se han centrado en esta enigmática figura y el poder que tiene dentro del entorno de Milei.
Mencionamos estas notas para destacar los puntos que parecen tener en común con Guillermo Aranda: integran la mesa chica de exclusivos (en Chubut además de Torres y Aranda, está la primera dama, Ornella Costa), los consultan desde el gabinete para influir en la cabeza, acumulan cada vez más poder, tienen peso e influencia en las decisiones, y el factor común que ayuda a agigantar más su figura: el bajo perfil.
Caputo y Aranda operan en las sombras, no dan entrevistas, no salen a pelearse públicamente con nadie. Pero son las manos derechas de sus jefes, y todos los saben. “Mi hermano de la vida”, define Nacho a Guillermo, y quienes han osado desafiar a su alfil, volaron por los aires, como bien sabe un consultor cordobés que duró muy poco hace tiempo atrás.
A Santiago Caputo se le atribuye dirigir un ejército de trolls que operan en las redes sociales como pirañas. El mismo Torres fue víctima de estas operaciones allá por el mes de febrero, pero ahora ambos tienen una relación más fluida: hay diálogo abierto, se entienden y se respetan. A su equipo se le ha puesto el apodo de los Peaky Blinders, en alusión a la famosa serie británica que gira en torno a una banda de gangsters.
Más modesto, en Chubut no se puede decir que Aranda dirige una banda y menos un ejército, pero le han tocado varias funciones sucias que no dudó en ejecutar: una de ellas la describimos con lujo de detalles y la sufrieron los diputados de Arriba Chubut, a quienes logró convencer por las buenas de no atacar al gobierno en un tema sensible.
Ahora el gobernador, a través de un decreto, le encomendó una tarea nada agradable: ser el sabueso que salga a cazar ñoquis en el próximo censo de empleados públicos que comenzará en 15 días. La persona que se hiciera cargo de esa tarea, sabe que no va a sumar amigos, y que difícilmente vaya a ser candidato a algo en el corto plazo. Seguramente Aranda lo debe tener claro y no debe importarle: su rol no es figurar en las listas electorales.
El censo
Un mes atrás, el 11 de julio, Torres firmó el Decreto 899/24, que dispone “con carácter obligatorio, la realización de un censo integral de todas las personas que, en virtud de acto administrativo emanado de autoridad competente, presten servicios remunerados en dependencias del Poder Ejecutivo Provincial”.
La medida alcanza a “todo el personal de la Administración Pública Provincial central y descentralizada, de los entes, organismos, agencias, entidades y organismos autárquicos del Estado Provincial” y se aclara que “la información que aporte y la manifestación que realice el personal sujeto al censo integral dispuesto tendrá carácter de declaración jurada”.
Por las dudas, se especifica que “el incumplimiento injustificado de la obligación de participar en el censo será considerado una falta administrativa y podrá acarrear las sanciones correspondientes, de acuerdo a la normativa vigente” y se establece un plazo máximo de 120 días hábiles para el relevamiento.
El decreto dispone que la Secretaría General de Gobierno “será el organismo responsable del diseño, programación y ejecución de todas las actividades inherentes a la realización del censo”. El área que conduce Aranda “dictará las resoluciones reglamentarias e interpretativas necesarias para su cumplimiento, quedando autorizada a modificar y/o extender el período establecido”.
En los fundamentos se explica que el censo “es una herramienta fundamental para la gestión eficiente de los recursos humanos y la planificación estratégica del Gobierno” y que “resulta necesario disponer la realización de un censo que abarque a todos los agentes de la Administración Pública Provincial pertenecientes al Poder Ejecutivo, a fin de contar con información actualizada y completa sobre su situación laboral”.
El decreto pone blanco sobre negro a algo que se explica en off, y es que no hay un mapa de las reparticiones, y que es caótico el organigrama, las misiones y funciones de cada empleado. En resumen, hay un descontrol en materia de personal, que debe ser organizado, para lo cual la foto del relevamiento es clave.
Por eso la medida de Torres sostiene que “atento a la amplitud, diversidad, distribución y distintas modalidades de desempeño que caracterizan a los recursos humanos en el ámbito provincial, resulta esencial contar con una amplia y detallada información sobre dichos recursos, con el fin de abordar de manera integral las problemáticas relacionadas con su gestión y evaluar adecuadamente las políticas en materia de personal”.
“Este conocimiento resulta fundamental para garantizar la eficiencia y eficacia en la prestación de los servicios de la Administración Pública Provincial”, agrega en los fundamentos, y también que “conforme la Ley VII N° 94 que declara el estado de emergencia económica, financiera y administrativa, es necesario optimizar el desempeño de las tareas de los agentes de la Administración Pública”.
Cómo será
La función del censo será saber el nombre, los datos personales, la ubicación del cargo, así como las funciones de cada agente. En verdad, el gran objetivo es detectar a los improductivos, ya sean ñoquis que no van, adscriptos que nadie controla, o mala distribución de recurso humano: dónde sobra y dónde falta gente.
Para el relevamiento se piensa reunir a 1.500 “validadores” que tendrán la tarea de dar por válida la información que vuelquen los agentes del estado. Desde el 12 hasta el 17 de agosto, el equipo de capacitación conformado por personas de distintas áreas de gobierno, estarán recorriendo toda la provincia, capacitando en cada una de las localidades a los validadores del censo.
La carga de datos serán on line, y los campos obligatorios pedirán datos personales, estado civil, dirección, datos educativos, títulos y nombre de la institución; cargo de revista, para lo cual se deberá tener a mano el recibo de sueldo, y se pedirá una foto del rostro de frente y un correo electrónico de contacto.
Para registrarse los agentes podrán hacerlo a través de la plataforma “MiArgentina”, para lo que hay que tener previamente número de usuario con CUIL y contraseña. La otra opción es registrarse con DNI y fecha de nacimiento, sumando un teléfono celular válido que permita el envío de un código para validar la identidad.
Al tratarse de una declaración jurada y obligatoria, se aclara a los agentes que, si no completan todos los campos requeridos, no se permitirá avanzar en el proceso del formulario, por lo que no se podrás finalizar el censo. Una vez que se hayan guardado y enviado los datos, ya no será posible editar algún dato y dar marcha atrás.
El objetivo del equipo que conduce Aranda junto al Ministro de Gobierno, Victoriano Eraso Parodi, y la subsecretaria de Relaciones Institucionales, Macarena Acuipil, junto a los jefes de personal de cada repartición pública del Ejecutivo, será que todos los agentes públicos de planta permanente y temporaria hayan cumplido la carga en un lapso de dos semanas.
Luego la tarea será rastrear a aquellos que no hayan cumplido en completar el cuestionario, y empezar un trabajo de tamizado. Para evitar el fracaso de los últimos censos que tuvieron baja participación, se comenzará una campaña de información masiva por todo tipo de canales de difusión, para que nadie pueda decir que no estaba enterado.
¿Qué pasará con los datos finales? ¿Habrá medidas ejemplares contra aquellos vivos que detecte el sistema y que no van a trabajar? Será el desafío que tendrán por delante Guillermo Aranda y los Peaky Blinders de Ignacio Torres. Los “sabuesos” (para no volver a la imagen de Los Hombres de Negro de Das Neves) salen a la cancha: está en juego el anunciado plan de modernización del estado.